miércoles, 27 de diciembre de 2017

Todos somos infieles



La flexibilidad permite al gato la caída y recuperación en ágil armonía con su innato instinto de supervivencia. Y conocido es el dicho según el cual "los gatos gozan de siete vidas" -como los humanos, si nos referimos a la vida laboral-.

Siete cambios relevantes en una carrera profesional plena es lo que cabe esperar, según investigaciones realizadas por ESIC. ¿Siete? Siete, nada más y nada menos, por lo que los expertos en managment aconsejan mantener flexibilidad de gato y afiladas competencias de felino ya que "... si no cambias tú, te acaban cambiando a ti, y eso siempre es más doloroso y traumático...". 



Reinventarse una y otra vez resulta imprescindible
para mantenerse en el mercado laboral.


Las empresas -que también tienen instinto de supervivencia- cambian a una velocidad trepidante (sin antecedentes en la historia de la humanidad) siguiendo la demanda del mercado en una carrera sin fin en la que los profesionales han de aceptar lo efímero del conocimiento del hoy y la imperiosa necesidad (quizá obligación) de reinventarse; porque... ¿qué competencias y conocimientos seguirán siendo valiosos para su empresa dentro de dos o de cinco años? 

Por otro lado, muchos de los profesionales talentosos no están dispuestos a perpetuar un trabajo que no resulte estimulante porque quieren beberse la copa de la vida de un trago largo. La empresa ha de incentivar a sus profesionales facilitando la adquisición de nuevas habilidades, la promoción interna y -en general- el reconocimiento que en ocasiones fideliza al empleado.



¡Se acabó el trabajo de por vida!
Réquiem por la fidelidad (laboral)


Finalmente, no todos los profesionales están dispuestos a dejarse la piel en una empresa que considera a las personas un número en una cuadrícula, o un mal necesario para mejorar la cotización de las acciones.

Diríase que como la escalera que aparece en la fotografía, la vida profesional adquiere un resbaladizo barniz por las dos caras: la del empleado, que ha de mantenerse en forma de por vida actualizando sus conocimientos y competencias; y la de la empresa, que se descapitaliza si no cuida, motiva y forma a sus trabajadores. Y una cosa está clara: la infidelidad laboral de doble filo se ha instalado entre nosotros y amenaza con quedarse... ¿qué les parece? 


martes, 19 de diciembre de 2017

Un cuento de Navidad



Nueve kilómetros caminando sobre la hojarasca y el barro -esta mañana- en paralelo a un riachuelo tan hermoso que dolía.

Podía intuirse el sol al otro lado de una barrera densa de niebla. Imposible ver un árbol a cien metros, mucho menos un corzo que nunca se acerca tanto a los humanos.

A veces robo tiempo a mi agenda para la práctica de lo que los japoneses denomina "baños de bosque": camino en silencio dos o tres horas y alcanzo un inexplicable estado de felicidad que se está haciendo adictivo. A veces tengo ideas creativas para algunos proyectos. Otras disfruto de un encefalograma plano. En ocasiones descubro setas. Siempre oigo a los pájaros. A veces los veo.




De vuelta a casa he parado en un caserío y he comprado dos botes de mermelada de arándanos para hacer una tarta. Siento que la felicidad es esto. Justo esto. Nada más que esto. Las opciones son dos: o me ha dado un siroco, o he alcanzado la iluminación de los maestros budistas. En realidad solo hay una opción. ¡Me vuelvo al bosque!


domingo, 17 de diciembre de 2017

La importancia de volar



Liderar es "crear espacios donde las cosas ocurran" -me he escuchado diciendo este fin de semana ante una veintena de profesionales y directivos de varios sectores interesados en construir equipos para transformar organizaciones-.

Al comienzo de cada jornada propicio un check in -al que llamo "aterrizaje en sala"- como pretexto para que los participantes dejen marchar sus preocupaciones y se centren totalmente en el aquí-ahora ¡en la tarea de crear una experiencia de conocimiento compartido que nos haga un poco más sabios!

Buscando la motivación nunca repito la misma propuesta. El check in de ayer consistió en compartir algo bello o positivo que nos hubiera ocurrido en las horas previas. Cuando llegó mi turno alcé el vuelo junto a las aves que habían acompañado mi viaje entre San Sebastián y Zaragoza: media docena de halcones, bandadas de pájaros diminutos en aparente migración, cigüeñas regresando al nido de la vieja fábrica, urracas buscando el tesoro de un gusano y -ya en las inmediaciones del río Ebro- ¡un zarapito! La contemplación de tanta vida hizo que llegase contentísima al aula y que comenzase mi trabajo de facilitación con la propuesta de que los participantes volasen alto. Tras mi intervención se hizo un silencio que no supe interpretar, y mientras ponía en marcha el proyector me acordé de Antoine de Saint Exupéry quien pudo haber evitado la muerte en la Segunda Guerra Mundial trabajando en la retaguardia como periodista.  Pero prefirió ejercer de aviador y perdió la vida en una misión que había partido de la base de Córcega en 1944.




Cuando le insistían para que se quedase en la retaguardia como reportero, Antoine de Saint Exupéry decía: "... Primero hay que vivir. Escribir es una consecuencia...".   En mi oficio yo también creo que primero hay que trabajar codo con codo con las personas en fábricas y despachos. Enseñar es una consecuencia... 

