Existe en Massachusetts un Instituto Tecnológico en el que investigan los celebros más privilegiados del planeta. Baste decir que de sus aulas han salido 71 plemios Nobel ¡ahí es nada! Un auténtico vivero de genialidad. ¿Qué tienen esos humanos que no poseamos el resto? Para empezar, una formación académica cuidadísima -provienen de las mejores universidades del mundo-, para continuar un poder adquisitivo medio-alto: el último curso la matrícula ascendía a 23.000 euros, para terminar que todos ellos son persistentes buscadores del oro de la excelencia científica, cada uno en su campo, en su especialidad.
Llegan al Instituto Tecnológico de Massachusetts cuando ya han logrado sus propios éxitos... allí, en el MIT, colaboran entre si, suman, los cerebros más pesados de la tierra, los más rápidos, los mejor focalizados... y se ponen a trabajar de manera interdisciplinar, coctelados... Y cuando un alumno-genio lanza una idea, la más loca que usted pueda imaginar, lejos de amonestarle con lo que en ocasiones decimos los profesores y/o los padres a nuestros pupilos: ¡¡¡Baja de la estratosfera, aterriza, deja de soñar!!! Lejos de llamarles txoriburus (cabeza de chorlito en el País Vasco)lejos de apearles de sus inventos, les aleccionan y arengan con la pregunta del cómo... ¿cómo llevar esta idea a la práctica?
Muchas se desestiman, desde luego, sin embargo algunas se convierten en auténticas revoluciones médicas, en hallazgos científicos de gran magnitud, en saltos cuánticos en la evolución humana, en soluciones tangibles al día a día de los ciudadanos.
Es lo que a veces en mis cursos de creatividad denomino "creatividad en dos fases": La primera, dando hilo a la cometa, hasta el tope, bien alto, soñar, imaginar, investigar, estudiar, mezclar, hasta quedarnos sin hilo.
La segunda, bajando la cometa, recogiendo el sedal hasta la zona de brisa en la que la idea, la propuesta, el negocio, la actividad puedan realizarse.
Primero el qué, bien alto, hasta el cielo y aún más allá con la fuerza de nuestra imaginación. Después el cómo haciendo viable la genialidad, el desafío, la innovación, la belleza estética, sonora, visual...
Setenta y un premios Nobel ha salido de las aulas del MIT y un sólo punto negro... Los genios, a veces, pagan un cierto precio por su excelencia en términos psicológicos. La presión es alta, el rendimiento que se auto-exigen altísimo, el nivel intelectual espectacular. Todo ello se traduce en un 16% de estudiantes que han de pasar por los servicios psiquiátricos para tratar desajustes anímicos, psicológicos o espirituales.
La excelencia está en la cumbre, desde luego.
Como siempre, no exenta de riesgo.
domingo, 31 de agosto de 2008
jueves, 28 de agosto de 2008
Biografía II
Las niñas buenas van al cielo... y las malas a todas partes. Tardé algunas décadas en descubrir el transfondo auténtico y real de esa idea que, por cierto, es el título de un libro. Piénsenlo, tiene su punto chispeante y conecta -de algún modo- con la polémica (casi el enredo) que está generando la entrada "Trampas" (bastantes emails, gracias).
Las niñas malas se rebelan ante su destino. Retomo la Biografía I. Recordarán que yo tenía dos sueños: ser periodista o psicóloga y aunque mi familia me puso a trabajar con 18 años recién cumplidos, yo ya era un rule braker, una rompedora de normas, ya hacia "trampas" a mi destino. Conseguido el primer sueño, colmado casi hasta la saciedad tras casi dos décadas de trabajo como periodista y directiva de RTVE, después de publicar un par de libros y dirigir algunos talleres de creatividad, de escritura... me tomé un año sabático, un año de parón, lejos del mundanal ruído.
El domingo día 10 de marzo de 2002 el prestigioso periodista de EL PAÍS, Vicente Verdú, publicaba en la sección Tendencias -a página entera- un artículo titulado "El auge del Coaching, Técnicas para entrenar el espíritu" junto a una fotografía de la entonces senadora Hillary Rodham Clinton. Leí aquellas cuatro columnas más sus correspondientes ladillos y sumarios unas... ¿diez veces? sí, de veras. Aquel artículo, primero que se publicó en España sobre el Coaching cuando apenas una sola organización formaba en esa emergente profesión (hoy son decenas) viajó en el fondo de mi bolso, plegado en el cuaderno en el que vuelco proyectos y artículos. Viajó conmigo durante algunos meses. Llegó a estar amarillento, cuarteado en sus bordes, emitiendo reiteradamente su llamada cantarina, hasta que decidí hacerle caso, aquello era lo que yo quería hacer: acompañar a las personas en momentos de cambio, en fases de desafío, acaso poner luz -como Hécate- para que los humanos se atrevan a soñar, a elegir el camino menos transitado, el suyo, a poner a ese sueño una fecha límite y unas piernas, es decir, un plan de acción.
