jueves, 31 de marzo de 2016

La calidad directiva "asegura" la productividad


Desde el año 2002 me dedico al entrenamiento de profesionales en el seno de organizaciones productivas de todos los sectores. Grandes y pequeñas firmas. Multinacionales y empresas familiares. Fundaciones y organizaciones no gubernamentales. Proyectos maduros y start ups

Mi especialización en este campo se construye sobre gigantes que con anterioridad han investigados el mundo del management y -concretamente- las claves de la productividad entendida en un triple sentido: el logro de los objetivos de las empresas, el desarrollo del potencial de los profesionales y la satisfacción (fidelización) de los clientes.



El management ¿es una tecnología?


La búsqueda permanente de formación me ha llevado lejos, geográficamente lejos, e internamente a la profundidad reflexiva sobre la que construyo hipótesis teórico-prácticas al servicio de las empresas-cliente para las que trabajo como consejera, docente o entrenadora. En todos los casos emerge una cuestión: ¿cuáles son los factores clave que impactan en la mejora de la productividad?

Algunos manuales estudiados a lo largo de los años, ciertos mentores que con generosidad me conceden su valioso tiempo para compartir experiencias empresariales, así como los maestros que la ley de la causalidad ha puesto en mi camino, me enfrentan a la construcción de un meta-análisis de siete metodologías internacionales que en "modo síntesis" comparto en formaciones permanentes para la Fundación Bancaria Ibercaja y BBTS.

Siguiendo el rastro a las tendencias internacionales del campo empresarial hoy he descubierto una joya: el trabajo difundido por N.Bloom, R.Sadun y J.V.Reenen en el que revisan datos de 10.000 empresas ubicadas en 30 países. El Informe trata de clarificar si el management es una tecnología y en sus 79 páginas concluye que una cuarta parte de la productividad de una empresa depende de la calidad de sus líderes, de hecho, el texto denomina "capital gerencial" al conjunto de habilidades, competencias y estilos relacionales que practican los managers.



¿Cuál es el "capital gerencial" de su empresa?


En síntesis, una de las principales diferencias en términos de progreso de las distintas economías mundiales está en la capacidad de quienes gobiernan las empresas. En las gráficas se reflejan los países en los que los directivos constituyen una "tecnología" más eficaz en relación a la productividad y están encabezadas por: Estados Unidos, Suecia, Alemania, Japón, Canadá e Inglaterra.

Afortunadamente la calidad gerencial es algo que se puede mejorar con entrenamientos directivo practicado como el arte de la mayéutica socrática (preguntas) en busca de puntos ciegos que propicien la mejora de competencias cognitivas, conductuales y emocionales de nuestros líderes al frente de las empresas. ¡Mucho trabajo por hacer! 

miércoles, 30 de marzo de 2016

Sencillos Momentos de Vida


Me he despertado y aun era de noche, así que -sigilosamente- he mirado el despertador (escondido en el primer cajón de la mesilla para no escuchar su tic-tac). Eran las cinco de la mañana: me he dado media vuelta y he tratado de no despertar a mi pareja. 

Unos minutos después él me ha hablado y aunque hemos tratado de dormirnos no lo hemos conseguido porque nos hemos puesto a intercambiar broma sobre broma riéndonos del mundo, de la noche, de casi todo... ¡qué otra cosa podíamos hacer! 

Un poco antes de la siete nos hemos dormido. Pero... el reloj ha hecho su trabajo y nos ha despertado a en punto: la siete en punto. Para entonces las risas ya habían hecho su efecto terapéutico aunque... nos hemos levantado con sueño. 

Después de un día intenso de trabajo en Bilbao con dos empresarios jóvenes llenos de vitalidad -de diferentes empresas y sectores- he vuelto a casa un tanto maltrecha, así que me he cambiado de ropa y me he ido a dar un paseo por los alrededores: la playa de Ondarreta y Palacio de Miramar donde un transeúnte ha tomado esta fotografía. ¡Momentos de vida que comparto con ustedes en el blog!




domingo, 27 de marzo de 2016

Resistir, Cambiar y Mejorar... ¡un poco!





El psiquiatra francés Boris Cyrulnik afirma que nadie sabe definir la felicidad; que el siglo XXI se caracterizará por la sumisión de los hombres a las máquinas; y que tan solo en Francia hay 1.023 tesis doctorales sobre la resilencia. Tres afirmaciones que despiertan mi curiosidad por descubrir los argumentos por los que  Cyrulnik llega a semejantes conclusiones.

