domingo, 29 de octubre de 2017

Si no lo ves ¡no lo puedes cambiar!



No por mucho repetir que "hay que escuchar" se interioriza como una habilidad esencial de los humanos dentro y fuera del marco productivo, igual que no por mucho madrugar amanece más temprano.

Escuchar forma parte del conjunto de competencias vinculadas a la comunicación -que representa el 90% de todas las dificultades empresariales- que se alza como la competencia estelar de la gerencia. 

Superada la obviedad de que escuchar es algo más que oír, las consecuencias de una escucha deficiente son preocupantes porque detrás de la sordera directiva hay una negación de lo que no se quiere aceptar porque provocaría una zozobra ética que obligaría a una solidaridad que no siempre se quiere aportar.





Afirma en El País el arquitecto más famoso del planeta, Norman Foster, que en su estudio de Londres -en el que trabajan 1.300 empleados- lo que se hace es: "... escuchar, preguntar y comprender..." antes de diseñar, dibujar o proyectar cualquiera de los megaedificios que construyen en cualquier lugar del planeta.   

La activista y diseñadora británica Carry Somers lleva cuatro años poniendo conciencia en el proceso productivo de la moda después de que en el año 2013 se derrumbara una fábrica textil en Bangladés donde murieron más de mil personas. ¿Quién ha hecho tu ropa? es el slogan de la campaña por la transparencia en la creación de las prendas por personas explotadas de manera obscena. Somers viaja a las fábricas con frecuencia porque -según dice- si no lo ves ¡no lo puedes cambiar! 




Escuchar no es oír. Escuchar es ver. Escuchar es ver ¡lo que es! la realidad que -aun siendo poliédrica- presenta una silueta reconocible para todos. 

Si los líderes no optan con radical honestidad por escuchar, llevaran a sus naves contra las rocas siguiendo cantos de sirena. ¿Qué hay que escuchar? lo que acontece en sus empresas y los empleados transfieren, lo que los clientes comparten y lo que hace la competencia, lo que los proveedores alertan y lo que el mundo necesita...

Escuchar es algo más que un estribillo de moda. Escuchar es poner consciencia ante lo que acontece sin cerrar los ojos y taponar los oídos, es reconocer la necesidad de cambios urgentes, importantes y necesarios en las empresas. 


jueves, 26 de octubre de 2017

Ataque de pánico ¡Cuestión de percepciones!


El árbol de casa pierde sus hojas al viento del otoño que no afecta a otras plantas, porque cada uno vive la feria ¡según le va en ella! Y la magia siempre cae del lado de quien decide seguir adelante, contra viento, marea, otoño o primavera.

Ajenos al calendario, los llamados "pendientes de la reina" señorean a mi lado mientras bebo el primer termo de kukicha, brebaje que calma la adrenalina de la jornada vivida ayer en Bilbao.


El Gobierno Vasco organizó un encuentro en el Archivo Histórico de Euskadi (María Díaz de Haro, 3) en el que tres profesionales internacionales y cinco nacionales aportamos una ponencia sobre nuestra especialidad bajo el slogan "Responsabilidad Compartida" ante más de un centenar de expertos en seguridad vial.


El evento estuvo organizado con la exquisitez de una junta en la sede del parlamento europeo. Sin exagerar: impecables azafatas trilingües, cafés y bollitos, recepción de bienvenida, enormes pantallas y micrófonos de todos los estilos: diadema, solapa, de mano, de atril... ¡Seguro que en la encuesta de satisfacción obtuvieron un sobresaliente! 



La invitación a participar la recibí de Sonia Díaz de Corcuera, Directora de Tráfico del Gobierno Vasco, con excelente capacidad comunicativa y humanidad en todos sus gestos dentro y fuera de los focos...