Me formé como Coach en la primera promoción española (Olacoach, pioneros del Coaching en nuestro país). Después he realizado muchos cursos más a través de programas europeos (Hobetuz), de diversas Asociaciones de Psicólogos, directamente con gurus internacionales como David Matthew y Sir John Whitmore... Me integré como miembro fundacional en la Asociación Española de Coaching, Asesco, y abrí un pequeñísimo despacho de Coaching en el centro de San Sebastián, el llamado por mis clientes "la caja de cerillas" en homenaje y recuerdo de un artículo muy leído y comentado -en Internet- entre los años 2003 y 2005.
Desde entonces siento que aprendo cada día, cada una de las más de tres mil horas de trabajo directo con líderes, con equipos, con personas de a pié. Esta es una profesión experiencial, mejora con la práctica, con el paso del tiempo, como el buen vino. Y según las estadísticas muchas de las mejores y más cotizadas Coaches son mujeres, mujeres mayores. Genial... aún tengo futuro para ser mala, ir a todas partes y seguir realizando un trabajo tan absorbente como fascinante, tan delicado como enérgico, tan teórico como práctico, tan balsámico como desafiante. El trabajo de ser Coach a jornada completa, full time, y de creérmelo. En eso no hago trampas. Con mis clientes, ninguna trampa. Quizá, algún día me anime a publicar algunos de los elogios escritos y firmados que me remiten por lo que obtienen del Coaching, por lo que sienten tras el Coaching, por añadir colores, sabores, olores, al asfalto monocolor que -parece- quieren imponer los hombres grises (referencia literaria al cuento Momo).
¿Y la fotografía de Hillary qué pintaba allí? se preguntarán. Al parecer, la entonces primera dama norteamericana había solventado algunas de sus principales crisis domésticas y profesinales gracias al trabajo con un Coach lo que ya entonces reconocía pública y orgullosamente. Hillary como estandarte de persona triunfadora, glamourosa, rica, mediática, influyente y por todo ello con visión para apoyarse en un profesional del Coaching que le ayudó a mantener la cabeza fria, la estrategia suficiente, como para no añadir brasas al caso Mónica Levinsky. El Coaching no es terapia, gustaba repetir Hillary, es para personas que no renuncian a sus sueños y poseen la inteligencia y el valor de medirse y de mirarse en el espejito mágico del Coach... Exige coraje. No es para blandos.
Las niñas malas se rebelan ante su destino. Retomo la Biografía I. Recordarán que yo tenía dos sueños: ser periodista o psicóloga y aunque mi familia me puso a trabajar con 18 años recién cumplidos, yo ya era un rule braker, una rompedora de normas, ya hacia "trampas" a mi destino. Conseguido el primer sueño, colmado casi hasta la saciedad tras casi dos décadas de trabajo como periodista y directiva de RTVE, después de publicar un par de libros y dirigir algunos talleres de creatividad, de escritura... me tomé un año sabático, un año de parón, lejos del mundanal ruído.
El domingo día 10 de marzo de 2002 el prestigioso periodista de EL PAÍS, Vicente Verdú, publicaba en la sección Tendencias -a página entera- un artículo titulado "El auge del Coaching, Técnicas para entrenar el espíritu" junto a una fotografía de la entonces senadora Hillary Rodham Clinton. Leí aquellas cuatro columnas más sus correspondientes ladillos y sumarios unas... ¿diez veces? sí, de veras. Aquel artículo, primero que se publicó en España sobre el Coaching cuando apenas una sola organización formaba en esa emergente profesión (hoy son decenas) viajó en el fondo de mi bolso, plegado en el cuaderno en el que vuelco proyectos y artículos. Viajó conmigo durante algunos meses. Llegó a estar amarillento, cuarteado en sus bordes, emitiendo reiteradamente su llamada cantarina, hasta que decidí hacerle caso, aquello era lo que yo quería hacer: acompañar a las personas en momentos de cambio, en fases de desafío, acaso poner luz -como Hécate- para que los humanos se atrevan a soñar, a elegir el camino menos transitado, el suyo, a poner a ese sueño una fecha límite y unas piernas, es decir, un plan de acción.
Me formé como Coach en la primera promoción española (Olacoach, pioneros del Coaching en nuestro país). Después he realizado muchos cursos más a través de programas europeos (Hobetuz), de diversas Asociaciones de Psicólogos, directamente con gurus internacionales como David Matthew y Sir John Whitmore... Me integré como miembro fundacional en la Asociación Española de Coaching, Asesco, y abrí un pequeñísimo despacho de Coaching en el centro de San Sebastián, el llamado por mis clientes "la caja de cerillas" en homenaje y recuerdo de un artículo muy leído y comentado -en Internet- entre los años 2003 y 2005.
