¿Juegas a corto o a largo? ¿Tu sistema de bienestar necesita el placer inmediato o es capaz de esperar la recompensa? ¿Precisas estímulos fuertes y continuos o puedes llenarte con moderados momentos de placidez? De eso van dos neurotransmisores de nuestro cerebro: la dopamina (chute rápido) y la serotonina (chute lento y sostenido).
Las vacaciones en familia permiten observar de cerca los comportamientos de algunos miembros del clan con quienes no coincido el resto del año. Unos me sorprenden, otros me fascinan y algunos me ponen los pelos de punta. No se trata de enjuiciar ni de poner etiquetas, sino de aprender lo mejor de cuantas personas nos rodean (también durante las vacaciones en familia).
Un hombre de mediana edad de nuestro clan es adicto a la dopamina: todo el tiempo necesita estímulos de alta intensidad lo que -incluso como observadora- resulta agotador. Lo percibo insaciable y me pregunto cómo será su comportamiento en el despacho de abogados que lidera. Lo que sus actitudes revelan es que necesita estímulos que una vez satisfechos le duran treinta segundos y "game over" (se desvanecen como una estrella fugaz). Quizá la contraparte de la tiranía de la dopamina sea la frustración (si no es posible mantener recurrentes picos de placer).
Una mujer de mediana edad de nuestro clan es adicta a la serotonina: riega pacientemente las semillas de su bienestar con la persistencia de un monje tibetano y espera a que florezcan. Vea o no los brotes, ella practica sus sesiones de yoga en el jardín de la casa familiar del que también se ocupa con primor y -según dice- alcanza estados de felicidad suprema cuando pasea con los perros.
Sin tipificar al hombre ni a mujer de mi clan, ni parodiar el dominio de la dopamina o la serotonina, podemos identificar pautas de bienestar sostenible (en ella) y de frustración recurrente (en él). Los aprendizajes aplicados al mundo empresarial son apasionantes.
La empresa Healthy Minds ha diseñado un programa que cuantifica los riesgos psicosociales en las empresas sobre parámetros que miden la carga de trabajo, el ritmo, la conciliación, la toxicidad de los directivos etc. Los expertos proponen "compensar" los excesos (si trabajas mucho, descansar mucho; si produces a ritmo acelerado, vivir a ritmo lento). No creo que la solución a los dilemas humanos pase por "compensar" sino por transformar. La compensación perpetúa el perverso sistema que tensa los extremos. Transformar impacta en la raíz de las cuestiones. Y en esas estoy en los programas para directivos que diseño para el otoño 2025.
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Autoría de la primera foto: Jaap Arriens.
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