Pese a mi ya larga experiencia como speaker, viví dos momentos de pánico que pasaron tan desapercibidos por el público como conscientes para mí. Uno, cuando ya me encontraba sobre el escenario y me presentaban -momento en el que tuve físicamente el impulso de huir (corriendo por el lateral derecho, exactamente igual que en los dibujos animados)-, y otro durante la comida en la que estaba sentada junto a un fiscal, un consejero del gobierno vasco, un doctor en psicología y un renombrado director creativo. Mientras me fundía con el queso de rulo del primer plato no podía dejar de preguntarme ¿qué hace aquí la hija de Miguel y Azucena (mis padres)? y todavía no he podido contestarme.  


El director creativo, David Caballero, (en el atril) compartió media docena de anuncios  de BMW diseñados bajo su supervisión entre los años noventa y 2017 en los que era posible descubrir el "juego de espejos" de las percepciones humanas en la toma de decisiones. Cabe otorgar a Caballero la credibilidad de quien ha recibido numerosos galardones en Cannes, San Sebastián y Nueva York por sus campañas para Ikea, el Corte Inglés o Coca Cola.

Durante mi ponencia martillee con mi copla sobre el "sufrimiento innecesario" en las organizaciones productivas y recuperé la estrofa que acompaña todas mis intervenciones: los enemigos de los equipos son el ego, los grupúsculos y la falta de honestidad. Después aposté por la Teoría U, la Economía del Bien Común y la Reinvención de las Organizaciones como luces al final del tenebroso tunel del tiempo que vivimos.

Al cierre de la jornada el publicista pidió un taxi que compartió con los invitados internacionales que se dirigían al aeropuerto de Loiu (Vizcaya). El resto les acompañamos hasta que llegó el coche y -en el último momento- Caballero me preguntó: Azucena ... ¿cómo se acaba con los grupúsculos...? el taxista puso en marcha el vehículo y arrancó. Yo me prometí escribir la respuesta otro día, en otro post. Continuará.



sábado, 21 de octubre de 2017

Desempeño = Potencial - Ruido





En la cima de su carrera, estos profesionales se afanan por seguir aprendiendo para mantener un as en la manga del futuro. Un arquitecto y dos ingenieros de tres empresas punteras en su sector (consultoría, telecomunicaciones y tics-electrónica) fortalecen competencias de liderazgo al frente de equipos de innovación. Ciertamente, en 2017 todos nos encontramos ante el desafío de inventar nuevas formas de vivir y trabajar que mejoren los resultados económicos y nos mejoren como personas al mismo tiempo. 



Desempeño = Potencial - Ruido


¿De qué hablan? Del "ruido" que lastra su enorme potencial como un freno de mano alzado en un ferrari. ¿Qué ruido? Las ideas limitantes, el miedo, el estrés, la soledad, la falta de reconocimiento, el ego, la vanidad... Todos podemos asumir ese listado porque estamos "en construcción" -como la página web que dí de alta hace tres años y cuya clave de acceso he olvidado-. Ruido es todo lo que empequeñece la línea del horizonte que nos pertenece y a la que somos llamados por el destino. Desempeño = Potencial - Ruido. Se trata de una fórmula que me enseñó un directivo de Aernova -experto en motores- quien explicó que el ruido también incapacita a las máquinas para alcanzar su máximo potencial.




Entre otros contenidos, la exploración de la "fórmula del desempeño" tuvo lugar ayer en Bilbao por parte de los dieciséis alumnos que integran la décimo segunda promoción del curso Construir Equipos para Transformar Organizaciones que he ido creando con primor -en los últimos quince años- como un experimento de alquimia, y cuya próxima edición en Zaragoza (quinta en la capital aragonesa) comenzará el 10 de noviembre de 2017. ¡Ojalá nos veamos allí!


miércoles, 18 de octubre de 2017

Otro mundo ¡es posible! depende de nosotros



Cuando me invitaron a participar como ponente en el congreso anual de seguridad vial (Dirección General de Tráfico) les dije que ¡muchas gracias! pero que soy temeraria incluso en carreteras secundarias. 

