miércoles, 25 de febrero de 2015

Biografía del Silencio


Vuelvo a meditar. Dos décadas después de haber abandonado mi práctica diaria de meditación retomo las sentadas en la posición del loto al ritmo de la respiración.


 


Vuelvo a meditar porque estoy de vacaciones, o acaso porque me despierto la primera y no quiero incomodar a la familia; o tal vez bajo la influencia de Pablo d´Ors -seguramente bajo el embrujo de la prosa fluida de Biografía del silencio, ensayo de 112 páginas publicado por Siruela en el año 2012 que alcanza su novena edición-.


El mismo día que termino la primera lectura de Biografía del Silencio cae una nevada gozosa en el Pirineo francés que aprovechamos para subir a Col de Port (1.249 metros de altitud) donde vivo uno de los llamados “momentos cumbre” de mi existencia: segundos en los que se cierran todos los círculos, adquieren sentido las luces y sombras de los últimos cincuenta años, siento la naturaleza tan cercana y cálida como mi piel, y me alcanza una emoción honda -casi dolorosa- por la belleza del entorno que se antoja sagrado.





Sagrado al punto de sentir que estoy fuera de lugar: invadiendo un silencio denso como la nieve que doblega las copas de los pinos centenarios y sólo alterado por las pisadas de mis raquetas sobre la nieve virgen; un silencio que cala hasta los huesos y permanece en ellos para equilibrar la locura urbana en la que vivo ¡en la que vivimos!

Como toda experiencia primeriza deja una honda huella en mi ánimo ya que a la belleza se suma la ausencia de seres humanos en varios kilómetros a la redonda. La sensación es tan fuerte y primigenia que tardaré algunas horas -acaso días- en integrarla.




A la mañana siguiente raquetas y cadenas permanecen secándose en la terraza a la espera… pero ya no tenemos tiempo para el placer, sólo para las obligaciones mundanas que son muchas y variadas: hacemos pan, galletas macarons y tarta de Santiago; acordamos volver a encontrarnos dos meses después en una lugar equidistante de Europa; intercambiamos proyectos que nos importan y nos pedimos consejo los unos a los otros: todos aportando un singular punto de vista y respetando la expertise de cada cual en su oficio.

El tercer día visitamos el mercado municipal de la pequeña localidad francesa de Pamiers donde hay un puesto biológico repleto de lo que en Francia llaman “legumbres ancianas”, que son los vegetales que preceden al rábano, la patata o zanahoria contemporáneos. Nos explican que son muy resistentes a las plagas y que aportan nutrientes de primera calidad para el ser humano. El aldeano me mira con desconfianza cuando tomo una fotografía de sus topinambour y ruibardos…




El último día visito el Museo de las Ciencias de Toulouse -donde he estado en muchas ocasiones-  y descubro en el hall del recinto nuevas figuras de animales. Pido que me hagan una foto y me voy a leer un rato a la cafetería -con excelentes vistas al botánico- mientras paladeo uno de los mejores expresos de la zona. En la cafetería retomo el librito de Pablo d´Ors que en la página 97 dice: …El mundo tiene graves problemas por resolver y el ser humano está embebido en problemas minúsculos que ponen de manifiesto su cortedad de miras y su incorregible mezquindad. 

Levanto la vista del ensayo y miro al exterior: en el jardín del botánico hay un cactus gigante y un pavo real gordo, blanco ¡majestuoso!



Minutos después retomo la lectura:… El principal fruto de la meditación es que nos hace magnánimos, es decir, nos ensancha el alma: pronto empiezan a caber en ella más colores, más personas, más formas y figuras… ¿El Todo? -me pregunto- mientras cierro el libro, pago el expreso y vuelvo a casa.


domingo, 22 de febrero de 2015

Zen en el tiro con arco


Anoche esperaba un tren que llegaba con veinte minutos de retraso procedente del aeropuerto de Toulouse en el que horas antes había aterrizado mi hija después de tres vuelos internacionales y otras tantas escalas desde Noruega: Tromsö-Oslo-Frankfurt-Toulouse. 

Mientras hacía tiempo me dio por pensar en clave juguetona: subir a un tren... bajar de  un tren... mirar como las vacas al tren... ¡Dejar pasar el tren! Trenes de primera y segunda, lentos y rápidos (expresos) como el café que tomas de pie en la barra de un bar de estación dos minutos antes de la salida de tu convoy en una dirección que intuyes pero desconoces con precisión.