Desde entonces siento que aprendo cada día, cada una de las más de tres mil horas de trabajo directo con líderes, con equipos, con personas de a pié. Esta es una profesión experiencial, mejora con la práctica, con el paso del tiempo, como el buen vino. Y según las estadísticas muchas de las mejores y más cotizadas Coaches son mujeres, mujeres mayores. Genial... aún tengo futuro para ser mala, ir a todas partes y seguir realizando un trabajo tan absorbente como fascinante, tan delicado como enérgico, tan teórico como práctico, tan balsámico como desafiante. El trabajo de ser Coach a jornada completa, full time, y de creérmelo. En eso no hago trampas. Con mis clientes, ninguna trampa. Quizá, algún día me anime a publicar algunos de los elogios escritos y firmados que me remiten por lo que obtienen del Coaching, por lo que sienten tras el Coaching, por añadir colores, sabores, olores, al asfalto monocolor que -parece- quieren imponer los hombres grises (referencia literaria al cuento Momo).
¿Y la fotografía de Hillary qué pintaba allí? se preguntarán. Al parecer, la entonces primera dama norteamericana había solventado algunas de sus principales crisis domésticas y profesinales gracias al trabajo con un Coach lo que ya entonces reconocía pública y orgullosamente. Hillary como estandarte de persona triunfadora, glamourosa, rica, mediática, influyente y por todo ello con visión para apoyarse en un profesional del Coaching que le ayudó a mantener la cabeza fria, la estrategia suficiente, como para no añadir brasas al caso Mónica Levinsky. El Coaching no es terapia, gustaba repetir Hillary, es para personas que no renuncian a sus sueños y poseen la inteligencia y el valor de medirse y de mirarse en el espejito mágico del Coach... Exige coraje. No es para blandos.
domingo, 24 de agosto de 2008
Trampas
Trampa: artificio de caza. Hoy me quedo con esa definición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Tengo un lector asiduo de las entradas del Blog que me pide clarifique lo que yo entiendo por hacer trampas. En verdad siento que lo que desea conocer son "mis" trampas. Creo que ya doy alguna pista en el texto Biografía I. Ahora trataré de ir un poquito más allá si bien confesaré honestamente que dudé mucho antes de publicar esa expresión en el Blog. La dejé por puro desafío, sin estar segura del efecto, acaso desconcertante como parece, que pudiera provocar tras su lectura.
El artificio de caza se utiliza para alcanzar un objeto deseado. Cada mañana tomo un cortadito en el Café de La Concha, cremoso, en vasito... pago en la barra un euro y veinte céntimos y salgo a la bellísima terraza sobre la bahía a veces incluso con un estupendo periódico bajo el brazo. Hago trampa: en la terraza el cortadito cuesta un euro y setenta céntimos. El artificio de caza es la complicidad de los camareros.
Poseo un despacho amplio y coqueto en el centro de San Sebastián, carísimo desde luego, hasta que decidí negociar con el dueño. Sabía que el local contiguo tenía un fortísimo impagado y aproveché ese momento de debilidad del casero para presionarle. Hice trampa: o congelaba la subida del IPC y anulaba el IVA de los gastos semestrales o me iba de la oficina. El artificio de caza fue el miedo del arrendador a quedarse con dos (de cuatro) oficinas vacías de golpe.
Leo en el suplemento Negocios de EL PAÍS a J.Bradford Delong de la Universidad de California en Berkeley sobre el filo de navaja económica, entiéndase crisis mundial galopante que, al parecer, nos acorrala. Mi trampa consiste en desoirle para que mis decisiones no se vean teñidas por sus augurios. Por supuesto que he estudiado a fondo sus cuatro columnas completas y he reflexionado. Sin embargo, no va a desanimarme en la búsqueda y el hallazgo de "océanos azules" (concepto de W.Chan Kim y Renéé Mauborgne), de nuevos segmentos de clientes a quienes el Coaching pueda cambiar su vida, su liderazgo o su negocio. El artificio de caza es tomar decisiones no sólo con la cabeza -información,reflexión- sino también con el corazón-intuición, binomio que, por cierto, ha aportado cierta prosperidad-prestigio a mi empresa.
Hace años tuve una operación grave. El cirujano pronosticó que como consecuencia de la misma envejecería estéticamente muy rápido. Mi trampa consistió en no creerle. Como cirujano era un diez, como ser humano un once, como agorero un cero. El artificio de caza consistió en poner el optimismo (junto a la dieta y el ejercicio físico) como palanca de mi realidad. Créanme mi estética está bien para mi edad. Hice trampa. Sigo haciendo trampas para cazar lo que deseo, para alcanzar mis sueños.
