sábado, 31 de enero de 2015

La Humanidad como un Todo


El caso es que puedo sentirme bien o mal en cualquier lugar, aunque prefiero estar rodeada de helechos y espliego sobre una cama de musgo verdimullido. 
  



Me he despertado a las seis de la mañana maltrecha tras el zarandeo de un sueño que no alcanza a pesadilla pero se le parece. Viene del pasado, se cuela en el presente, y aspira a perpetuarse en el futuro. Un futuro que quiero limpio y con  olor a lavanda. Pero no, se presenta en las fases rem de mi sueño y reclama su cuota de atención ¡hay algo no resuelto! ¡algo que escuchar! en la terquedad recurrente del sueño vinculado a mi etapa al frente de una redacción de periodistas de raza, duros -como yo en aquel tiempo-.

El caso es que después ordenar la casa y los armarios del ayer salgo a caminar por el bosque donde el vendaval ha podado a lo bestia todas las ramas flojas de los árboles y despeinado por completo la hojarasca de los abetos. Media hora después me asomo a la bahía que semeja un naufragio: las tres playas están llenas de palos y bidones traídos por el mar enfurecido -casi rabioso- que golpea el puerto, el náutico y el llamado paseo nuevo que volverá a ser destruido por enésima vez. 

Por fin alcanzo mi guarida: la cafetería Niza donde leo una entrevista realizada en Brooklyn a la cineasta Isabel Coixet: "... puedo sentirme bien o mal en cualquier lugar del mundo..." afirma mientras apura un café en la cocina de su apartamento donde escribe de espaldas al jardincillo para que no le distraigan las ardillas. 




A media mañana llega al despacho un paquete con MRW que remite mi madre desde el Mediterráneo -donde está soleándose como una lagartija-. Con esfuerzo consigo abrirlo sin destrozar el papel decorativo del interior, sin destartalar la minuciosa ubicación de cada objeto y ¡por fin! veo la totalidad de los pequeños tesoros que envía desde Alicante.

Sentada sobre la alfombra no puedo evitar un triste pensamiento: dado que ella tiene 80 años, los objetos que nos envía le sobrevivirán ?!? se quedarán con nosotros mucho tiempo después de que no lleguen más paquetes MRW desde el Mediterráneo, y de que deje de engordar la colección de tarjetas costeras que acumulo. Nostalgia y ganas de apurar el vaso del tiempo con ella, junto a ella. 

La música es importante en nuestra familia porque somos conscientes de que genera estados de ánimo y de  que trenza los afectos y las emociones cotidianas. La música también es importante porque un miembro de nuestro clan es músico profesional, vive al norte del norte (Países Nórdicos) y tocará la semana próxima más de veintiocho mil notas dejándose los dedos y el alma en algunas piezas musicales ante a la reina Sonia de Noruega.

Así que como no podía ser de otro modo, el mantel que llega desde el Mediterráneo está lleno de pentagramas porque mi madre sabe lo importante que la violinista es para mí. Y así se escribe la historia de una saga que (como todas) pervive al vendaval, las mareas, tormentas, cielos encriptados y auroras boreales.




Releo estos días al sabio Bert Hellinger -ideólogo del enfoque sistémico (global) de la vida y los negocios- y descubro que incluso este post está impregnado de su aroma; el aroma-fusión del pasado, presente y futuro como un todo sistémico. El aroma de la abuela-madre-hija como un todo sistémico. La humanidad como un todo. Hermoso. Inquietante. ¡Como el universo!

miércoles, 28 de enero de 2015

Equipo = Instrumento de Desarrollo Empresarial



Ni Amsterdam, ni Berlín ni Estocolmo... 
¡Bilbao, mi Bilbao natal! un día cualquiera de enero 2015.




