Ventajas de la escritura manual

Hasta donde me alcanza el recuerdo, siempre me acompañan un cuaderno y tres bolígrafos: uno rojo, otro azul y el tercero verde. Incluso llevo recambios: tal es mi terror a quedarme sin material para escribir allá donde esté. 

La práctica de la escritura manual va conmigo sin excepciones: cuando me desplazo por razones laborales, en los comités de dirección que participo, cuando imparto clases, como turista y, por supuesto, como alumna en clases magistrales, conferencias o seminarios. Para mi escribir es una manera de estar en el mundo, casi de respirar, y -aunque paso horas en el ordenador- no hay día en el que no escriba a mano en mi cuaderno lo que -según investigaciones y expertos- tiene algunas ventajas. 

La escritura manual fortalece nuestra capacidad de memorizar, afirma el escritor y lingüista José Antonio Millán. Además, en la infancia facilita el aprendizaje de las letras, la lectura, e incluso la calidad de la propia escritura, según la profesora de la Universidad de Indiana, Karin James. Finalmente, escribir a mano favorece la capacidad de sintetizar, según el catedrático de neurología Marcelo Berthier. Todo ventajas. De momento ni los investigadores ni los expertos han descubierto ningún defecto a la escritura manual. ¡La recomiendo!

Libro relacionado -de José Antonio Millán- titulado Los trazos que hablan. Editorial Ariel.

Artículo relacionado -de Julia Roiz en El País-: La escritura manual resiste al olvido. TL 2 minutos.

My way/ La libertad incomoda

¿Por qué molesta un empleado que "va a su aire"? Si cumple objetivos, aporta valor a la compañía, da números y no entorpece el trabajo de los demás... ¿por qué incomoda a su jefe?

Los clientes y yo acordamos con antelación los temas que debatiremos. El lunes un alto directivo avanzó el orden del día de nuestra reunión e incluyó un punto que me sorprendió. Decía textualmente: "Pablo, a su bola".

Trabajamos juntos toda la mañana del martes. Fue una reunión fructífera y llegados al punto "a su bola" el directivo mostró su desazón con Pablo. Yo escuché con atención, tomé notas y le hice algunas preguntas. Ciertamente Pablo cumplía con sus tareas, aportaba ideas cuando el equipo estaba atascado, buscaba soluciones cuando los dilemas colapsaban al departamento y (además) recientemente había facilitado un contacto que derivó en negocio puro y duro. ¿Entonces? -le pregunté a mi directivo-... pues eso, Azucena, que va su aire. 

No profundizaré en los detalles de nuestro diálogo, pero ambos alcanzamos la conclusión de que se trataba de una manifestación del ego: el directivo pretende que le obedezcan/ reporten/ informen/ consulten cada detalle con el anhelo de ejercer el control sobre los empleados (micro-management). Pero entonces cabe preguntarse cuál es el objetivo... ¿satisfacer el ego del jefe o conseguir resultados de negocio? Me gustará saber cómo lo ven ustedes... 

Epidemia de individualismo

 

El individualismo gana todas la batallas. Me pregunto si se trata de una fuerza activa (se impone) o reactiva (se defiende) aunque descubrir la respuesta no cambiará el hecho: el individualismo triunfa abruptamente en las empresas y en cualquier otro ámbito relacional.

El individualismo reactivo me resulta hacia cierto punto entendible cuando la persona ha sufrido exclusión, maltrato o ha vivido en circunstancias adversas en las que ha tenido que ponerse por delante de todos y de todo para sobrevivir. No es el caso de la mayoría de las personas que, sin embargo, muestran una desarrollada inclinación hacia la imposición del "yo" frente al "nosotros", de lo individual sobre lo colectivo. ¿Cuáles son las causas que -quizá- permitan entender este desfase existencial?

Uno: la digitalización aísla lo que propicia el individualismo. Dos: aunque nos hicieron creer que se trataba de una opción cultural, el individualismo hunde sus raíces en el consumo y por lo tanto en la economía. Tres: dado que el mundo está cada vez más poblado y los bienes son limitados, se dispara el gen competitivo donde desaparecen la solidaridad, la empatía y la generosidad. Cuatro: la desigualdad galopa en el planeta sin que se atisben señales esperanzadoras, se polariza el arriba-abajo y emerge el egoísmo del naufrago.

