Como una peonza me desplazo. Viajo todas las semanas a diversas ciudades y diríase que trabajo en tantas oficinas como días laborales hasta el punto de que mi despacho de San Sebastián mantiene el frescor de la vida gracias a las plantas que me esperan.
Desplazarme es una tendencia que incrementa su intensidad cada año con especial relevancia desde el 2012. Y -aunque soy un bonsái y mi margen de maniobra alcanza solo a un puñado de realidades empresariales de ámbito nacional- mis capturas de lo que acontece coinciden con las que refleja Oliver Nachtwey, prestigioso sociólogo alemán que imparte clases en la
Universidad de Basilea.
Nachtwey ha creado el concepto
"modernización regresiva".
Que coincidamos en nuestras observaciones de campo en fábricas, polígonos, despachos y corporaciones no consuela, aunque sorprende toda vez que mis incursiones laborales en el acompañamiento de líderes y equipos se circunscriben a España en tanto que las de Oliver Nachtwey acontecen en Alemania.
La sociedad del descenso fue editado el año pasado y está basado en la tesis del propio Nachtwey titulada "modernización regresiva". El libro profundiza en datos que reverberan como un hecho cierto sobre la
precariedad y desigualdad en la era postdemocrática. ¿Cuáles son las realidades que captura el ojo crítico de Nachtwey (y comparte mi propia mirada)?
La precariedad se refiere tanto a los salarios como a "... la inseguridad, la pulverización del concepto prosperidad, y al abismo entre las condiciones de trabajo de los empleados de una fábrica y las subcontratas de seguridad, limpieza o comedor que operan en ellas...". Inquietante a estas alturas de la Historia ¿no les parece?
Nachtwey es el primero por la derecha.
No consuela que un intelectual contemporáneo refleje en sus intervenciones lo que observo en Guernica, Beasain, Irún, Zamudio, Azpeitia, Granada, Zaragoza, Eibar, Tolosa, Madrid o Bilbao: los profesionales viven con miedo -una emoción muy poco estimulante y creativa-. Nachtwey estira la percepción al limite y atestigua que muchos trabajadores alemanes viven aterrorizados ante la posibilidad de perder su empleo o status, razón por la que no cesan de autoexigirse en rendimiento y productividad alcanzando comportamientos patológicos.
Se puede decir en varios idiomas y dialectos pero no más claro: somos una sociedad en descenso y solo nos salvará la consciencia de la realidad que nos circunda. Yo apuesto por cambiarla. Comienza la semana ¡y la batalla!