Buscando la sede de Bilbao Berrikuntza Faktoria he descubierto un edificio vibrante, lleno de color y resonancia co-co-co: co-lab + co-working + co-creación de proyectos empresariales, embriones de negocios e incubadoras de think tanks. Me he colado hasta la segunda planta donde -tras los cristales- se escuchaba el murmullo juguetón de la creatividad, el amasijo de cables neuronales, el desgaste del teclado de los ingenieros informáticos, diseñadores y filósofos sociales sepultados bajo paraguas y bicicletas:



En todas partes hay pizarras para que no se escape ni el suspiro de una idea. También hay mucho color que alegra el ojillo de quien se acerca a curiosear, yo -sin ir más lejos- mientras hacia tiempo para la clase magistral del sabio programada para las 12.30 -hora estándar de Europa central, según la invitación de Innobasque, la Agencia Vasca de Innovación-.  Y en el ascensor una nota de humor con fundamento:



En el salón de actos una vez más Sabino Ayestarán ha sido la sal y la pimienta de uno de los martes de Innobasque -encuentro número 42- desarrollado en el número 6 de Uribitarte, sede de B.B. Faktoria. Ocupadas la totalidad de las butacas se han habilitado una veintena de sillas en el pasillo para propiciar el aprendizaje de los conocimientos, experiencias y humildad que imparte Ayestarán en todas sus intervenciones.

El catedrático emérito de la Universidad del País Vasco ha incidido en temas ya recopilados en sus tres investigaciones anteriores y añadido algunos matices nuevos sobre los equipos de innovación como instrumento de desarrollo organizativo. Entre lo conocido -y publicado- resumo conceptos esenciales para el buen funcionamiento de un equipo de innovación: la confianza entre los miembros del equipo + una plataforma on line que propicie una comunicación permanente y fluida + estructuración cognitiva que se alcanza con un modelo mental compartido y con la memoria transactiva. Además para alcanzar la eficiencia un equipo ha de utilizar metodologías como el diagrama de afinidad, la selección ponderada, los roles Belbín, la reflexividad etc.

La novedad presentada por el sabio es importante para quienes nos dedicamos al entrenamiento de lideres empresariales ya que las ultimas investigaciones realizadas por los equipos que coordina Ayestarán avalan una relación directa entre los resultados de un equipo y las habilidades y competencias del coordinador (entiéndase del líder, del jefe, del gerente, del encargado, del responsable del equipo etc.). Es un viejo dilema que ha centrado muchas de las conversaciones que hemos mantenido Sabino y yo en los últimos años. Finalmente las investigaciones han demostrado el vínculo entre resultados del equipo y habilidades/capacidades/competencias del líder por lo que al buscar la eficiencia en una organización conviene entrenar primero al líder y después al equipo.




Por último, un dato no menos relevante: si los objetivos empresariales han de conseguirse bajo presión y a corto plazo es mejor optar por el liderazgo unipersonal, según ha confirmado el catedrático emérito de la UPV. Sin embargo, si la organización puede ir al medio-largo plazo conviene forjar un liderazgo transformacional y compartido, propio de los equipos de innovación que tanto nos gustan a los dos. En cualquier caso -ha sentenciado el ponente- la empresa ha de clarificar qué quiere exactamente antes de realizar un encargo de consultoría. ¡Bien dicho, Sabino, porque nos meten en cada lío!


   
Todas las ponencias de la jornada pinchando aquí.
Reseña periodística pinchando aquí.


lunes, 26 de enero de 2015

Enamore a sus clientes


La "caja de cerillas" era el nombre que daban los clientes a mi primer despacho. Y aunque nunca me explicaron el porqué, supongo que la razón era el tamaño: medía nueve metros cuadrados. 

Trabajé mucho en aquel espacio porque en el año 2002 era la única entrenadora empresarial que había en el País Vasco, y porque la caja de cerillas tenía cuatro grandes ventajas: estaba en un lugar céntrico, tenía a Tomás -el mejor portero del mundo-, la renta era baja, y el ventanal daba directamente a la bahía de la Concha donde al asomarte veías el Cantábrico bailando al son de las mareas.

Dejé marchar la caja de cerillas cuando empezaron a llegar los primeros equipos empresariales y los directivos sudaban como en una sauna. El caso es que en el año 2005 me trasladé al espacio actual que los clientes llaman el "despacho zen" porque -según dicen- tiene una energía tranquilizante que vinculan al jardincillo con árboles, camelias y rosales, a los extraños objetos que tengo en la mesa y a los duendes que habitan en el tejo que me regaló Eli cuando terminamos su proceso de mejora de habilidades directivas. 