Una vez asimilaron la broma, persistieron en el intento explicando que mi intervención formaría parte del bloque temático vinculado al "factor humano" Hum... ¡el factor humano! eso me sonaba más cercano. Pero cuando realmente me convencieron fue al citar a Aitor Aritzeta a quien admiro por ser co-autor de varios libros de cabecera del mundo de los equipos junto con mi mentor, el franciscano Sabino Ayestarán. El doctor Aritzeta sería el moderador de las tres ponencias vinculadas al "factor humano" y en el tiempo adjudicado a mi intervención yo podría desarrollar cualquier hipótesis vinculada a mi trabajo con profesionales, equipos y empresas.

Como siempre, el señuelo de la libertad atrapó mi interés y orientó mi caleidoscopio mental en busca de aportaciones en el marco de una sala abarrotada de técnicos nacionales y expertos internacionales en seguridad vial. 

Hechas las sumas y las restas de cuarenta años de vida laboral vinculadas a las personas, comparto algunas observaciones -quizá temerarias como mi propia conducción en carreteras comarcales-.




Primera observación: constato mucho dolor en despachos y fábricas de empresas de todos los sectores y tamaños. Como piojos en costura, las organizaciones están infectadas de un sufrimiento innecesario que enferma a las personas, los equipos y al propio tejido empresarial. Fíjense que mientras el sobre-esfuerzo, la globalización de los mercados, la salvaje competitividad, o las dificultades inherentes a la falta de financiación no resultan mortales, las relaciones interpersonales tóxicas -carentes de alma- acaban por destrozar la belleza de cualquier proyecto.




Segunda observación: existen tres venenos mortales para los equipos de trabajo. ¿Cuáles son? El ego, los grupúsculos y la falta de honestidad, y los tres provocan sufrimiento innecesario. El ego prioriza el interés individual en detrimento del colectivo. El "yo" por encima del "nosotros". Los grupúsculos son reinos de taifas en los que estás conmigo o contra mí, una posición excluyente que destruye los cimientos de la totalidad. Finalmente, la falta de honestidad es el cajón de sastre de la traición, la mentira, la manipulación y la ausencia de coherencia entre el "siento, pienso, digo y hago". La ausencia de honestidad hace añicos la credibilidad de los líderes y el juego limpio en los equipos y enferma a las organizaciones por: desmotivación, rotación en los puestos de trabajo, absentismo,  fuga de talento... y -como consecuencia de todo ello- merma de la cuenta de resultados.

El factor humano tiene la grandeza de los dioses y la miseria de los demonios. Nosotros elegimos cada jornada -en cada decisión y comportamiento- de qué lado inclinamos la balanza.

Sería fabuloso poner al servicio del mundo lo mejor de nosotros mismos ¡esa parte de grandeza que compartimos con los dioses! Sobre la posibilidad de crear un mundo mejor trabajan algunos investigadores relevantes que -aun perteneciendo a distintas generaciones y contextos- apuntan en una misma dirección. Enunciemos sus propuestas:

En Estados Unidos emerge la Teoría U -desarrollada en el MIT por Otto Scharmer y su equipo (Peter Senge, Arawana Hayashi)- cuya aplicación en varias empresas e instituciones vascas (como el ayuntamiento de Vitoria) está siendo una bella experiencia-. En Austria surge La Economía del Bien Común  diseñada por Christian Felber quien ha estado varias veces en el País Vasco y lidera una red colaborativa internacional. Finalmente sigo muy de cerca la propuesta de Reinventar las Organizaciones lanzada por el belga Frederic Laloux en su libro homólogo donde propone empresas teal-evolutivas en las que el respeto al medio ambiente, la ética y el buen gobierno sean compatibles con la sostenibilidad de los negocios, el desarrollo de los profesionales y la satisfacción de los stakeholders.

Todo el tiempo el factor humano decide priorizar el ego o el bien común; la honestidad o el fraude; la solidaridad o la codicia. La decisión nos pertenece a usted, a mí... ¡a todos! 

Es una evidencia que la humanidad avanza imparable en tecnología y en creación de productos y servicios, pero no crecemos con la misma celeridad en grandeza porque olvidamos que un médico no es alguien que "corta y cose", sino un profesional que salva vidas; y porque un albañil no es alguien que pone ladrillos sino un profesional que crea espacios donde rezan los hombres; y porque un policía no es alguien que hace controles de alcoholemia, sino una persona que nos protege de accidentes propios y ajenos. 