Artificios de caza de objetivos, eso son trampas, atajos, secretos... a voces. Y un gramo de locura, como prescribe García Márquez (Nobel de Literatura) en sus talleres de escritura en la Universidad Menéndez Pelayo (Santander). Hacer trampas es ser un rule braker,alguien que abandona el carril, lo estándar, la inercia, la zona de confort. Sin poner en peligro a nadie, desde luego. Es pensar de otra manera. Algunos lo llamarán innovación, término que resulta gaseoso por manido. Hacer trampas es actuar de otro modo, acaso único, como el Ser. ¿Rebeldía? ¿Ingenio? ¿Creación? sí, de tendencias... siendo un rule braker, un rompedor de reglas. Otro día, en otro texto, hablamos.
Comentarios bienvenidos en el propio blog o en azucenavega_coach@yahoo.es
El artificio de caza se utiliza para alcanzar un objeto deseado. Cada mañana tomo un cortadito en el Café de La Concha, cremoso, en vasito... pago en la barra un euro y veinte céntimos y salgo a la bellísima terraza sobre la bahía a veces incluso con un estupendo periódico bajo el brazo. Hago trampa: en la terraza el cortadito cuesta un euro y setenta céntimos. El artificio de caza es la complicidad de los camareros.
Poseo un despacho amplio y coqueto en el centro de San Sebastián, carísimo desde luego, hasta que decidí negociar con el dueño. Sabía que el local contiguo tenía un fortísimo impagado y aproveché ese momento de debilidad del casero para presionarle. Hice trampa: o congelaba la subida del IPC y anulaba el IVA de los gastos semestrales o me iba de la oficina. El artificio de caza fue el miedo del arrendador a quedarse con dos (de cuatro) oficinas vacías de golpe.
Leo en el suplemento Negocios de EL PAÍS a J.Bradford Delong de la Universidad de California en Berkeley sobre el filo de navaja económica, entiéndase crisis mundial galopante que, al parecer, nos acorrala. Mi trampa consiste en desoirle para que mis decisiones no se vean teñidas por sus augurios. Por supuesto que he estudiado a fondo sus cuatro columnas completas y he reflexionado. Sin embargo, no va a desanimarme en la búsqueda y el hallazgo de "océanos azules" (concepto de W.Chan Kim y Renéé Mauborgne), de nuevos segmentos de clientes a quienes el Coaching pueda cambiar su vida, su liderazgo o su negocio. El artificio de caza es tomar decisiones no sólo con la cabeza -información,reflexión- sino también con el corazón-intuición, binomio que, por cierto, ha aportado cierta prosperidad-prestigio a mi empresa.
Hace años tuve una operación grave. El cirujano pronosticó que como consecuencia de la misma envejecería estéticamente muy rápido. Mi trampa consistió en no creerle. Como cirujano era un diez, como ser humano un once, como agorero un cero. El artificio de caza consistió en poner el optimismo (junto a la dieta y el ejercicio físico) como palanca de mi realidad. Créanme mi estética está bien para mi edad. Hice trampa. Sigo haciendo trampas para cazar lo que deseo, para alcanzar mis sueños.
Artificios de caza de objetivos, eso son trampas, atajos, secretos... a voces. Y un gramo de locura, como prescribe García Márquez (Nobel de Literatura) en sus talleres de escritura en la Universidad Menéndez Pelayo (Santander). Hacer trampas es ser un rule braker,alguien que abandona el carril, lo estándar, la inercia, la zona de confort. Sin poner en peligro a nadie, desde luego. Es pensar de otra manera. Algunos lo llamarán innovación, término que resulta gaseoso por manido. Hacer trampas es actuar de otro modo, acaso único, como el Ser. ¿Rebeldía? ¿Ingenio? ¿Creación? sí, de tendencias... siendo un rule braker, un rompedor de reglas. Otro día, en otro texto, hablamos.
Comentarios bienvenidos en el propio blog o en azucenavega_coach@yahoo.es
lunes, 18 de agosto de 2008
Biografía I
Soy una especie en extinción, hago trampas e invento tendencias. Me formé en un colegio de élite regentado por monjas. Mi padre no podía pagarlo: me otorgaron una beca. Les convencí a base de matrículas y talento. También ayudaron mi carita redonda de niña buena y mis trenzas. Los líderes del Opus andaban a la caza y captura de vocaciones religiosas y yo participaba activamente en todos los grupos de debate. Me escapé por los pelos, los pelos de un individuo que entonces me gustaba y que no me convenía. Mis padres se enfadaron tanto que me dijeron que eligiera entre el muchacho o una carrera (qué descabello, por Dios), me negaron el pase a la universidad y me pusieron a trabajar como secretaria en Radio Nacional de España. Tenía 18 años y un sueño escindido en dos: ser psicóloga o periodista.
