Cuando las torres de libros y papeles que rodean mi ordenador superan los diecisiete centímetros me aproximo al desbordamiento.
Es uno de los síntomas que me obligo a observar para ponerme en marcha en otra dirección o -lo que es lo mismo- sacar la cabeza de la caja, frenar la rueda de hámster o -en bonito y positivo- poner consciencia en la actividad que ocupa mi tiempo.
El tiempo ha sido una obsesión en mi vida hasta el punto que durante años reusé utilizar reloj, y cuando renuncié a mi trabajo por cuenta ajena lo hice por dos razones que ya entonces -hace veintidós años- tenía claras: quería comprar tiempo e independencia, que acaso sean lo mismo. Al fin y al cabo, la vida está hecha de tiempo ¡y es todo lo que tenemos!
Una de las montañas de papeles contiene el último libro del filósofo surcoreano (residente en Alemania) Byung-Chul Han titulado:
La expulsión de lo distinto. El volumen aguarda su momento de lectura láser (enérgica y concentrada) porque los textos de Byung son un golpe en el estómago de la sociedad contemporánea (recomendable como una purga).
Byung-Chu Han ha estado en Barcelona, ha hablado de la sociedad del cansancio y ha ofrecido un titular contundente del que se ha hecho eco el rotativo
El País:
Ahora uno se explota a sí mismo, y cree que está autorealizándose.
Contrasto las brutales afirmaciones del filósofo con la realidad que me confronta a diario en fábricas y despachos. Encuentro que no es menos brutal, ya que la mayoría de los profesionales están por encima de las cincuenta horas semanales a las que hay que añadir viajes, algunos informes que se completan los fines de semana, y llamadas que atienden incluso en vacaciones. Suponiendo que no haya una exigencia empresarial directa, ¿qué hay detrás de esta autoexplotación? De momento alcanzo algunas hipótesis -y me gustará saber qué opinan ustedes-... Lo que hay detrás es miedo a ser visto como "flojo", percibido como "poco comprometido" con la compañía, sensación de que las once horas diarias son imprescindibles para hacer carrera, terror a ser despedido y -a veces- cierto vacío existencial fuera del trabajo que narra magistralmente en sus libros nuestro personaje y recomiendo.