En fin, que los profesionales acuden ¡tan contentos! a los cuarenta y cinco metros cuadros divididos en tres estancias bien diferenciadas. La sala central -que es la más grande- acoge a los equipos así como diversas actividades de otros profesionales porque me gusta promover el conocimiento desde cualquier angular. También disfruto mucho como anfitriona.

El sábado 24 amaneció frío y oscuro y en el entorno de la catedral del Buen Pastor (en la fotografía) tres mendigos te asaltaban textualmente pidiendo una moneda. A las ocho y cuarto mi despacho tenía el aspecto de tierra fértil esperando la semilla del conocimiento que se centraría en las ventas como una habilidad que se aprende y asegura la sostenibilidad de un negocio. El ponente era amigo, así que teníamos por delante cuatro horas de taller que -con el pretexto de aprender- también nos haría disfrutar.



Iker Latxaga nos ofreció experiencias, textos, vídeos y espontaneidad a granel mostrándose como el bermeano que es: cercano, curtido y profesional de la venta cuya clave es masajear el hipotálamo del cliente.  ?!  Sí, de veras es lo que dijo Iker y parecía convencido.




Entre la sauna y el masaje no sé si queda clara mi profesión... Bromas aparte, el masaje al hipotálamo  se produce cuando somos capaces de reformular los deseos de los clientes potenciales al mismo tiempo que mostramos (con argumentos) que podemos colmarlos con nuestro producto o servicio.




Como se aprecia en la fotografía disfrutamos mucho. ¡Gracias Iker! y aprendimos otro tanto. Por ejemplo: que para reformular los deseos del cliente hay que escuchar no solo con las orejas sino con los ojos, la nariz y ¡la cabeza! es decir, que se procesa toda la información por tierra, mar y aire para poder servir más y mejor al cliente transformándolo en consumidor. Y finalmente la recomendación de un libro tótem: Del fracaso al éxito en los negocios, escrito por Frank Bettger. Continuará.


viernes, 23 de enero de 2015

Saltar sobre el vacío y ¡volar!


El cedro del Líbano acompaña mi paseo por el bosque del Parque Tecnológico de Miramon a la altura del Museo de la Ciencia (San Sebastián). Su corteza es gruesa y rugosa, pero lo que reclama mi atención son los surcos del pasado, presente y futuro que conviven en armonía mirando al porvenir. Calculo que el árbol tendrá más o menos mi edad porque la mayoría de sus ramas son horizontales y la altura del tronco supera los veinte metros.

El cedro del Líbano acompaña mi momento de reflexión antes de entrenar a un director general del sector de la máquina herramienta, y al director de I+D de una empresa informática cuyos sistemas de gestión avanzada aspiran al cambio mientras algunos jefes de proyecto encarnan la resistencia bajo la dura corteza de la inercia.

Llueve y hace frío (apenas dos grados) así que acelero el paso, me subo el cuello del gudrun hasta que casi me axfisia, y sigo caminando sobre el musgo y el verdín. Finalmente pongo atención en mis pies -porque el sendero resbala- y retomo la madeja de mi pensamiento:

Todo está interrelacionado -murmuro para mi misma-. Sistemas. Imposible conocer qué fue antes, si el huevo a la gallina. Laberintos. Encrucijadas de caminos, vegetación, personas y líneas temporales (pasado, presente y futuro). Sistemas de escala (individuo, equipo y organización). Mayor o menor resistencia al cambio: rigidez o flexibilidad, ideas limitantes o potenciadoras... 

¿Y el coraje? Coraje pequeño para repetir ideas, productos, servicios o procesos. Coraje mediano para arriesgarse a mejorar lo conocido, y coraje gigantesco para innovar y saltar sobre el vacío preñado de potencial. Pienso en clave empresarial, en modelos de negocio y en culturas organizacionales que todo lo impregnan: la motivación de las personas, los resultados, las inversiones, los sistemas de retribución y reconocimiento, los procesos de toma de decisiones, la tendencia a repetir errores... ¡Qué alto es el cedro! -me digo a mi misma- y quiebro el cuello hasta la copa donde asoma ¡un nido! en el que guardo algunas de mis parajadas.

