¿Cómo te llegan los clientes? Es una pregunta que me han hecho en diversas ocasiones: cuando me entrevistan en la prensa o en la radio, cuando ejerzo como mentora de otros profesionales, e incluso cuando converso con amigos y familiares...
Alérgica como soy a los planes de negocio, las campañas de marketing y la publicidad, la pregunta me conduce a revisar el "proceso" por el que los clientes llegan a los despachos de San Sebastián y Bilbao, o me contratan para formar a equipos en las empresas.
Sinceramente carezco de respuesta, si bien avanzaré que considero tener clientes como un milagro en estado puro -semejante a la nieve en este bosque de Normandía-.
Desde el comienzo de mi carrera profesional siento que los dioses me envían clientes. Lo hacen de una manera que parece responder a una gráfica predeterminada.
Soy consciente de la excentricidad de mi razonamiento, ahora bien: el origen de los encargos que recibo nace de un lugar, un espacio y un tiempo ajeno a la planificación mundana. Quizá hemos de buscar en el "plano causal" cuyas instrucciones desconozco... La realidad es que yo no hago nada: los clientes llaman, escriben o directamente me contratan. Esa es la respuesta y lo que hago después quizá no sea relevante.