Desde el año 2000 toda mi actividad profesional está vinculada a la formación y el desarrollo de equipos de trabajo en el seno de las organizaciones productivas. Es decir, si dejo algún legado será el persistente esfuerzo por reforzar el enfoque global de las empresas (sistémico) y el enfoque global de las tareas (equipos). En ambos casos se trata de ir más allá del individualismo. 

Durante este tiempo, he dado clases en la universidad, en centros de formación profesional, asociaciones, empresas, fundaciones, sindicatos, gobiernos... un amplio muestreo del que destaco una intervención cuyo eje central propone la superación del individualismo. Titulada "Del uno al infinito", la ponencia sugería un itinerario del yo al nosotros y del nosotros al todo. Fue una conferencia en la que puse gran convencimiento y cariño. El congreso se desarrolló bajo el título Liderazgo, Motivación y Crecimiento Personal en el Palacio de Miramar (San Sebastián) en el año 2011.

Vídeo con mi ponencia completa. Duración: 60 minutos.

Lentitud = escuchar, conectar y pensar mejor

Este es un lugar al que vuelvo por su belleza, pero sobre todo porque en este entorno se desvanece la prisa y emerge un tiempo lento que me permite conectar con el puro gozo de existir...

Mi amiga Sara no lo entiende, así que una tarde de lluvia tomo el libro "Elogio de la lentitud" -del escritor canadiense Carl Honoré- y repico sus conclusiones: bajar el ritmo propicia una escucha mejor, un pensamiento mejor y una conexión mejor con nosotros mismos, los demás y el entorno.

Además la lentitud te permite ver el "gran cuadro" (la totalidad de las escenas que acontecen en tu vida), conectar los puntos (neuronas), profundizar en tus razonamientos y hacerte preguntas que merezcan la pena...

Cierro el libro de Honoré y escucho el murmullo del río Nela tan lento como lo permiten el caudal y el desnivel. 

Artículo relacionado aquí.

Libro relacionado aquí.

Vídeo relacionado aquí.

Ser y Parecer en la Empresa: Branding

 

En la empresa ¿cuáles son las características de los pavos reales? Utilizan palabras en inglés y comunican bien, por lo tanto son percibidos como expertos. A veces lleva meses o años descubrir que tras la hojarasca de su jerga apenas hay contenido. Sabido es que la comunicación es la competencia clave de liderazgo y -por lo tanto- los pavos reales son percibidos como líderes. Además, las empresas son conversaciones y los pavos reales priorizan las conversaciones con el poder por encima del trabajo (la tarea)... ¡para eso están otros!

Los pavos reales tienen clara la importancia del branding o proyección de marca personal de la que depende buena parte de su carrera profesional, y se dedican a ello en cuerpo y alma: lo priorizan sobre las funciones, los proyectos, la gestión del equipo y la estrategia global de la compañía porque ellos ya tienen su propia estrategia individual: son su marca y la proyectan allí donde más brilla.

Pero claro... después de uno o dos años de parecer fascinantes las estructuras del poder comienzan a esperar resultados tangibles de negocio y es ahí donde la capacidad de seducción del pavo no llega. Entonces se lanza en picado al robo de méritos de otros departamentos o -directamente- de otros compañeros volcados cien por cien en la tarea (los resultados) pero con escaso barniz en saraos y redes sociales. 

Juego peligroso para todos dado que los pavos reales en contadas ocasiones ofrecen resultados. Si persiste la fascinación hacia estas aves, habrá daños colaterales en varias direcciones: los números, los compañeros y el mercado (stakeholders). Ser un buen profesional está bien. Ser y parecer un buen profesional está mejor. Parecer y no ser un buen profesional es una estafa a gran escala ya que con frecuencia se roban resultados en las bases para poder seguir haciendo el pavo.

Libros de referencia: Te va a oír, de Andrés Pérez Ortega. Expertología, de Andrés Pérez Ortega. Y Tu plan de visibilidad, de Neus Árqués.