  
Coaching Circle 158 del U.Lab Vitoria Gasteiz
Patricia, Irma, Azucena, Victor y silla de Mari Jose.


He comenzado el 2015 muy activa a pesar de que a uno de mis oídos le ha dado por producir vértigos -seguramente de tanto mirar a las alturas del cedro, el nido y aledaños, je je-.

Me he integrado en un grupo de trabajo denominado Economía del Bien Común que el tres de marzo próximo traerá a Euskadi (comarca de Tolosaldea, Guipúzcoa) a Christian Felber, el ideólogo del concepto y autor del libro homónimo.

Además, mañana, día 27 de enero 2015, asistiré a la presentación de los resultados del proyecto de investigación titulado "Equipos de Innovación como instrumento de desarrollo organizativo", dirigido por mi mentor Sabino Ayestarán, catedrático emérito de la Universidad del País Vasco. El acto se desarrollará en Bilbao Berrikuntza Faktoria (calle Urubitarte, 6).


                            


Finalmente, durante algunos miércoles consecutivos acudo al U.Lab Vitoria-Gazteiz que enmarca la formación en la Teoría U diseñada por Otto Scharmer y su equipo del MIT y la Universidad de Harvard. Estamos treinta personas de diferentes provincias, profesiones, edades e ideologías y vivo los encuentros como una sobredosis de aprendizaje-estímulo-desafío y complicidad.

El trabajo se realiza de manera individual, grupal (como el de la fotografía superior) y en plenario. También mantenemos una comunicación permanente a través de una plataforma on line en la que intercambiamos contenidos, libros, vídeos, fotografías etc. ¡Es una experiencia realmente colaborativa en la que nos apoyamos los unos a los otros! en cuestiones tangibles e intangibles: desde ayudar a un compañero con dificultades tecnológicas hasta alentar un proyecto emprendedor como el de Irma, mi compañera del círculo 158.




Estoy agradecida a la vida y emocionada con esta formación. Aprendo mucho y llevo a la práctica cotidiana de mi trabajo gran parte de las metodologías, enfoques, técnicas y atajos que Harvard pone a nuestra disposición. Hoy deseo compartir una pregunta para que el lector/a puedan paladear un poco la golosina del U.Lab VG:


¿En qué circunstancias de su vida se producen momentos disruptivos =
descubrimientos y soluciones sorprendentes?


Aunque mi propia respuesta se expande por el cuaderno como una mancha de tinta ocupando varias páginas, alcanzo la conclusión de que mis momentos disruptivos se producen cuando existe el desafío de buscar y hallar soluciones a dificultades de mis clientes que en ningún caso se resuelven de una manera convencional sino creando algo nuevo desde el vacío, lo que implica movilizar la totalidad del potencial.

Mis momentos disruptivos-creativos-chispeantes se producen cerca del cedro del Líbano o tomando un café en el Museo Guggenheim Bilbao cuando busco soluciones artesanas a desafíos generalistas; cuando pongo el foco en el descubrimiento de las causas -y no de los efectos-; cuando escucho lo genuino que desea emerger del silencio; y cuando los actores (de la empresa) se muestran desnudos y nadie le dice al rey que va vestido...


¿En qué circunstancias 
vive usted "momentos disruptivos" plenos de potencial?


domingo, 18 de enero de 2015

Donde hay Ego no florece el Equipo


Las personas somos seres complejos que nos retorcemos como un cable de alta tensión cuando intentamos trabajar en equipo.

Y aún cuando nos habite el anhelo de colaborar con los demás, la buena voluntad no basta para alcanzar la esquiva orilla de la eficacia-eficiencia que -al cabo de unos minutos de trabajo en equipo- se aleja como el horizonte marino.

Pero la terca y no menos esquiva realidad precisa de la energía que se alcanza con la suma de talento y voluntad, de apoyo y cooperación, en un delicado juego de equilibrios para el que no hemos sido entrenados. La buena noticia es que ¡se puede entrenar! y siempre estamos a tiempo de reconocer que los equipos de trabajo no se crean solos; que construirlos es un desafío monumental, y que obviarlos se asemeja a quien tiene cáncer y no lo quiere reconocer ni tratar permitiendo que la enfermedad (organizacional) avance de manera irreversible. 