Hacia frío en el andén dos de Auterive (Francia) en el que de vez en cuando se apeaban jóvenes esquiadores que venían de Andorra con las tablas en una mano y las botas en la otra. Por fin, al filo de las nueve, mi ojo alcanzó al ser querido envolviéndolo en un abrazo mucho antes de que la cercanía permitiese sentir el latido de un corazón que anhela.




Al montarnos en el coche no pude frenar una cascada de preguntas llenas de curiosidad por su momento vital deseando alargar los segundos para más y mejor compartir. Pero ella se había levantado a las cuatro de la madrugada y venía textualmente agotada, así que esquivó (como buenamente pudo) mi insidiosa persistencia. Hubo un pequeño silencio y entonces recordé al filósofo alemán Eugen Herrigel para quien una pregunta bien hecha lleva -como un caracol- la respuesta en la espalda. Su mente noqueada no respondía con el entusiasmo habitual y tuve que bajarme del vagón de las preguntas, parar en el anden de la espera, y hacer una reserva de paciencia, algo que me cuesta. 

Sin embargo, Bu y Pih (en la fotografía) son maestros de la espera hasta el punto de que llevan meses custodiando la casa francesa de mi hija y como buenos anfitriones anoche nos acogieron con dulzura, justo antes de acostarnos.


Entre sueños mi mente se puso de nuevo juguetona: trenes de noche que dejas pasar, días de trenes que se funden en el horizonte alcalino de la nostalgia, vagones a los que te subes, te bajas, despides... Andenes y trenes en los que te haces preguntas cuyas respuestas intuyes pero desconoces y caracoles que llevan respuestas en la espalda. Por último me quedé dormida bajo el narcótico de la ternura ¡pócima mágica de la vida!

miércoles, 18 de febrero de 2015

La vida como ¡obra de arte!




Se cumple el centenario de la muerte de un hombre que dejó muchos huérfanos: Francisco Giner de los Ríos, más conocido como el padre de la educación interior ante cuyas lecturas se me ponen los pelos como los del bebé de la fotografía.

Rinde homenaje la prensa culta de nuestro país a un hombre que hablaba del alma como otros lo hacen del índice bursátil o del precio de la harina. Francisco Giner de los Ríos decía que la solución a casi todos los problemas estaba en que los ciudadanos llegásemos a ser un pueblo adulto ¡dueño de sí mismo!

Recojo del viento una pluma cuyo mensaje reverbera con la obra de Giner de los Ríos e inspira:


La propia vida ha de ser vista como una obra de arte, como la realización libre y capaz de las ideas que cada uno se forja en el espíritu, la plasmación de un proyecto personal.



Y en esas andamos algunos duendes y funambulistas del tejido empresarial vasco, change makers, navegadores del cambio... Extraños, independientes y algunos bellos como el niño de la fotografía.  


sábado, 14 de febrero de 2015

Un mal día, una ardilla y un equipo


La semana pasada tuve una dura jornada de trabajo. Lejos. Lejos de casa y de mi nivel de influencia. ¡Digamos que en tierra de nadie!

Una dura jornada de trabajo entrenando a un equipo de directivos con altas expectativas hacia el proceso que realizamos desde hace apenas ocho semanas. Siento que ponen en exceso el foco en que yo haga-sepa-resuelva y tomo transitoriamente el rol que me otorgan, en espera de que el equipo madure y asuma sus propias competencias y responsabilidades, como le corresponde. La cuestión es que en esta fase embrionaria del equipo y del proceso yo hago y resuelvo -de la mejor manera que puedo- y ellos me dejar ir, toman notas, participan, deciden y se "integran" justo  hasta el preciso límite en el que algo les incomoda y entonces "desintegran" la compostura y muestran agriamente su enfado contra la diana más vulnerable del sistema: yo. 


Dado que soy humana (vulnerable)
que tengo una posición de outsider en la organización 
y carezco de estatus en un organigrama hiper-jerarquizado  
¡los dardos me alcanzaron de lleno!


  


Retomo la historia: la semana pasada lo pasé mal con un equipo y por primera vez tuve que recordarme a mi misma que se trataba de un trabajo, es decir, de algo que ¡hay que hacer (de la mejor manera posible) y a otra cosa, mariposa! 