Lo que hacemos cotidianamente ha de tener un propósito y quien tiene un para qué encuentra un como al servicio de lo trascendente que nos diferencia de los robots y los drones.

Como un ADN portamos el "factor humano" cuajado de grandeza para surcar el firmamento y hacer de este planeta un lugar mejor cuando nos hayamos ido. Y, por favor, ¡no pierdan de vista a esos tres impostores: el ego, los grupúsculos y la falta de honestidad!



viernes, 13 de octubre de 2017

Mejor en armonía que enrabietados



El día ha comenzado con un ala rota y -aplicando toda mi magia- he conseguido evadir la nostalgia que luchaba por hacerse consciente-presente en mi actividad profesional. Confieso que he conseguido salir airosa tirando de oficio más que de alegría, pero cuando al final de la tarde he llegado a casa, mi ánimo chapoteaba del lado oscuro, así que me he aferrado al teclado del ordenador como un naufrago al escollo del navío.

Una persona a la que conocí se ha suicidado dejando tras de sí algunos sueños y un inmenso amor por la vida, que la vida no ha correspondido. Me he puesto seria por dentro al comprender la fragilidad humana ante la bestia del dolor que -a veces- nos gana la partida. 




La jornada ha traído sus desafíos, y yo he acudido puntual a la cita con dos equipos industriales (de diferentes empresas) en los que han salido a flote algunos corchitos que llevaban tiempo sumergidos en el fango: ciertas tensiones interpersonales aliñadas con un pizca de ego, cortoplacismo, ambición y crueldad. Me he sentido frustrada al sentir la modestia de mi oficio para transformar el mundo (empresarial).  

Sobre la mesa de trabajo tenía abiertos los apuntes de la master class que impartiré en Bilbao -la semana que viene- a una veintena de directivos a los que explicaré que entre los factores que aseguran la viabilidad de un equipo destaca uno: la capacidad de ayudarse mutuamente. Ayudarse. Mutuamente. ¿A qué esperamos para recuperar las alas?



Cansada pero aún lúcida, me he ido a la cama con el informe del World Economic Forum que sintetiza las características de los profesionales del futuro (2020): resolver problemas complejos, pensamiento crítico, creatividad, gestión de personas (¡ay las personas!), coordinación con otros, inteligencia emocional, criterio en la toma de decisiones, orientación al servicio (¡ay el servicio!), flexibilidad cognitiva y negociación.

Recompongo mis alas para sobrevolar corchitos que emergen del fango, de vez en cuando, en las organizaciones y -de paso- aligerar sufrimiento innecesario provocado por el factor humano -del que otro día escribiré-.  


martes, 10 de octubre de 2017

Nunca darse por vencido. ¡Resiliencia!


Cuentan... que los judíos que sobrevivieron a los campos de concentración nazis compartían una característica. Narran... que caminaban descalzos sobre el hielo, que la zarpa del hambre les arañaba el estómago, que padecieron humillación, desprecio y una radical ausencia de ternura. Quienes sobrevivieron tenían algo en común ¿qué era?

En un entorno hostil -cuyas reglas y circunstancias no podían modificar- la única esperanza estaba en el interior de cada prisionero, porque podían despojarles de la ropa pero no del alma, y faltarles al respeto pero no doblegar sus convicciones, porque podían mortificar el cuerpo y tratarlos como alimañas, pero ellos poseían un arma imbatible.

Uno de prisioneros fue Viktor Frankl -neurólogo y psiquiatra austriaco- a quien sin duda sus conocimientos de la mente humana y sus infinitos recursos le permitieron movilizar el "poder la actitud" en favor de su vida y la de su hijo -recluido con Frankl en diversos campos de concentración entre 1942 y 1945-.