¿Por qué nos cuesta trabajar en equipo? las razones son variadas y complejas (como los humanos y las organizaciones del siglo XXI) pero la cuestión es que el desánimo es un lujo fuera de catálogo para las empresas y que las personas no nacemos sabiendo trabajar en equipo ¡hemos de aprenderlo! razón por la que algunos profesionales ponen su tiempo, dinero y lucidez al servicio del descubrimiento de las leyes secretas que rigen el buen funcionamiento de los equipos de trabajo. Si la formación es conmigo precisan un extra de coraje ya que el enfoque es vivencial en el sentido de verse inducidos integrar en sí mismos el cambio que quieren ver en sus equipos.

Se tú el cambio 
que quieres ver en el mundo, Ghandi.




Esta vez el el regalo del universo -que agradezco en el papelógrafo que aparece en la fotografía- se produjo en Aragón, la segunda comunidad autónoma de España en la que más trabajo después del País Vasco, mi tierra.  Algo tiene Zaragoza de cruce de caminos y ciudad de acogida. Algo tiene de nobleza que alimenta el tópico, de belleza de paisajes fértiles y ventosos. Algo tiene Aragón de inquietud y búsqueda de soluciones al complejo entramado productivo de la zona. 




La instantánea -tomada desde el coche a mi llegada a la capital- muestra el azul klein bajo el que resulta alentador enseñar, entrenar y compartir conocimiento y experiencia con una grupo de profesionales fabulosos. Hemos estado dos días en el Monasterio de Cogullada totalmente concentrados en la tarea -casi enclaustrados- a pesar de que a unos metros del aula teníamos el lago (ahora sin nenúfares) el bosque, los senderos y las ardillas ¡un lugar tan bello en el que podrías quedarte a vivir! Tú y Tania, el personaje que se coló en mi maletín en el último momento y que durante la formación encarnó el rol del observador. 

Tania descolocó a algunos participantes aunque nadie formuló una queja. No al menos de manera verbal, pero el mudo observador (Tania) todo lo registra: las dinámicas de equipo, los silencios, las intervenciones, los mapas que se despliegan sobre la mesa conceptual sin darse cuenta de que nunca son el territorio, las polaridades entre las fuerzas del cambio y las de la continuidad, los soterrados pulsos de poder, el cinismo y la ingenuidad.

Esta vez Tania -su vulnerabilidad y ternura- viajaron conmigo como parte del atrezzo que propicia el aprendizaje de una metodología propia construida sobre siete pilares del trabajo en equipo que abarcan desde lo clásico a la vanguardia del management



Dado que entre los alumnos hay cinco miembros de otros tantos comités de dirección de empresas de distintos sectores de la comarca Tania fue el clic disruptivo del que habla Otto Scharmer del MIT-Boston (Teoría U), el desconcierto, la ruptura de paradigmas, la exigencia de sobreponerse a los prejuicios, la búsqueda de sentido a su juguetona presencia (Viktor Frankl). Tania fue también la interfaz en la que me forjó Alain Cardon como el lugar de máxima fertilidad en la que los milagros -en los equipos y las empresas- ¡se pueden producir!




Y al cierre llega la celebración ¡del esfuerzo y del coraje del equipo! porque ¡hay que celebrar! para consolidar el "orgullo de pertenencia", la motivación y el reconocimiento, otro de los principios que construyen los equipos como eslabones perdidos entre en el uno y el infinito. 

Los equipos son sistemas complejos que amo y nunca dejan de sorprenderme cuando entreno, formo, observo, disfruto o padezco porque siempre y al fondo de la copa aparece una mueca perversa que conozco bien: el ego ¡principal enemigo del trabajo en equipo! Continuará.


martes, 13 de enero de 2015

¡No puede ser!


Estoy en la estación. Espero un tren. Pudiera ser el tren de la vida -que en pocas ocasiones para justo donde te encuentras con tu pesado equipaje de mano-. Pero no, es una estación convencional de trenes que pitan a la salida, y que provocan un estruendo de máquina oxidada con traqueteo de arado que surca la tierra que nos sostiene y olvidamos con frecuencia. 

