viernes, 27 de diciembre de 2024

No Elijas la Extinción

 

Mi hija acaba de llegar de San Francisco. Dejo que se recupere del cansancio de catorce horas de vuelo con una escala en Fráncfort. Tomamos un té bancha y un trozo de pastel: recupera el cuerpo y el alma al compartir anécdotas y experiencias vividas en la sede central de su empresa y en las calles de la bahía, llenas de mendigos que viven en la calle, no piden ni agreden.

Aunque ha viajado muchas veces a San Francisco y conoce las costumbres de la ciudad, en esta ocasión trae una zozobra a la que aún no ha puesto palabras, pero lo hará, y entonces charlaremos en el porche del salón con otro té bancha japonés, su favorito. 

Terminado el pastel y la tisana me enseña algunas de las fotografías recientes. Casi todas me resultan conocidas porque las ha ido compartiendo por Whatsapp, pero hay cuatro o cinco tomadas ayer, en el distrito financiero de San Francisco, que le han impactado. No es para menos... 



 

Carteles en las paradas del autobús que proponen que no se contrate humanos sino robots de la firma Artisan (Inteligencia Artificial). ¡Cielo Santo! ¡Humanos que crean campañas que sugieren que no se contrate a humanos sino a robots, también diseñados por humanos! 

Han saltado todas las luces de alarma de mi cerebro, apenas puedo creerlo... Mientras calibro el impacto de semejante barbaridad a escala planetaria, me acuerdo de golpe todos mis mentores, de su pasión por la lucidez y la consciencia que exigen preguntarse todo el tiempo el por qué y para qué de nuestras acciones, así como sus consecuencias para los demás. 

Si en la empresa las personas son sustituidas por robots ¿cuál es el futuro de los profesionales? ¿qué tipo de vida podrán construir? ¿cómo otorgar sentido a una actividad remunerada? ¿de qué manera se pagarán las facturas? Nos hemos vuelto locos. La propuesta del anuncio es tan desmesurada que me he acordado de un vídeo que se hizo famoso en la etapa post covid protagonizado por un dinosaurio que pedía a los humanos que no eligiéramos la extinción. Dura poco más de dos minutos. Vídeo. 


lunes, 23 de diciembre de 2024

Elogio de la Brevedad

 

Ser un pelma está al alcance de cualquiera. Por el contrario, practicar la síntesis con precisión (en la que nada sobre ni falte), exige un avanzado desarrollo de competencias. Pocos profesionales se proponen cultivar el bello arte de la brevedad. ¡Una lástima para todos!

Aunque el mundo empresarial está cuajado de tópicos, la jerga verborréica alcanza un desmesurado despliegue en las cúpulas directivas y se torna rimbombante en áreas corporativas: plaga de discursos huecos como buñuelos de viento. El fenómeno es cansino para quienes lo padecemos de vez en cuando (colaboradores externos) y desquiciante para los equipos obligados a poner cara de póker mientras los buñuelos explotan en la sala de juntas.



En un mundo en el que la velocidad marca los procesos productivos, los márgenes y la capacidad competitiva, los buenos comunicadores han de ser breves y contundentes, características que exigen de los líderes la preparación de los mensajes que quieren transferir antes de ser lanzados a los equipos. Alcanzar la síntesis con precisión exige: conocimiento del tema, criterio, análisis, priorización y selección: hay que renunciar a decirlo todo, todo el tiempo, a todos. 

La brevedad comunicativa exige mucho de los líderes pero ofrece altísimas recompensas. Veamos cuáles. Respetar el tiempo de los demás es acogido siempre con gratitud. Señalar con claridad las prioridades de la compañía fortalecerá la posición del líder con su equipo. Por último, la brevedad y la concisión propician acciones que se desplieguen en el tablero de la realidad. Todo ventajas. Amazing!


Recursos relacionados con el tema: Libro El Método Smart Brevityeditado en castellano en 2024 + Vídeo de Xavier Marcet Duración 1 minuto.


miércoles, 11 de diciembre de 2024

La inevitable entropía del cambio

 

Entro y salgo de los sistemas productivos. Soy un agente de cambio y mejora. Palabras que suenan grandilocuentes. Comienzo de nuevo. Entro y salgo de las empresas con dos objetivos: primero el que marca la entidad, y después otro. ¿En qué consiste? En evitar el sufrimiento innecesario en las organizaciones. Sería honesto afirmar que se trata de una misión profesional, en realidad una obsesión cuya terquedad me sostiene en los acantilados que transito.



Doy fe de que hay mucho sufrimiento innecesario en las empresas (todos los sectores y tamaños): ¡mucho trabajo por hacer! Al principio las cosas fluyen: eres la novedad en el Comité de Dirección y muestras la cautela de los aventureros en la selva. Pero los meses mueven las hojas del calendario, los Comités de Dirección se suceden como un baile con el mismo fondo musical, y comprendes las dinámicas internas de la empresa: por dónde se mueven el poder y la influencia, los intereses contrapuestos, la diversidad de estilos de liderazgo e incluso las limitaciones de los principales directivos.