Por primera vez en trece años como entrenadora senior saltó en mi cerebro semejante idea peregrina ante la urgencia de sacarme rápido del bache en el que me encontraba: más anímico-subjetivo-interno que perversamente orquestado por los directivos, aunque no por ello menos duro para mi.
  
Un poco antes del mediodía -y dado que la empresa se encuentra en la campiña- aproveché el descanso de quince minutos para coger un cortado de la máquina de café y salí a dar un paseo por el bosquecillo donde no pude evitar una extraña sensación: me  sentí más cerca de los árboles que de las personas que había dejado en la sala de reuniones hasta el punto de percibir que el pinar me envolvía con su dulce aroma de resina y silencio.

Cuando llevaba cinco minutos caminando con mi vaso de café (que aún quemaba un poco) en la mano, escuché el trino de algunos jilgueros, alce la vista hacia la vertical de cielo y ¡descubrí una ardilla! que en un instante movió su cola y mi ánimo hacia el esperanzado horizonte de la vida y sus juegos. Juegos de poder, de ego e influencia, de rama en rama hasta desaparecer entre el follaje.   




Al día siguiente conseguí voltear la situación en la mismísima sala de reuniones de la planta noble de la empresa: los mismos directivos y encargo, idéntico organigrama y similar testosterona por metro cuadrado... pero yo había meditado-reflexionado sobre lo ocurrido; asumido mi parte de responsabilidad en el entuerto; anotado algunas decisiones en mi moleskine; respirado el aroma de resina como el drogadicto esnifa cocaína; mirado a la vertical del cielo; escuchado el trino de los jilgüeros; sentido el abrazo de los árboles y persistido en el empeño de transgredir aquello que frena a un puñado de profesionales competentes e hiper-cualificados. Terca en la intención de que los momentos disruptivos -que perciben incómodos- contribuyan a que vuelen más alto y más lejos. 

Arranqué la segunda jornada de entrenamiento con una estrategia diferente, salí del cerco de la diana y no me alcanzaron los dardos de la palabra. Finalmente cerré el encargo visitando el pequeño lago de la empresa donde dos patos flotaban entre restos de hierba y palitos. Tan pronto detectaron mi presencia alzaron el vuelo. ¡¡Humanos!! -pensarían- ¡Mejor emigramos!!




Sonreí para mi misma resonando con la magia de la vida y sus criaturas: árboles, jilgueros , ardillas, patos... ¡humanos con corbata, dardos, miedos, manías, expectativas, egos, filias, fobias, anhelos, deseos, sueños, miserias, grandeza! Dejé atrás la empresa, y el bosquecillo, crucé la ciudad y -de regreso a casa- me reconcilié con la vida.


miércoles, 11 de febrero de 2015

Change Makers ¡en movimiento!


El caso es que viajo. Cada vez viajo con mayor frecuencia por razones profesionales o buscando inspiración. Estoy on the road, una y otra vez, como los camiones de mi amigo Valdés Express que portan coches entre aeropuertos, como los furgones SJL, como los trailers de logística internacional y los vehículos de Patinter.

Moving porque el movimiento se demuestra andando. Y porque muchas de las experiencias que vivo mueven la tierra y conmueven el firmamento.




Los dedos van solos, escriben y cabalgan sobre el teclado como dicen que yo misma cabalgo sobre el caballo de mi energía y afilada lucidez. Dicen, dicen ellos, los amorosos compañeros de mi coaching circle que me sugieren intercale las resecas zonas de estepa (en las que me muevo) con oasis de vegetación en la que refrescar el ánimo para seguir adelante con la tarea. 

La tarea de propiciar cambios en las empresas que hagan posible la felicidad de los humanos al mismo tiempo que los resultados económicos. Tarea de hacedores-propulsores del cambio, change makers, visionarios, soñadores despiertos, idealistas y utópicos aterrizados que apuestan por el cambio allá donde estén: tierra, mar o aire, es decir: en el sector de la salud, la informática, la política, el compromiso social, el cuarto sector, la creatividad, la consultoría, la docencia, las finanzas. On the road...




Ciento diez kilómetros alimentando el blanco de la retina. Nieve que engaña al ojo y agiganta las distancias: la tierra parece más ancha, más larga, más fértil y más bella pintada de un blanco que incita a la reflexión. San Sebastián - Vitoria: dejo atrás Urbasa, Alsasua, Araia, la fábrica de Cemento Portland ¡qué gracia, durante décadas creí que era un chiste lo de "tiene la cara de cemento portland" y resulta que es una industria real! Paradojas. Tan cerca... tan lejos... como tantas cosas que escapan a una mirada superficial y sin embargo se muestran como el futuro ¡si le dejamos!