Afirma el psiquiatra que la felicidad es un trabajo cotidiano más parecido a la artesanía y al acto de tricotar que a la metafísica. Manos a la obra ¡pogámonos a tricotar! uno, dos, cien mil jerseys de quita y pon para los días soleados / días grises que viviremos como Penélope en espera de  Odiseo.

Las máquinas ya nos someten con su frío cálculo de probabilidades, con su pretexto de facilitar la vida, con el centrifugado de las mejores mentes del planeta en Silicon Valley y en Zamudio. En una empresa que trabajo (entrenando a la dirección) hay dos divisiones: manual y robótica. La segunda se impone por goleada: más presupuesto, personas, formación, más viajes, productos... los profesionales de "manual" se sienten auténticos patitos feos de la empresa.

Finalmente la resilencia, esa musculatura que salva tercamente a los humanos del precipicio de la desesperación... El propio Boris Cyrulnik tuvo que sobreponerse a la perdida de ambos progenitores -muertos en la segunda guerra mundial- y escribe sobre ello en su último libro Las almas heridas donde reconoce que uno no puede curarse de todo pero si hace algo, a veces, se mejora un poco.


La felicidad es un continuo tricotar


Reciente artículo sobre el tema, en El País.

jueves, 24 de marzo de 2016

¿Nadas o Flotas?


Escuché a un pescador de Guetaria (País Vasco) que en la mar "... ningún viento es favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige...". 

El afable marinero se mostró aquella tarde como un sabio sin pretensiones y la frase me acompaña desde entonces como un fondo marino que me anima a poner rumbo hacia mis objetivos.




Otra manera de llevar la atención a la inercia de nuestra vida es preguntarse: ¿nado o floto? Sabido es que antes de sumergirte en el mar has calibrado cuánto tiempo nadarás, en qué dirección (para ver peces, pulpos, erizos, algas y quisquillas) y si la marea te favorecerá o perjudicará para llegar al destino que te propones. El "cambio intencional" del que nada hacia sus objetivos le coloca en una posición aventajada respecto a quienes tan solo flotan dejándose llevar por la inercia de la marea que -en el mejor de los casos- le llevará a la tranquila playa de Guetaria. 




Nadar es poner rumbo a nuestros sueños eligiendo cómo, cuándo y con quién nadaremos incrementando sustancialmente las posibilidades de alcanzar la meta. Activamos un "cambio intencional" movilizando todo nuestro potencial en la dirección que anhelamos.

Flotar es dejarse llevar por las tendencias, el qué dirán y las "ideas limitantes" con las que nos programaron, lo que propicia que alcancemos metas no deseadas que nos obligan a poner en marcha "cambios adaptativos" para amortiguar la desagradable situación. La buena noticia es que todos podemos elegir nadar o flotar en el río de la vida sin esperar a que las cosas se pongan feas porque entonces ya será tarde y no estaremos en condiciones óptimas para navegar. 

Quienes deseen profundizar en el tema pueden asomarse a El pequeño libro para pensar en grande de Richard Newton y a mi post titulado Atravesar la incertidumbre.


domingo, 20 de marzo de 2016

¿Desaliento? Yo no... ¡gracias!


Los llamados "electrones libres" son una casta que siguiendo su destino crean estelas celestes o marinas que orientan al resto de los mortales en hábitos y costumbres en el vivir y trabajar. 

Los electrones libres también son el ADN de las empresas cuyo modelo organizacional funciona "en red" (cuarto sector) bajo el trazo grueso de la pulsión colaborativa de volar más alto y más lejos desde la complementariedad e interdependencia.

Digamos que siento orgullo de ser un electrón libre cuya osadía propulsa mi carrera como emprendedora bonsái. Sin embargo, de la profundidad reflexiva de un paseo emergen ciertas dudas:

La impronta desafiante que aporto a las empresas ¿excederá la capacidad adaptativa de los profesionales? El uso de tecnología low tech en las formaciones que imparto ¿propiciará -como pretendo- el aprecio de la simplicidad despojando el aprendizaje de innecesarios ornamentos?


