Ayer un caballero se me acercó, me consultó si tenía un momento, se presentó, y me digo si podía hacerme una "pregunta delicada". Yo le miré atentamente y le dije que sí, que ¡adelante! Entonces me preguntó: ¿Cuál es su caché?
Contexto. De no haber sido por el contexto, la pregunta me hubiera parecido surrealista pero yo acababa de ofrecer una conferencia que -según dijo- había sido de su agrado. Su única preocupación era conocer mis honorarios para plantear al decano de la Facultad de Empresariales mi participación en un congreso.
Yo (que a veces tengo un humor arrojadizo) le contesté que caché, caché... ¡Lina Morgan! Dado que ambos lucíamos canas nos reímos con la complicidad de quienes no se toman a sí mismos demasiado en serio aún cuando estábamos rodeados de políticos, empresarios, directivos, investigadores y periodistas que cubrían en evento.
El caso es que el caballero y yo intercambiamos tarjetas para explorar la posibilidad de colaborar siempre que el decano otorgase el beneplácito. Después nos despedimos y yo seguí charlando con otros asistentes al evento.
Más tarde, ya en mi hotel y mientras me desmaquillaba, me entró la risa al recordar la expresión taimada del caballero formulando su pregunta: ¿cuál es su cache?
Alcancé la conclusión de que todo lo traducimos a dinero o -por hablar con mayor precisión- lo "monetizamos". Ciertamente no era la razón por la que yo había aceptado el encargo de hablar sobre prevención laboral en un foro de expertos. ¿Cuáles son las razones que me planteo para aceptar (o desestimar) una propuesta?
Pesa en mi ánimo de manera relevante la relación que tenga con la persona que me propone el proyecto; si es de confianza, la decisión se inclina hacia el sí. También contemplo el posible impacto transformador que pudiera tener en los receptores, digamos el nivel de influencia que pudiera alcanzar mi intervención en la puesta en marcha de algunos cambios positivos para terceros. Finalmente me pregunto con radical honestidad si tengo algo de valor que contar sobre el tema que me solicitan. Es aquí donde suelen asaltarme las dudas: ¿qué sé yo de prevención de riesgos laborales? ¿qué puedo aportar que -siendo novedoso- esté aterrizado en la realidad? ¿cómo dar la milla extra a profesionales cualificados? ¿qué ángulo ciego puedo hacer ver que complete la visión que ya tenga el auditorio? y -finalmente- ¿cuál es realmente mi papel en la actividad? Normalmente no me importa ser bufón porque ese disfraz troyano permite acceder a las zonas altas del poder donde -de otro modo- no te escuchan. Pero... no es menos cierto que cada vez se dispara más en mi la necesidad de impactar de una manera relevante en la transformación social y eso... Eso... ¡no estoy segura de saberlo medir!
Referencia en el Heraldo de Aragón