Ciento diez kilómetros alimentando el negro de la retira. Vitoria - San Sebastián seis horas después del adagio matinal, tras haber disfrutado de los nutrientes de calidad que provee el U.Lab que me vincula al MIT, a la Universidad de Harvard, a mi coaching circle, a la vanguardia de los change makers del planeta. Planeta: más de veinte mil personas apostando por humanizar la humanidad, por alunizar la luna, por habitar el cuerpo habitado, por materializar el potencial en stand bye (a la espera de ser volcado sobre la nieve, blanca, sobre la noche, negra, sobre los continentes, países, organizaciones productivas y no productivas, bienintencionadas y perversas).  

Los dedos no entienden de dosificar la información, ni de ordenar frases y párrafos, ni de hacer pedagogía de los conceptos. Nada les importa porque necesitan remover cielo y tierra para sembrar semillas y esquejes en la reseca estepa en la que me muevo... a veces.




La jornada de hoy era de oasis, inspiración y refuerzo vitaminado. El País Vasco se mueve y yo con él. En la fotografía observamos la presencia de dieciséis personas que dan un paso al frente para impulsar cambios conscientes en cualquier lugar de la estructura productiva donde se encuentren: abajo, arriba, a los costados o en la nada de los electrones libres que buscan en la desconcertante oscuridad. 

Hombres, mujeres, seniors, júniors y en cualquier caso ¡conscientes de la necesidad ¿urgencia? de humanizar la humanidad y de agrupar fuerzas! Los dedos se calman. Nada les importa de la cordura o locura de lo escrito. Ellos avanzan sobre el teclado, hacen sopa de letras y explosiones de ideas: círculos que se abren y están en movimiento porque... el movimiento se demuestra andando y estamos dando un paso al frente hacia el futuro que emerge y nos espera.


Cerámicas de la fotografía realizadas por Eba Zoilo

viernes, 6 de febrero de 2015

La excelencia de un equipo


¿Cómo describir la intensidad de la fuerza generativa de seiscientas cincuenta personas remando al unísono en una misma dirección? Brutal / Gigantesca / Increíble / Imparable / Imbatible... Para mi hoy -y ante la presencia de esa intensidad- ¡Emocionante!  

Calzada con mis "punteras" de seguridad he recorrido buena parte de CIM, la división en la que trabajan mis anfitriones (Amaia Lopetegui e Ibon Zarrabeitia) entre otros muchos compañeros.




Estoy emocionada ante la fuerza de un equipo en el que las personas se miran a los ojos con franca honestidad mientras comunican las necesidades laborales de la jornada + el punto exacto en el que se encuentra la tarea encomendada + la previsión a una semana vista. 

En la reunión de la que he sido testigo se coordinan profesionales de todos los departamentos: desde compras hasta operaciones pasando por logística, barnizado, mecanizado, montaje, diseño y ¡hasta subcontratación!  No puedo imaginar un lujo mayor que una muestra real, en tiempo real, de comunicación REAL = genuina, precisa, ágil, al grano, desnuda, sincera y práctica como un auténtico prototipo que si fuera exportable a otros entornos y organizaciones no tendría precio. 

La calidad de la reunión de diez minutos al comienzo de la mañana no tiene precio de mercado porque sintetiza las explicaciones de diez mil manuales de empresa, las recomendaciones de diez mil libros de buenas prácticas, las enseñanzas de diez mil másters, lo que los consultores buscan al tacto, lo que los idealistas sueñan como inalcanzable y, finalmente, lo que los trabajadores anhelan como tierra prometida que ¡sí existe y está cerca, en Beasain, País Vasco! 




Indar es una marca del grupo Ingeteam en el que seiscientas cincuenta personas reman al unísono desplegando una fuerza productiva imbatible frente al mercado y la feroz competencia en una liga internacional en la que se miden (sin complejos) con gigantes. De hecho, poseen uno de los bancos de pruebas más potentes de Europa -y acaso el mejor- y entre sus clientes se encuentran firmas como Siemens o General Electric.

En más de trece años de trabajo como consultora empresarial jamás he visto nada semejante en acción. Ellos lo sienten como algo normal porque desde el pasado mes de mayo repiten a diario las reuniones matinales ante el panel donde instalaron un reloj que marca la hora de inicio y cierre del encuentro y que penaliza con un paquete de pastas a quien llega tarde.




