Casi un mes sin escribir en el blog. Mucho tiempo. Los lectores que disfrutan de lo que comparto me escriben para preguntar qué hago, dónde estoy... Siento mucha gratitud.
Alterno mi existencia entre los proyectos en las empresas que me contratan (producción) y la vida. En algún punto intermedio entre ambos se ubica el tiempo que dedico a reflexionar en voz alta en este espacio que amo y descuido (como hacemos con los seres queridos).
Mi oficio de consultora es hermoso: permite trabajar con personas, para las personas, en compañía de personas ¡un lujo! porque dota de utilidad y sentido mis conocimientos y experiencia y -al mismo tiempo- permite capturar un muestreo de lo que acontece en la sociedad. Aunque las conclusiones que alcanzo pueden estar equivocas (y carecen del rigor de una tesis doctoral en Standford) tienen la cercanía y la frescura de los humanos que entreno, mentorizo, impulso y apoyo en algún momento de su trayectoria profesional.
Los últimos meses han sido intensos para muchos de mis clientes en los que he sentido un sustrato de hartazgo por sobredosis laboral. Si tuviera que cuantificar un porcentaje de afectados por situaciones cercanas al burnout (síndrome del quemado) diría que un sesenta por ciento lo que es un porcentaje preocupante ¿no les parece?
Deseosa de aliviar el sufrimiento de estos profesionales he dedicado parte de mis vacaciones navideñas a la investigación del burnout para entender sus causas y -sobre todo- las claves para atajarlo. Uno de los textos que alumbra el sendero de la recuperación del burnout es el libro escrito por las hermanas Nagoski (Emily y Amelia) publicado en New York en el año 2019.
Dejemos a un lado el tópico pero abracemos la evidencia: las mujeres padecen con mayor intensidad y frecuencia situaciones de agotamiento. ¿Cuáles son las causas? Según los datos que manejan las hermanas Nagoski las mujeres compaginan varias listas de tareas cada una de las cuales resulta exigente (y agotadora) en sí misma.
Pongamos un ejemplo: una profesional tiene su listado de asuntos pendientes como su compañero de oficina, además posee el listado de tareas vinculadas a las actividades extraescolares de los niños, las propias de la asistenta, las inherentes a la compra de alimentos, la planificación de las vacaciones, las anotaciones sobre las fechas de vacunación del sarampión. También siente la presión social de mantenerse estupenda (para lo que es imprescindible hacer deporte), contenta (para lo que ha descansar un mínimo suficiente) y motivada (para lo que es preciso ver la luz al final del túnel).
La profesional de nuestro ejemplo corre, corre, corre, hace todo lo que puede, da lo mejor de sí misma, lo intenta una y otra vez y no llega a completar las cinco-siete listas de tareas que se espera realice lo que le provoca frustración, enfado, sensación de impotencia, tristeza, cuestionamiento de su propia valía y un círculo vicioso llamado burnout. ¿Cómo salir de este centrifugado existencial?
Chequea si eres un perfil "giver" (dador/a) -rodeado de perfiles receptores- ya que los "givers" sufren burnout con mayor intensidad y frecuencia... Como en los aviones: ponte la mascarilla de respiración antes de asistir a otros... ponte en la ecuación. Aprende a detectar los "estresores" tangible e intangibles: comentarios ácidos de tu pareja, exigencia fuera de lógica humana de tu superior... Descansa lo que necesites sin esperar a poder descansar cuando las circunstancias lo permitan... Descubre los tres mecanismos con los que reaccionamos los humanos: huida, ataque, bloqueo y observa que el bloqueo es un síntoma preocupante... El libro merece las ocho horas de lectura serena que precisa comprender la profundidad psicológica del burnout.
Al término del post me acuerdo del filósofo Byung Chul y de su teoría de la "sociedad del cansancio". La civilización del cansancio nos rodea, quizá ha llegado el momento de poner observación y consciencia sobre nuestros comportamientos para decidir el modo en el que (realmente) deseamos vivir.
Artículo relacionado: Pilar Jerico en El País.