Esta mañana me he despertado plof: aun podía recordar la última pesadilla relacionada con un asunto laboral. Así que -antes de poner el pie sobre la alfombra- me he hecho las tres preguntas que practico: ¿cómo estás, azucenilla? ¿qué necesitas? y ¿qué harás al respecto? Una vez que me las he respondido me he puesto en marcha para darle vuelta al calcetín de la nostalgia.
Un desayuno super siempre ayuda. Una sesión de estiramientos en el salón contribuye en casi todas las ocasiones. Después he practicado un rato de escritura automática -método Julia Cameron- y ya estaba mucho mejor pero claro... ¡¡eran las diez y media de la mañana y yo había quedado con el sabio a las once!! así que he tenido que salir de casa de estampida sin que me diera tiempo a colgar la colada. ¡Guag! Dado que ya estaba de buen humor, he dejado la contraseña habitual sobre la vitrocerámica de la cocina para que mi compañero rematara la faena cuando volviera a casa: una cara con los productos bio que ayer nos trajeron los aldeanos.. la boca con un espárrago, los ojos con dos nabos que no se habían depilado la ceja, y la nariz con una nuez... La cosa ha quedado así:
He estado algo más de una hora con mi mentor, el catedrático emérito de psicología social Sabino Ayestarán a quien acribillo a preguntas cada vez que quedamos en lo que considera su sitio favorito en San Sebastián: el Hotel Londres. Siempre nos sentamos en la primera mesita a la derecha, mirando al mar, y reiteradamente él pide un cortado y yo un americano. Hoy el sabio tenía un compromiso a las doce y media así que hemos tenido que pisar el acelerador para abordar nuestros temas favoritos: la innovación social y los equipos, mientras hacíamos intercambio de libros, referencias y proyectos.
Yo estaba muy inquieta con la aplicación en las empresas de una fórmula del psicólogo alemán Kurt Lewin según la cual el comportamiento de un profesional es el resultado de su personalidad multiplicado por el entorno vital... Profundizar en esa fórmula nos ha llevado un buen tramo de conversación. Ambos hemos estado de acuerdo en que el margen de maniobra desde el que actuamos en las organizaciones se centra sobre todo en el entorno vital y ¡claro! ahí hemos repasado juntos la necesidad de hacer una buena selección de personal, la imprescindible adecuación entre persona y puesto, la urgencia de apelar al sentido de la responsabilidad de los trabajadores y -sobre todo- la conveniencia de establecer un sistema justo de reconocimiento.
Y cuando Sabino ya se había puesto la chaqueta y recogido el paraguas y nos disponíamos a salir de la cafetería me ha dicho: ¡¡Pero no te olvides de que la fórmula de Kurt Lewin está sometida al entorno económico, político y social cuyos cambios pueden llevar siglos!!
Después ha desaparecido hacia la Avenida de la Libertad y yo me he quedado con cara de espárrago, nabo y nuez. ¡Jolín siglos! Sin duda el sabio mira al infinito cuyos hilvanes recogen las páginas del último libro que ha escrito y me ha regalado: La vida religiosa en la frontera entre ser gueto o faro...
Ya en casa me he acordado de otra de sus recomendaciones, el libro: Si Dios fuese un activista de los derechos humanos, escrito por el catedrático de economía de la Universidad de Coimbra, Boaventura de Sousa Santos, cuya síntesis es la siguiente: "... La religión ha muerto. La teología ha muerto. Sin embargo, Dios está más vivo que nunca en las personas que empatizan con los que sufren y luchan para superar ese sufrimiento...".
El sabio y yo hemos estado de acuerdo en que trabajar en la mejora de los equipos empresariales -a través de la cooperación- puede contribuir a menguar el sufrimiento de las personas en las organizaciones productivas. Esa esperanza nos alimenta ;-D
El sabio y yo hemos estado de acuerdo en que trabajar en la mejora de los equipos empresariales -a través de la cooperación- puede contribuir a menguar el sufrimiento de las personas en las organizaciones productivas. Esa esperanza nos alimenta ;-D