Pensé que el protagonista de la fotografía inferior llegaba tarde a la reunión y no entendía porqué cambiaba algunas anotaciones sin que nadie se inmutase hasta que me explicaron que el profesional pertenece a la segunda reunión que se despliega justo después de la primera en el mismo lugar, con el mismo formato y estilo relacional, y que había llegado con unos minutos de antelación...




Recopilo algunas frases gloriosas de Andoni, Mikel y sus compañeros: las personas hacen si entienden y el panel ayuda a entender la interrelación de todos los departamentos así como la importancia de todas las personas y la necesidad de que seamos profesionales productivos. Otra idea: las personas se comprometen si hay transparencia y coherencia en los mandos... 

Una tercera: el panel está vivo veinticuatro horas al día durante trescientos sesenta y cinco días al año. Cuarta: en el organigrama de la empresa aparece en primer lugar y en un gran recuadro ¡el cliente! Quinta: no hay silos / boxes / txokos... todo está interconectado. Sexta: los indicadores son mensajes  y lo que importa es el flujo compartido. Séptima: ¡sin miedo a cambiar y aspirando a la excelencia! Y, al cierre, dos preguntas para todos nosotros:

¿Cuál es nuestra capacidad?
y
¿Qué nos limita?


Finalmente y por si esta aventura no fuese suficientemente hermosa me han regalado un arbolito realizado sobre la marcha con un poco de cobre de la fábrica. Desde hoy forma parte de mi vida y mi despacho y cada vez que lo vea emitirá un mensaje alto y claro: ¡Es posible trabajar bien y en equipo y lo están haciendo muy cerca, en Beasain, País Vasco!



 ¡Gracias Indar-CIM!


miércoles, 4 de febrero de 2015

La vocación como destino


No soy de la localidad vizcaína de Santurce, la bonita aldea de la canción -a la que pertenece la fotografía de Asier Gallastegi-. Y aunque nieva en el exterior, es tarde y estoy agotada, escribo. Escribo o reviento, simulando el título del libro que hizo famoso a El Lute. El caso es que no quiero reventar. No al menos por mi mala cabeza.




Sigo el rastro de mi vocación con la intensidad que el sabueso olfatea al jabalí en la campiña y ¡claro! acabo por arañarme en los mismos matojos que las ovejas pierden lana.

No es fácil separar el grano de la paja de los proyectos que llegan a mi mesa y me cuesta descifrar si son atajos o desvíos que propicien la transformación social a través del entrenamiento de los profesionales en  las empresas, mi core-business.

Escucho. Trato de escuchar la sutil voz de la intuición. Aplico los diez mil filtros de color de una Polaroid antigua tratando de descifrar el código secreto que me ofrezca la garantía que busco en los proyectos que acepto: que sean beneficiosos para todos, que se desplieguen con transparencia, que se gestionen con ética, ¡que sirvan realmente de algo! y que dejen una huella en el presente que se proyecte en un mañana mejor. Mejor ¡qué obsesión, Dios! A veces me pesa, hoy , por ejemplo, que estoy muy cansada. Y -aunque llevo casi diez horas al timón- la nave sigue acumulando agua por más que achico correos electrónicos, llamadas, gestiones, entrenamientos y diseños de intervención. ¡Uff, agota sólo recordarlo!


¡No entiendo porqué me meto en tantos líos! Participo en foros colaborativos, escribo, estoy haciendo un curso con la Universidad de Harvard, preparo un libro, tengo despachos abiertos que funcionan y -por si fuera poco- algunos profesionales (a los que no conozco) me confunden con el Oráculo de Delfos y me piden consejo u opinión sobre los más variados temas humanos y divinos. ¡Qué se yo, pobre mortal! 

Bueno ya está el desahogo y el reconocimiento de que no siempre estoy feliz como una lombriz. Soy humana. Me quiebro. Me enderezo. Lucho. Suspiro. Rabio. Anhelo. Busco. Encuentro. Desfallezco. Me levanto. Sigo. Sigo el rastro de mi vocación como el sabueso al jabalí. Espero no encontrarlo malherido y que acabe conmigo. Tregua. Paro. Descanso. ¡A dormir! Y mañana... mañana será otro espléndido día al servicio... ¡al servicio de lo que el universo depare para mi!