Volar es desapegarse de la materia y elevar la conciencia por encima del gusano que picotea la urraca. Volar es comprar libertad dejando de comprar vanalidades. Volar es perseguir el sueño que tuvimos y abandonamos. Volar es ir contracorriente, a contrapié, mientras una pícara risa infantil (terriblemente adulta) se instala en nuestro interior con el regusto de un dulce mazapán. 


miércoles, 13 de diciembre de 2017

Elogio de la frugalidad



Mi hija vive en Londres. Anoche hablé con ella por teléfono. Sus tosecitas evidenciaban un resfriado. Sin embargo, mantuvimos una conversación animada sobre la vida profesional de ambas que -aún siendo distinta- coincide en muchas cosas. Me dormí serenamente y esta mañana me he despertado tosiendo. -Creo que cuando las personas se aman realmente sintonizan en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza ¡e incluso al otro lado del teléfono!-.

Cierto malestar (y una agenda gestionable) me han permitido una mañana ociosa que he dedicado a repasar La felicidad de la pobreza noble, libro escrito por Koji Nakano en 1992 cuya tercera lectura me ha resultado deliciosa.    


Frugalidad y modestia facilitan una vida armoniosa 
según el budismo japonés. 



Pintura de Ike no Taiga (período Edo). Japón.


El libro propone vivir con elegancia de espíritu o -por utilizar la expresión del volumen- "refinadamente" volcados en nuestro oficio y con mínimas pretensiones materiales como el ermitaño y poeta Kamo no Chomei que vivió en una choza de tres metros. El volumen también reitera las bondades de la frugalidad para liberar a los humanos del consumismo (esclavitud del siglo XXI).

En la cultura tradicional japonesa vivir con refinamiento significa "alejado de la atmósfera de la plaza del mercado" donde todo se compra y se vende y abundan los placeres fugitivos. 

No estoy segura de que este libro sane mi cuerpo, pero no tengo la menor duda de que está curando mi alma con su persistente propuesta de vivir con modestia y pensar con grandeza.

Antes de tomar la tercera infusión medicinal -y de cerrar este escrito-, copio dos poemas de Akemi (poeta japones del siglo XIX): "... Felicidad es cuando si llega un visitante descubres -¡qué alegría!- que tienes saque en la calabaza y se lo sirves... Felicidad es cuando miras tranquilamente mientras caminas entre montañas y arroyos que armonizan con tu espíritu...".



jueves, 7 de diciembre de 2017

¡Ama el trabajo que haces!



Algunas jornadas comienzan al volante camino de una fábrica. Me encuentro con imponderables como el granizo, la nieve y las retenciones por desprendimientos que obligan a los conductores a reducir la velocidad ocupando un solo carril de la calzada. Tic tac tic tac tic tac... El crono avanza mientras la posibilidad de llegar a mi destino con tiempo para serenarme, preparar la sala de trabajo y tomar un café de máquina se desvanece.




Es invierno, tiempo de nieve, granizo, lluvia, desprendimientos y retenciones. Solo cabe elegir la actitud con la que me tomo las circunstancias que están fuera de mi margen de maniobra. Como decía Epícteto, uno de los más populares filósofos griegos: "... Algunas cosas dependen de nosotros y otras no...".

¡Para qué desesperarme! Repaso mentalmente el guión de la jornada y los desafíos del equipo donde un puñado de profesionales navega entre el escepticismo de confiar en los demás y el anhelo de recuperar la inocencia...




La pelota que estruja Víctor ha pasado por muchas manos en los últimos quince años ya que forma parte del atrezo con el que entreno a equipos empresariales con la pretensión de romper la pétrea rigidez que a veces se produce, o para conectar a dos personas con la invisible trazabilidad aérea del esférico. Es un hombre gigantesco al que resulta fácil imaginar cazando en los bosques cercanos donde su paso firme y reflexivo y su silencioso rumiar interior no asustarían a las aves. En la fotografía estudia los paneles colocados en el suelo donde busca resonancia con lo que más le importa: el trabajo bien hecho, aunque se lleve por delante todo su tiempo y energía. Aunque el equipo está compuesto por nueve personas, es Víctor quien me trae un cortado sin azúcar cuando se da cuenta de que acabo de llegar a contrapié directamente de la carretera. ¡Grande, Víctor!

Algunas jornadas comienzan temprano al frente del volante camino de una escuela de negocios. Me encuentro con imponderables como el granizo, la nieve y retenciones... El crono avanza mientras la posibilidad de llegar a mi destino con tiempo para serenarme, preparar la sala de trabajo y tomar un café de máquina se desvanece. 

Cuando llego, Xabier está sereno, centrado, con las tareas preparadas, la sonrisa de bienvenida, las preguntas en espera, la escucha afinada (generativa), la atención plena, el conocimiento profundo de su oficio, la resiliencia de un samurai y el interés por gestionar bien a su equipo con lo mejor de la tradición industrial vasca y lo mejor de la innovación industrial cosmopolita. Sus calcetines le hacen honor como director de I +D, mientras sus impolutas botas reflejan disciplina, orden y ¡método! 




Xabier también se enfrenta a imponderables en una empresa familiar donde el patriarca impone maneras y criterios del medievo. Nuestro héroe respeta a sus mayores, aguanta, no tira la toalla y -como Epícteto- constata que hay cosas que se pueden cambiar y otras no. Se pone manos a la obra y cambia todo lo que puede ser cambiado mientras espera el momento propicio para modificar el resto. ¡Grande Xabier!