Trabajé durante casi dos décadas en las que pasé de administrativa de base a periodista en ejercicio sin titulación. Después, sin dejar de trabajar un solo día obtuve mi Licenciatura en Ciencias de la Información (Universidad del País Vasco), pasé una rigurosa oposición y con ello obtuve mi plaza en titularidad, un sueldo tres veces mayor y la sensación de que no hay que renunciar a los sueños si sabes hacer trampas: la mía consistió en pasar cinco años sin un solo día libre, ni sábados, ni domingos, ni festivos ni, por supuesto, vacaciones. De ese modo obtuve la licenciatura y mantuve mi trabajo a jornada completa.
Después dijeron que tenía carácter, visión, don de mando y me hicieron jefa de los servicios informativos. Viví la transición española, las primeras manifestaciones políticas, sindicales, el destape, la pornografía en los quioscos, los programas en directo, en diferido, los debates, la proximidad al poder, el vértigo de la riqueza, la fama, la genialidad de un Gehry, de un Foster cuando aterrizaron en la villa de Don Diego para construir el Museo Guggenheim o los Fosteritos para el metropolitano de Bilbao. ¡Ah! Sí, he olvidado mencionarlo, soy de Bilbao. Nací en 1958.
Fue desafiante y divertido durante bastantes años. Lo dejé justo en el momento en el que todo se volvió demasiado previsible: la evolución de la democracia, la renovación de los directores de emisora cada legislatura, las conexiones y desconexiones desde la unidad móvil, las guardias para cubrir atentados, los gritos de la barbarie en las manifestaciones. Me fui. Sencillamente, dejé atrás uno de los sueños ¿se acuerdan? Aún quedaba otro y entonces comencé a buscarlo. Yo no lo sabía pero al tacto, por puro instinto, bordeando el filo de lo desconocido, comenzaba a aproximarme a la profesión que ejerzo ahora: la de Coach, entrenadora de líderes y de equipos. Aún sigo siendo una especie en extinción, hago trampas y más que nunca invento tendencias. Lo mejor de todo es que ahora me pagan por ser diferente, hallar atajos donde otros ven desvíos y re-crear productos y servicios.
Continuará.
Trabajé durante casi dos décadas en las que pasé de administrativa de base a periodista en ejercicio sin titulación. Después, sin dejar de trabajar un solo día obtuve mi Licenciatura en Ciencias de la Información (Universidad del País Vasco), pasé una rigurosa oposición y con ello obtuve mi plaza en titularidad, un sueldo tres veces mayor y la sensación de que no hay que renunciar a los sueños si sabes hacer trampas: la mía consistió en pasar cinco años sin un solo día libre, ni sábados, ni domingos, ni festivos ni, por supuesto, vacaciones. De ese modo obtuve la licenciatura y mantuve mi trabajo a jornada completa.
Después dijeron que tenía carácter, visión, don de mando y me hicieron jefa de los servicios informativos. Viví la transición española, las primeras manifestaciones políticas, sindicales, el destape, la pornografía en los quioscos, los programas en directo, en diferido, los debates, la proximidad al poder, el vértigo de la riqueza, la fama, la genialidad de un Gehry, de un Foster cuando aterrizaron en la villa de Don Diego para construir el Museo Guggenheim o los Fosteritos para el metropolitano de Bilbao. ¡Ah! Sí, he olvidado mencionarlo, soy de Bilbao. Nací en 1958.
Fue desafiante y divertido durante bastantes años. Lo dejé justo en el momento en el que todo se volvió demasiado previsible: la evolución de la democracia, la renovación de los directores de emisora cada legislatura, las conexiones y desconexiones desde la unidad móvil, las guardias para cubrir atentados, los gritos de la barbarie en las manifestaciones. Me fui. Sencillamente, dejé atrás uno de los sueños ¿se acuerdan? Aún quedaba otro y entonces comencé a buscarlo. Yo no lo sabía pero al tacto, por puro instinto, bordeando el filo de lo desconocido, comenzaba a aproximarme a la profesión que ejerzo ahora: la de Coach, entrenadora de líderes y de equipos. Aún sigo siendo una especie en extinción, hago trampas y más que nunca invento tendencias. Lo mejor de todo es que ahora me pagan por ser diferente, hallar atajos donde otros ven desvíos y re-crear productos y servicios.