Low tech en empresas hiper-tecnológicas...
Forzando el poder de la simplicidad


Dada la situación social, económica, ambiental, ética y demográfica es de locos sentirse feliz, feliz como una lombriz, claim que me acompaña cuando me preguntan: ¿cómo estás, Azucena?

Concluyo por lo tanto que soy un loco electrón libre cuya vida oscila entre la intensidad profesional -vinculada a mi vocación- y el ocio que me otorgo como el valioso elixir de una felicidad al alcance de cualquiera. Pero inquieta ser consciente de la asincronía con la mayoría de los mortales que lloran la desgracia del planeta. No, ¡me niego! No quiero vivir en el yermo claroscuro de los pintores flamencos del siglo XV.  

Además... ¡hay consuelo! y vida más allá del generalizado desaliento al descubrir otros electrones locos y libres que esparcen su filosofía existencial como el polen en un día ventoso. Theodore Zeldin, historiador judío que durante décadas ejerció como decano del St.Anthony College de Oxford, proclama a los cuatro vientos que podemos ser felices si creamos a nuestro alrededor una atmósfera de pequeños placeres cotidianos. ¿La receta?  (al pie de la fotografía)...



Para construir la felicidad se requiere:
sensibilidad, paciencia, cultura y memoria.


martes, 15 de marzo de 2016

La felicidad es... ¡una decisión!


Supongo que todo lo que hacemos busca la felicidad, esa "arca perdida" que intuimos al alcance de los humanos. 

Imagino que todo lo que nos proponemos ha sido antes soñado e incluso vivido en el futuro a través de las "aperturas temporales" (Garnier Malet).

Quiero pensar que todo tiene un sentido que se nos escapa en la torpeza de una mente más lineal que circular, más lógica que intuitiva y más homo que sapiens. El caso es que una de las ciudades con más glamour del planeta, Londres,  se me antoja un hormiguero por la densidad de población que se agolpa en las principales bocas de metro poco después de las cinco de la tarde cuando los profesionales abandonan sus puestos de trabajo en la zona centro (Oxford, Piccadilly ...). 

Pero hay belleza. Hay belleza en todas las personas que habitan el planeta y en todos los lugares en los que las personas se agolpan -como hormigas- en hora punta; y hay belleza, finalmente, en muchas de las creaciones de los humanos: cerámica, escultura, pintura...


Imagen tomada en Fortnum and Mason (181 de Piccadilly, Londres).


Fuente en Hyde Park, Londres.


Galeria de arte en el barrio de Marylebone, Londres.


Una razón, una sola razón me ha traido a la city: abrazar y convivir unas horas con mi hija que trabaja aquí y explora al límite de sus capacidades los desafíos de un ritmo frenético en el que las personas consideran un lujo comer en veinte minutos, casi cualquier cosa y casi en cualquier lugar si no han tenido tiempo de hacerse un tupper antes de salir de casa.

¿Qué clase de civilización estamos haciendo? ¿Por qué todas las personas comen mientras contestan emails, beben mientras escuchan mensajes de voz, envían fotografías de zapatos y consultan páginas de viajes que nunca harán? ¿Cómo es posible mantener la consciencia y permanecer centrados en este entorno? ¿De qué forma se conectan a la tierra, al mar, al cielo, a los animales y a los demás humanos? Todo parece un sueño, un sueño loco no exento de belleza y de velocidad, sobre todo velocidad: correr... ¿hacia dónde, para qué? Todas las personas que me rodean en los museos, los cafés, las calles y las tiendas ¿serán más felices que mi abuela que vivió en menos de noventa kilómetros a la redonda y que tardaba una mañana en hacer unas alubias en cazuela de barro?





Yo a mi ritmo y estilo: en el buzón rojo que aparece a mi espalda he depositado esta mañana algunas cartas con sobre y sello para personas queridas de las que me acuerdo y a las que sé que les hará ilusión recibir unas letras escritas a mano con un poco de cariño que aspira a generar otro poco de felicidad que no es un "arca perdida" sino un espacio interior al alcance de cualquiera que se lo proponga porque la felicidad es... ¡una decisión!


miércoles, 9 de marzo de 2016

El Poder de la Gratitud


Algunos gestos se revelan significativos para mi: la campanula de la cocina tiene dos flores nuevas de color violeta; un tarro está lleno de macadamias (mis frutos secos favoritos); la secretaria de una empresa -en la que solo he estado en tres ocasiones- ¡me saluda por mi nombre!; mi mentor -el sabio Sabino Ayestarán- me presenta a unos terceros como "una colega"; y en el buzón de casa hay una carta sin sello en la que aparece mi nombre: Azucena.