Con frecuencia olvidamos lo básico: el suelo, las raíces, los ancestros y la familia a la que alude uno de los fotogramas de El Hobbit película que vi el domingo rodeada de tantos niños pequeños como grandes que consumían por igual palomitas de maíz.


Cuadro de Laura Calabuig

El crono roe mis talones y dispongo de poco más de quince minutos para volcar sobre el teclado mi indignación juguetona. Les cuento: me niego a creer que un ordenador y un algoritmo sepan de mi perfil psicológico más que mi madre. 

Mientras entra en la estación un tren procedente de Barcelona que me llevará a casa, salta el bloque de las mayúsculas como si quisiera gritar ¡no se sabe qué! ¿o sí? Respiro con tranquilidad y pido a las mayúsculas que bajen el tono, que se calmen, que no es para tanto y que basta con formular por escrito lo que pensamos sobre la plataforma que a partir de 150 clics de "me gusta" en Facebook acierta sobre mi perfil psicológico más que mi progenitora -inteligente, dulce y sabia donde las halla-. Porque... además... ¿acaso saben la diabólica máquina y su algoritmo con qué textura me gustan las croquetas o si las prefiero de bacalao? Me niego a aceptar esa aberración. 

Llega mi tren y me estoy quedando sin batería. Les dejo ahora. Si puedo me conectaré más tarde. Si tienen curiosidad pueden leer toda la información sobre las investigaciones de las Universidades de Cambridge y Stanford -que avalan la hipótesis formulada- pinchando aquí. Adiooosss. 


domingo, 11 de enero de 2015

¡Bajo shock!


Veintiún veleros, un yate pequeño y dos lanchas de la cruz roja se cuelan en mi pupila derecha mientras paseo por la bahía de San Sebastián. Las embarcaciones adornan el Cantábrico y La Concha -esa tacita de plata que es mi ciudad de acogida- y permanecen ajenas a la marejada que se agita en mí.

Junto al naranjo que hay en la trasera del Palacio de Miramar una mujer con capucha alimenta a los jilgueros bajo el chirimiri (lluvia fina propia de mi tierra). Del interior del palacio emerge música clásica porque la sede del Conservatorio Superior de Música del País Vasco -Musikene- abre casi todos los días del año. Música de un tiempo en el que las desigualdades -que las había- no eran tan conocidas ni estaban tan documentadas como hoy -un domingo cualquiera al comienzo del 2015- en el que las naranjas se cuelan en mi pupila izquierda y no molestan porque sigo paseando en busca de una inspiración que  me traiga directamente al blog, a ustedes: los lectores.




Atiborrada de prensa económica noto un sedimento de amargura que no es nuevo aunque resulta más estridente que en el siglo XVIII cuando la música del barroco sonaba en los salones del palacio de Miramar. Algunos titulares sustituyen la cruda (y exacta) palabra "desigualdad" por la de "disparidad". Maquillaje para una realidad cuyas brutales cifras se imponen: los hogares españoles son de los que más se han empobrecido entre 2007 y 2011 y en un ranking de 33 países de la OCDE aparecemos como la cuarta nación más pobre. Otro dardo al ojo del ciego que no quiere ver: el paro en Alemania es del 4,8%; en Estados Unidos e Inglaterra ronda el 6%;  y en España ¡un 23,7%! 

Pero ¡seamos optimistas! en el mundo la pobreza extrema disminuye si bien se sigue cebando con África subsahariana e India. 

Al sedimento amargo de la prensa económica sumo las tareas del curso que realizo con la Universidad de Harvard para fortalecer mis competencias como change maker (persona que acompaña el cambio en las organizaciones). 

El curso tiene un hermoso título: Transformando los negocios, la sociedad y a uno mismo. En abreviatura: Teoría U. 

Dedico parte del fin de semana a ponerme al día con las lecturas y el visionado de la película Fire in the blood un film escrito, dirigido y producido por Dylan Mohan Gray (en la fotografía) en cuyo país de origen (India) estuvo cinco semanas en cartelera, todo un récord. 