Continuará.
domingo, 17 de agosto de 2008
Encrucijada
Acabo de cumplir cincuenta años. Dicen los expertos que al cruzar décadas de tránsito: los treinta, los cuarenta, los cincuenta, se vive algún tipo de crisis, entendida como zozobra-oportunidad. Aún no percibo la devastadora "mente algodonosa" de la que habla la doctora Christiane Northrup, sin embargo el alma se me está volviendo de cristal. Algodón cero-cristal uno. No sé si aceptarán mi quiniela.
Acaso la percepción cristalina tenga que ver con Hécate, la diosa de las encrucijadas, la que nos visita y anuncia las transformaciones, los cambios, la búsqueda del sentido último (Viktor Frankl).
Según la mitología griega (referencia bibliográfica de Jean Shinoda Bolen), la bella Hécate aparece en medio de la noche portando un farolillo que ilumina entre las sombras al menos tres caminos. Ilumina pero no elije por ti. Cuentan que Hécate ayuda a desprenderse de todo el equipaje superfluo: las actitudes anticuadas, las limitaciones auto-impuestas y, en general, cualquier elemento que ya no sirva para nuestra evolución.
Los tres caminos bien pudieran ser el pasado, el presente y el futuro. A los cincuenta el pasado proyecta una sombra larga y cobija algunas ilusiones fallidas que -acaso- ya no serán. Desde esa consciencia amarga se aborda el presente con un pellizquito de cansancio que acaso también podemos interpretar como sabiduría-intuición entre el deseo y la aceptación, mientras el futuro comienza a poblarse de neblina. Acechan la pérdida de la belleza, acaso de la salud, tal vez de la prosperidad. Hécate nos rescata en medio de la encrucijada ejerciendo de comadrona del futuro propio y ajeno: alentando proyectos, creando libros y pinturas, poniendo en marcha negocios, alimentando blogs, aprendiendo deportes nuevos, acaso de riesgo... Hécate ejerce también una poderosa llamada sobre las vocaciones eternamente postpuestas y su canto llega a ser tan atronador como el de las sirenas.
En las décadas de tránsito tenemos la oportunidad de afrontar el desafío de vivir en plenitud, correr riesgos y confiar en que ella, Hécate, estará con su cándil lleno de magia y esperanza alumbrando amorosamente todas nuestras sombras.
Comentarios bienvenidos en azucenavega_coach@yahoo.es
Acaso la percepción cristalina tenga que ver con Hécate, la diosa de las encrucijadas, la que nos visita y anuncia las transformaciones, los cambios, la búsqueda del sentido último (Viktor Frankl).
Según la mitología griega (referencia bibliográfica de Jean Shinoda Bolen), la bella Hécate aparece en medio de la noche portando un farolillo que ilumina entre las sombras al menos tres caminos. Ilumina pero no elije por ti. Cuentan que Hécate ayuda a desprenderse de todo el equipaje superfluo: las actitudes anticuadas, las limitaciones auto-impuestas y, en general, cualquier elemento que ya no sirva para nuestra evolución.
Los tres caminos bien pudieran ser el pasado, el presente y el futuro. A los cincuenta el pasado proyecta una sombra larga y cobija algunas ilusiones fallidas que -acaso- ya no serán. Desde esa consciencia amarga se aborda el presente con un pellizquito de cansancio que acaso también podemos interpretar como sabiduría-intuición entre el deseo y la aceptación, mientras el futuro comienza a poblarse de neblina. Acechan la pérdida de la belleza, acaso de la salud, tal vez de la prosperidad. Hécate nos rescata en medio de la encrucijada ejerciendo de comadrona del futuro propio y ajeno: alentando proyectos, creando libros y pinturas, poniendo en marcha negocios, alimentando blogs, aprendiendo deportes nuevos, acaso de riesgo... Hécate ejerce también una poderosa llamada sobre las vocaciones eternamente postpuestas y su canto llega a ser tan atronador como el de las sirenas.
En las décadas de tránsito tenemos la oportunidad de afrontar el desafío de vivir en plenitud, correr riesgos y confiar en que ella, Hécate, estará con su cándil lleno de magia y esperanza alumbrando amorosamente todas nuestras sombras.
Comentarios bienvenidos en azucenavega_coach@yahoo.es
domingo, 10 de agosto de 2008
Pasaje Orquestal
He tenido el honor de convivir durante 48 horas con la West Eastern Divan Orchestra, dirigida por Daniel Barenboim como parte de los festejos de la Expo 2008 de Zaragoza. Todo un espectáculo de juventud -muchachos de ambos sexos de entre 18 y 28 años-, diversidad -no menos de veinte nacionalidades-, tolerancia -musulmanes, judíos y católicos- y profesionalidad: la práctica totalidad de la orquesta está formada por genios de su especialidad, personas que tras haberse formado académicamente en sus respectivos países de origen se unen en un proyecto tan bello como ambicioso: contribuir a la disolución de los conflictos en la zona de Oriente Próximo.
