Me siento feliz cuando no atisbo amenaza alguna en mi horizonte existencial. A salvo de amenazas (reales e imaginarias) alcanzo estos días un estado de bienestar que me gustaría conservar. Es agradable, muy agradable, y me pregunto por qué no vivo siempre en este estado, toda vez que nada externo ha cambiado... ¿o sí?
Puerto de San Sebastián, Guipúzcoa.
Una atenta mirada me hace descubrir que las personas a las que más amo se encuentran reunidas estos días bajo el mismo techo, lo que me aporta un nivel "orgánico" de tranquilidad ajeno a la madeja del pensamiento y sus arañas colgantes.
Además duermo más horas y a un ritmo puramente fisiológico: me levanto cuando apetece y me acuesto cuando estoy cansada. Como más vegetales, fruta y verduras, bebo más agua, zumos y tisanas y me baño todos los días en el mar. Finalmente -aunque me costó- he conseguido frenar al "tirano laboral" que me habita y alterno las lecturas empresariales con textos ligeros como el libro de Yoshifumi Miyazaki que me regalaron en mi cumpleaños.
El Shinrin-Yoku, o baños curativos de bosque, es un volumen ilustrado en el que el catedrático japonés de la universidad de Chiba comparte investigaciones según las cuales caminar, meditar o estar en bosques mejora nuestra salud física y mental. Por ejemplo: reduce notablemente los niveles de cortisol y la tensión arterial. En Japón los "baños curativos de bosque" forman parte de las terapias preventivas e incluyen contacto directo con la naturaleza, práctica de silencio y uso de aceites esenciales.
Me siento a salvo, contenta y conectada a ese 99,99 de tiempo en el que la humanidad vivió en un entorno natural. Sencilla y mágicamente natural.