Con esta anécdota comencé ayer el entrenamiento de un equipo industrial que atraviesa una época frenética de pedidos. Empecé con la "resiliencia" porque se les percibe agotados (físicamente) y emocionalmente desinflados; además, cada vez que avanzo entre las máquinas oigo con frecuencia la frase "morir de éxito". 

Dado que ni ellos ni yo podemos modificar la carga de trabajo, ni las condiciones en planta, ni las exigencias de los clientes internacionales, ¿qué nos queda? crear una solida base de "resiliencia" sobre la que trabajar juntos, alineados, con una actitud positiva, solidaria y humanista en la que también tenga cabida el humor. 



Quien tiene un para qué,
encuentra un cómo.


Mi propuesta de practicar la resiliencia como elemento que les permitiera afrontar la situación en las mejores condiciones posibles fue desestimada antes de calar como concepto, ya que lo entendieron como "resignación", cuando -en realidad- es ¡justo lo contrario! 

Al amparo de la resiliencia viven: la actitud positiva, el apalancamiento en las fortalezas, el cambio, la solidaridad, cooperación, e incluso la complicidad risueña entre compañeros.

La resiliencia exige un análisis de situación, una lúcida separación entre lo que no puede ser cambiado de aquello que se puede modificar, movilizando los recursos que poseemos. ¿Cuáles? relativizar el presente a la luz de los aprendizajes del pasado,  bregando con fiereza por la creación de un futuro esperanzador. 

Mientras la resignación es claudicar ante las circunstancias sin pelearle a la vida el último suspiro para cambiar un destino, la resiliencia es un punto de apoyo sobre el que mover nuestro universo sin darnos nunca por vencidos.  Volveré a la carga en el próximo entrenamiento en el que quizá pueda transmitir mejor las bondades de la resiliencia sin las cuales despojamos a vida de profundidad y -en muchos casos- el sentido.


jueves, 5 de octubre de 2017

Gestionar Equipos es desafiante y ¡se aprende!


El otoño acelera sus pasos y mis pies no alcanzan la velocidad de las hojas que sopla el viento, esta mañana, en San Sebastián, Bilbao y Zaragoza, ciudades que acompañan mi devenir profesional y donde siento que la "tribu" me acompaña. 

La tribu de los profesionales que anhelan un mundo mejor, y dan un paso al frente -entre la hojarasca- para transformar las organizaciones productivas. ¿Cómo? mediante la creación de equipos de trabajo donde los profesionales son personas y -porque son personas- resultan mejores profesionales.

La tribu de quienes tienen un para qué y encuentran un cómo. ¿Para qué crear equipos? Para evitar el sufrimiento innecesario en las empresas y -de paso- mejorar el clima laboral, reducir el absentismo, incrementar la creatividad, retener el talento y ¡mejorar la rentabilidad!

Esta vocación-obsesión se lleva mis días por delante con enorme satisfacción, y aunque mis viajes me llevan lejos, casi todo el tiempo vuelven a la triangulación Bilbao-San Sebastián-Zaragoza donde los proyectos sembrados florecen con la magia de las cosas que se cuidan con cariño. 




El curso de creación propia "Construir equipos para transformar organizaciones" alcanzará este año su decimotercera edición (quinta en Zaragoza) donde se ha ido configurando como una formación de referencia para empresarios, gerentes, profesionales liberales y emprendedores. Sintetiza siete formaciones internacionales del mundo de los equipos y tiene una duración de seis meses. 




¿Qué encontrará quien se acerque a este curso? una variedad de perfiles profesionales, multitud de sectores y especialidades, un ambiente risueño-juguetón, un enfoque esperanzado de los negocios, herramientas y técnicas que realmente funcionan en el trabajo con y para las personas, un planteamiento disruptivo-innovador, amplia bibliografía que permite seguir aprendiendo durante mucho tiempo después, una practicidad radical con estudio de "casos" empresariales, y la atención, cariño y profesionalidad, de Mayte, Alberto, Virginia, Sonia, Inocencio, Bea, Susana, Lola, Pilar... el equipo en el backstage que hace que todo sea fluido y eficaz.