Convivir con estos jóvenes durante 48 horas permite absorber diversos aprendizajes aplicables al mundo de la empresa, el liderazgo, el trabajo en equipo, el éxito con minúscula, el éxito con mayúscula, la entrega, el sentido de la responsabilidad y el ritmo.
Aprendizaje uno: aunque casi cualquiera de los músicos posee talento para ser un solista, tocan diluidos en la orquesta entre un sinfín de compañeros dando lo mejor de sí mismos en pro del objetivo común de que cada pieza suene gloriosa. La meta común por encima de los intereses particulares. El conjunto orquestal por encima de las individualidades.
Aprendizaje dos: cuando Guy Braunstein (violín) se destaca como solista en la sinfonía concertante en Si bemol de Haydn lo hace dejándose la piel sumando al conjunto un sonido potente, entregado y agradecido hacia el resto de compañeros. La belleza de una composición musical no puede transmitirse en plenitud sin la orquesta entera. Todos somos necesarios, todos sumamos.
Tercer Aprendizaje: los músicos de la Diván, a pesar de ser talentosos, jovenes, y bienintencionados ensayan durante ocho horas muchas jornadas antes de presentarse ante el público. Siembran denodadamente antes de llevarse la cosecha de aplausos. A pesar de su juventud han aprendido a dar, a poner y a esforzarse antes de esperar la más mínima recompensa. Nuestras empresas irían sin duda infinitamente mejor si antes de tomar cualquier decisión, cambiar cualquier proceso, o seleccionar a cualquier directivo se tomasen el tiempo y el interés previo que ponen estos muchachos. Nuestros líderes brillarían con luz propia si ensayasen sus intervenciones en la misma proporción que estos jóvenes.
Aprendizaje cuatro: Daniel Barenboim, considerado un genio musical merecedor de infinitos galardones -Premio Príncipe de Asturias 2002, Gran Cruz de la Orden del Mérito en Alemania, Premio de la Paz de Hesser y Medalla Goethe en 2007, Premio Imperial en Japón, Mensajero de la Paz de las Naciones Unidas etc.etc.- tiene un particular método de trabajo que consiste en que en cada ensayo los músicos cambien de atril lo cual significa romper la jerarquía que otorga el posicionamiento en atriles cercanos al director. Lo que significa así mismo cambio de compañero. Estarán de acuerdo conmigo en lo revolucionario que resultaría sugerir en nuestras empresas modificaciones semejantes: que nadie tuviera de por vida un lugar asignado como propio, que nadie se anclase a un compañero durante décadas e incluso algo mucho más sencillo: que nadie se sentase durante años en la misma sillita del consejo de dirección... Con la rotación se refuerzan: la flexibilidad mental/ emocional, la profesionalidad por encima de fobias y filias con determinados compañeros, la comunicación (en inglés, en hebrero, en castellano,en alemán, en árabe), el desafío permanente por dar lo mejor de uno mismo estés donde estés y con quien estés. Sumando, siempre. Bajo la atenta y exigente mirada del maestro que llama la atención a cualquiera que no dé el diez, sea un consagrado concertino profesional o un estudiante que apenas acaba de terminar su formación universitaria, sea palestino, israelí, español, paquistaní, hombre o mujer.
El método Barenboim incluye la selección: no todo el que lo desea puede tocar en la Divan ofreciendo conciertos en Madrid, Estocolmo, Copenhague, Oslo, Londres, Colonia, Italia, Berlín, Paris... Cuando ensaya, el maestro lo exige todo. Cuando dirige, el maestro lo da todo. Y el equipo, el fantástico equipo de genios bien entrenados de la Divan, ha de seguirle... de otro modo no renuevan y, al año siguiente, no cuentan con él/ ella. Todo a un ritmo trepidante: hacer las maletas, deshacerlas, colgar el traje de concierto, recogerlo, con poquísimo tiempo para comer, apenas seis horas para dormir, ritmo fuerte, rápido, delirante, como las variaciones de Schönberg que tanto desconcertaron al público aragonés. Schönberg, música contemporánea, una apuesta arriesgada por la innovación musical.
Pasaje Orquestal: toda una metáfora inspiradora para nuestras empresas con presencia de tres parámetros clásicos del Management (Fred Kofman): el IT (objetivo,tarea), el WE (relaciones) y el I (el yo, la identidad).
IT-OBJETIVO: rozar la excelencia, en este caso musical.
WE-RELACIONES INTERPERSONALES 24 horas al día (comunicación,flexibilidad y aceptación de la diferencia).