Las desigualdades económicas de las que escribe Thomas Piketty tienen un volcado dramático cuando se trata de abordar epidemias o enfermedades mortales como el sida -núcleo central de Fire in the blood- porque se pone en evidencia que el diferencial entre vivir o morir no reside tanto en la fortaleza física, edad o credo del paciente cuando de su renta per cápita, y hubo un tiempo -no lejano- en el que carecer de medicamentos como Biozole, ARVS o el AZT  para paliar los efectos devastadores de la enfermedad representaba un viaje irreversible hacia la muerte.

Tras ver el documental -que dura ochenta y tres minutos de entrevistas, música y ritmo pautados- y tomar las correspondientes notas para mis tutores de Harvard, estoy bajo shock. Triste. Golpeada. Tocada. Vuelco para ustedes algunas de las expresiones del film que aún repican en el tímpano de mis oídos:



Genocidio por Negación (del sida, de la ayuda humanitaria, de los medicamentos genéricos). Morir por ser pobreMonopolio (de los medicamentos) durante décadas. El pecado es no tener medicinas accesibles en zonas desarrolladas del planeta. Ocho mil muertes al día, titular del New York Times. Los gigantes de la farmacia dejan morir a miles de personas y un grito ¡comparte tus medicinas! Dieciocho millones de personas han muerto y se podía haber evitado. Hay que presionar para que los cambios ocurran...




Me quedo con la inspiración de un tramo de la última frase: ... que los cambios ocurran, el núcleo de mi vocación, el sentido de mi trabajo en las organizaciones, lo que inspira mi escritura en el blog, los entrenamientos con clientes, el paseo de esta mañana en la bahía, la contemplación de las naranjas y los jilgueros, la lectura de la Teoría U y la relación con mi vecina, Mentxu, que no acaba de entender mi oficio.

jueves, 8 de enero de 2015

¿Cambiar tu vida? Propuesta de Rilke, el poeta


El sentido de pertenencia es troncal en las personas y en las organizaciones. Desde hace un par de semanas estoy integrada en una formación que lideran conjuntamente la Universidad de Harvard y el Massachusetts Institute of Technology (MIT) lo que hace que me sienta inspirada, contenta y con muchas ganas de compartir. Lo hago a la velocidad que permite mi teclado.





En la foto superior observamos a Otto Scharmer practicando la lección que impartirá en tiempo real el día 14 de este mes de enero  de 2015 desde el MIT para 22.000 personas de 187 países inscritas en el U.Lab Massive Open Online Course -MOOC- en el que participo desde el U.Lab de Vitoria-Gasteiz cuyo anfitrión es Nice Lazpita. En la fotografía inferior están algunos de mis compañeros, parte de los 28 miembros del círculo de aprendizaje de la capital alavesa:





Utiliza Otto Scharmer una frase del poeta alemán Rainer Mª Rilke para que se pongan en marcha los llamados change-makers o "hacedores del cambio" a nivel planetario. La frase no es otra sino: you must change your life (debes cambiar tu vida) algo que tiene sentido plantearse al comienzo del 2015, aunque yo suavizaría el "debes" por ¿quieres? ¿apetece?



Vivir centrado, fluir o -como dicen los atletas de élite- permanecer en "tu zona" sabiendo practicar la atención plena es parte del entrenamiento en la Teoría U -del MIT- y quizá no sea casual la fuerte influencia del budismo zen en Otto Scharmer y su equipo, ni el hecho de que la estatuilla del buda observase en silencio el desarrollo de los dos encuentros de nuestro U.Lab de Vitoria.




El propio senior lecturer del MIT y co-fundador del Presencing Institute y una de sus colaboradoras más cercanas, aparecen en la última imagen del post realizando un seguimiento en tiempo real de la segunda clase del curso sobre la Teoría U que se desarrolla durante seis miércoles consecutivos a las nueve de la mañana (hora de Boston) tres de la tarde, hora española. 




The Huff Post 8 de enero de 2015 recoge un artículo publicado por el profesor referencial. Me llena de orgullo ser una de las 535 personas que participan en el curso desde España y un miembro activo del único U.Hub que se ha configurado en nuestro país.


domingo, 4 de enero de 2015

Los equipos ¡palanca del cambio intencional!