Sin duda el paquetito ha llegado hasta el buzón traído directamente por la persona que ha comprado el detalle, ya que no contiene dirección ni siquiera mis apellidos. En su interior hay una libretita con reproduciones de acuarelas realizadas por el propio Saint Exupéry tan frágiles en su apariencia como fuertes en su mensaje esperanzador. 

Esto no es, sin embargo, lo más emocionante. Lo mejor es la frase que aparece en el reverso del sobre: "... Gracias por regalarme semillitas de ilusión. Algunas ¡han crecido! Un abrazo...". Después hay una letra que intuyo puede ser una M. Nada más.



He aquí mi secreto -dijo el Principito-:
sólo el corazón ve lo esencial. 


Mi gratitud es inmensa hacia la persona que ha traído hasta casa este meteorito de esperanza recogido al final de una complicada jornada laboral lejos de mi ciudad. Los detalles ¡importan! y su efecto balsámico es intemporal ya que la persona que intuyo está detrás de la M. es alguien con quien tuve el honor de coincidir en 2014 en un taller que yo entonces impartía para Donostia Kultura y en el que la fuerza de su vulnerabilidad aportó al grupo tanto o más que mis teorías disruptivas. Sean cuales sean las "semillitas que han crecido" me alegro muchisimo, Marta. ¡Gracias por compartirlo!


miércoles, 2 de marzo de 2016

¿Cuál es el precio de la ética?


Una mañana del mes de abril del 2013 mi pareja me preguntó qué me pasaba. Le dije que nada y eso le confirmó mi preocupación porque soy de un dicharachero abrumador.

Desayunamos en la cocina y mi silencio le resultó tan sospechoso que volvió a preguntar. Entonces yo le respondí con otra pregunta: ¿podemos prescindir de dieciocho mil euros? Se quedó pensativo y un tanto atragantado con la mermelada de cereza negra -bueno, quizá fuera grosella- y me contestó: "... a lo mejor no podemos merendar ¡pero seguiremos comiendo!..." y eso me tranquilizó. Me tranquilizó y me dio fuerza para plantar cara a un Ceo que llevaba un mes presionando para que le hiciera una lista de aquellos miembros del comité de dirección que estaban alineados / no alineados con su visión empresarial y su peculiar manera de hacer las cosas. La lista de Shindler sería el primer paso para un posterior "acoso y derribo" de los directivos más críticos con el estilo de liderazgo del Ceo y -finalmente- terminarían en la calle a pesar de su alta cualificación y servicios prestados a la firma.




Aquel año no merendamos y tuvimos que prescindir de la mermelada de grosella pero mantuvimos la ética y eso nos hizo felices porque sin dignidad no se puede vivir y yo no hubiera podido sostener la mirada de aquellos directivos a los que entrené durante meses y con los que compartí duros avatares.

En la primera ronda de presiones saqué el contrato en el que se dedicaba una página a la confidencialidad. En la segunda ronda envió a los responsables de recursos humanos (mucho más atemorizados que yo). En la tercera vuelta el Ceo se presentó en mi despacho -sin cita previa- alegando que pasaba por allí y que mi obligación era contribuir a la toma de decisiones de la empresa: "usted tiene más información relevante de nuestra organización que la que cualquiera de nosotros podamos reunir en una década" -dijo- mirándome con la vena aorta prominente en su cuello de búfalo airado.




Hoy ha vuelto a pasar con otro directivo... Casi tres años después de aquel episodio he sentido la inmensa tristeza de tener que defender la ética desde mi frágil desnudez de emprendedora bonsái. Y se ha repetido la escena en la cocina: los dos un poco más canosos pero igual de sintonizados en la cháchara y el silencio. Esta vez no he tenido que preguntar porque ya sé la respuesta: ¡otro año sin mermelada de grosella!

Lo único que me cansa es la tristeza. Y hoy estoy cansada porque me gusta volar y sin embargo siento que me arrastro entre pesadas estructuras empresariales donde me rompo las alas tratando de salvar algunos trastos del naufragio.