Y el YO-IDENTIDAD, bienestar y desarrollo propio, en la base, como garantía del ser.
Convivir con estos jóvenes durante 48 horas permite absorber diversos aprendizajes aplicables al mundo de la empresa, el liderazgo, el trabajo en equipo, el éxito con minúscula, el éxito con mayúscula, la entrega, el sentido de la responsabilidad y el ritmo.
Aprendizaje uno: aunque casi cualquiera de los músicos posee talento para ser un solista, tocan diluidos en la orquesta entre un sinfín de compañeros dando lo mejor de sí mismos en pro del objetivo común de que cada pieza suene gloriosa. La meta común por encima de los intereses particulares. El conjunto orquestal por encima de las individualidades.
Aprendizaje dos: cuando Guy Braunstein (violín) se destaca como solista en la sinfonía concertante en Si bemol de Haydn lo hace dejándose la piel sumando al conjunto un sonido potente, entregado y agradecido hacia el resto de compañeros. La belleza de una composición musical no puede transmitirse en plenitud sin la orquesta entera. Todos somos necesarios, todos sumamos.
Tercer Aprendizaje: los músicos de la Diván, a pesar de ser talentosos, jovenes, y bienintencionados ensayan durante ocho horas muchas jornadas antes de presentarse ante el público. Siembran denodadamente antes de llevarse la cosecha de aplausos. A pesar de su juventud han aprendido a dar, a poner y a esforzarse antes de esperar la más mínima recompensa. Nuestras empresas irían sin duda infinitamente mejor si antes de tomar cualquier decisión, cambiar cualquier proceso, o seleccionar a cualquier directivo se tomasen el tiempo y el interés previo que ponen estos muchachos. Nuestros líderes brillarían con luz propia si ensayasen sus intervenciones en la misma proporción que estos jóvenes.
Aprendizaje cuatro: Daniel Barenboim, considerado un genio musical merecedor de infinitos galardones -Premio Príncipe de Asturias 2002, Gran Cruz de la Orden del Mérito en Alemania, Premio de la Paz de Hesser y Medalla Goethe en 2007, Premio Imperial en Japón, Mensajero de la Paz de las Naciones Unidas etc.etc.- tiene un particular método de trabajo que consiste en que en cada ensayo los músicos cambien de atril lo cual significa romper la jerarquía que otorga el posicionamiento en atriles cercanos al director. Lo que significa así mismo cambio de compañero. Estarán de acuerdo conmigo en lo revolucionario que resultaría sugerir en nuestras empresas modificaciones semejantes: que nadie tuviera de por vida un lugar asignado como propio, que nadie se anclase a un compañero durante décadas e incluso algo mucho más sencillo: que nadie se sentase durante años en la misma sillita del consejo de dirección... Con la rotación se refuerzan: la flexibilidad mental/ emocional, la profesionalidad por encima de fobias y filias con determinados compañeros, la comunicación (en inglés, en hebrero, en castellano,en alemán, en árabe), el desafío permanente por dar lo mejor de uno mismo estés donde estés y con quien estés. Sumando, siempre. Bajo la atenta y exigente mirada del maestro que llama la atención a cualquiera que no dé el diez, sea un consagrado concertino profesional o un estudiante que apenas acaba de terminar su formación universitaria, sea palestino, israelí, español, paquistaní, hombre o mujer.
El método Barenboim incluye la selección: no todo el que lo desea puede tocar en la Divan ofreciendo conciertos en Madrid, Estocolmo, Copenhague, Oslo, Londres, Colonia, Italia, Berlín, Paris... Cuando ensaya, el maestro lo exige todo. Cuando dirige, el maestro lo da todo. Y el equipo, el fantástico equipo de genios bien entrenados de la Divan, ha de seguirle... de otro modo no renuevan y, al año siguiente, no cuentan con él/ ella. Todo a un ritmo trepidante: hacer las maletas, deshacerlas, colgar el traje de concierto, recogerlo, con poquísimo tiempo para comer, apenas seis horas para dormir, ritmo fuerte, rápido, delirante, como las variaciones de Schönberg que tanto desconcertaron al público aragonés. Schönberg, música contemporánea, una apuesta arriesgada por la innovación musical.
Pasaje Orquestal: toda una metáfora inspiradora para nuestras empresas con presencia de tres parámetros clásicos del Management (Fred Kofman): el IT (objetivo,tarea), el WE (relaciones) y el I (el yo, la identidad).
IT-OBJETIVO: rozar la excelencia, en este caso musical.
WE-RELACIONES INTERPERSONALES 24 horas al día (comunicación,flexibilidad y aceptación de la diferencia).
Y el YO-IDENTIDAD, bienestar y desarrollo propio, en la base, como garantía del ser.
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