Doce años buceando en el mar de la consultoría artesana no son nada para completar el puzzle que me permita comprender el mundo a unos metros de profundidad de las fútiles apariencias. Profundidad. Reflexividad. Aunque de vez en cuando tengo la suerte de toparme con una pieza del puzzle ¡algo que celebro!

¡Pongamos que encuentro un coral! ¿Qué hago? Con delicadeza lo guardo en la mochila que cuelga de mi espalda, sonrío y prosigo mi búsqueda de otras piezas cuyas formas, texturas y colores completen mi visión del mundo y su complejidad. ¿Para qué? Para más y mejor contribuir al mundo desde mi angular de consultora artesana.

Esta búsqueda sin tregua lejos de agotarme me estimula intelectualmente porque el hallazgo de trozos parciales de verdad causa en mi una honda y placentera reflexión que me divierte. Sinápsis. Aunque el mayor regalo viene después: cuando lo comparto con los demás.




Imaginemos que me obsesiona la idea de que el mundo se puede mejorar e incluso -en un supremo delirio- que cualquiera puede contribuir allá donde se encuentre en la vertical acuosa en la que nadamos como en un magma sólido.

Si cualquiera de nosotros puede contribuir a la mejora del planeta y sus habitantes cabe preguntarse ¿cómo hacerlo? A través de nuestra profesión estemos arriba, abajo o a los lados de la pirámide productiva, si bien es cierto que a más altura ¡más capacidad de influencia! En cualquier caso creo que la principal contribución de los humanos a la colectividad es la práctica profesional vivida de una manera trascendente (integradora y con sentido).




Sigamos con el delirio. Si bien cada persona puede impactar en su entorno, juntos podemos ir más rápido, más lejos y a mayor profundidad de comprensión del mundo, su magia y complejidad. 

El caso es que podemos contribuir a la mejora de la vida en el planeta a través de los equipos a los que pertenecemos. El trabajo en equipo es uno de los corales que he hallado en la última década y en el que concentro mi contribución laboral, publicaciones y docencia. ¡Es algo importante para mi! Los equipos orientados hacia la transformación del mundo con una mirada generosa que incluye el bienestar de la totalidad. 

Los equipos son el eslabón perdido entre el uno (la persona) y el infinito (el todo). Los equipos transitan del yo al nosotros y del nosotros ¡al todo! Los equipos de trabajo hacen posible la transformación del llamado EgoSystem al EcoSystem. Los equipos fertilizan a los humanos reforzando en principio sistémico de "pertenencia" (inclusión). No es posible trabajar en equipo sin practicar la interdependencia, la colaboración y la cooperación. Los equipos de trabajo depuran la apatía de los sistemas en los que funcionan para colmarlos de motivación y desintegran el desánimo al cultivar la esperanza e incluso en ocasiones la utopía aterrizada. En los equipos de innovación es posible apreciar la diferencia y alcanzar la complementariedad de habilidades, inteligencias, formaciones y culturas. Para trabajar en equipo es imprescindible superar la estéril dicotomía de la "o" y practicar la negociación fértil de la "y": tú y yo, tus intereses y los míos (win-win). En una palabra: todos tenemos la posibilidad de mejorar el mundo mediante una práctica consciente de nuestra profesión que adquiere una dimensión trascendente cuando trabajamos en equipo. 




Este es mi gramo de verdad y mi coral: los equipos como palanca de un cambio intencional que transforma y trasciende la vida en las empresas y en el planeta practicando una y otra vez comportamientos que quisiéramos tuvieran con nosotros, frase bíblica que actualiza el teólogo y escritor Hans Küng a quien releo en Reivindicación de una ética mundial, libro que recomiendo.



Del Egosystem al Ecosystem. Otto Scharmer. Teoría U. MIT.
Interdependencia. Sabino Ayestarán. Universidad del País Vasco.
Reflexividad. Michael West. Universidad de Lancaster.
Complementariedad. Meredith Belbin. Cambridge, Inglaterra.
Etica mundial. Hans Küng. Universidad de Tubinga, Alemania.