En tres o cuatro meses ya no eres la novedad en el comité ni te muestras tan prudente en tus comentarios, sino que avanzas hacia el objetivo de cambio y mejora: cumples con tu trabajo. Entonces lanzas preguntas incómodas, compartes feedback, aportas conocimiento y -reunión a reunión- empujas el sistema hacia la entropía, ese lugar que la RAE define como desorden y en verdad es una etapa evolutiva inevitable hacia otra manera de funcionar. ¿No se trataba de eso? ¿Es posible evolucionar sin que nada cambie?

Tras el desconcierto inicial -que muchos directivos digieren mal-, las nuevas dinámicas (de apariencia entrópica) generan resultados si hay una masa crítica suficiente de profesionales que entienden las bondades del cambio y están dispuestos a abrazarlo. 

Es duro sostener la fase de entropía y con frecuencia roza lo insoportable para los Ceos adictos al control, la microgestión, el pensamiento único y -en una palabra- el ordeno y mando. Si todo va razonablemente bien, a esa fase le sigue otra en la que se estabilizan los cambios, baja el miedo, sube la esperanza y asoma la alegría. 

Pasado un tiempo el Comité de Dirección puede analizar el proceso realizado y comprobar que el duro y pedregoso camino merece la pena: reuniones participativas, escucha empática, decisiones compartidas y honestidad en las conversaciones. En una palabra: los principales directivos estarán mejor preparados para afrontar el futuro de la compañía. 

Siempre supimos que el liderazgo exigía coraje, ahora comprendemos que transitar la entropía es inevitable en procesos de cambio y mejora empresarial.


jueves, 5 de diciembre de 2024

Un oteador en el Comité de Dirección

 

Los datos que maneja un Comité de Dirección son las vísceras del sistema productivo: números que revelan la realidad de la empresa en un momento dado de su historia. Cuanto más veraces y contrastados, mejor para la toma de decisiones. Cuanto más desviados o imprecisos, más peligroso para la organización. En cuestión de negocios el maquillaje de cifras hace estragos como el óxido en el hierro.

Es puro sentido común aunque no siempre aplica en las reuniones semanales, quincenales o mensuales de los primeros directivos de una compañía. Si algo tan neutro y objetivo no está claro, todo lo demás flota en la nebulosa de los bienintencionados razonamientos de los hombres y mujeres que conducen la empresa hacia el éxito o fracaso en términos de resultados.




Dado que tengo el privilegio de asistir como observadora externa a los Comités de Dirección de varias empresas, he comprobado que pocos directivos saben responder a la pregunta ¿para qué se convoca -exactamente- Comité de Dirección? ¿cuál es su objetivo principal? 

Tras unos segundos de desconcierto algunas respuestas emergen: las reuniones de los Comités de Dirección se plantean para compartir información relevante de la empresa on time (todos a la vez); también para escuchar distintos puntos de vista según las áreas del negocio y ¡para perder el tiempo! afirman los críticos de la compañía.

Los Comités de Dirección no dejan de ser reuniones de trabajo que se pueden mejorar en fondo y forma. Frente a otro tipo de reuniones los CD presentan dos características diferenciales: la primera el rango de los asistentes -puro organigrama y jerarquía- y la segunda los delicados temas que manejan: beneficios, ventas, adquisiciones, internacionalización, accidentes laborales etc. 

Con frecuencia mejorar la calidad de las reuniones de los Comités de Dirección deriva en mejores decisiones y resultados. Todo ventajas. Las reuniones tienen un antes, un durante y un después a los que se puede aplicar con éxito las metodología del francés Alain Cardon. También conviene añadir un oteador externo -lo más experimentado posible- que realice algunas aportaciones en tiempo real (mientras se despliega la reunión).

Además de guardar la confidencialidad, el observador externo realiza al menos cuatro funciones: formular preguntas incómodas que iluminan los ángulos ciegos de la compañía (riesgos potenciales), aportar conocimiento y experiencia de management, realizar feedback de reunión sugiriendo áreas de mejora y celebrar cada logro de negocio, algo que parece banal y no lo es.


domingo, 1 de diciembre de 2024

La jardinería redime de la invasión digital

 

Cuatro años después del nacimiento de mi padre (Bilbao, 1934) fue construida en el noroeste de Berlin una casa que albergaba cinco habitaciones rodeada de 700 metros cuadrados de tierra en barbecho. 

La construcción se hallaba entre el bosque de Spandaeur Forst y el lago Tegel, un entorno que semeja un bosque habitado. 

Renovada en año 2000 en la actualidad la casa mantiene los cinco dormitorios, pero también tiene un piano de cola Fazioli y cuenta con un jardín que durante años ha permitido a su dueño "redimir la invasión digital, dilatar el tiempo, conectar con las estaciones a través de la floración de las plantas y -en una palabra- disfrutar". 

Mi padre no tuvo tanta suerte: desconocía el lenguaje musical y jamás estuvo cerca de un piano de cola para disfrutar de Bach, Schumann y otros compositores alemanes. Tampoco cultivó hortensias alrededor de un estanque en el jardín, ni creo una zona rocosa con estética japonesa.



Aunque la casa berlinesa fue construida tan solo cuatro años después del nacimiento de mi padre, el último dueño del inmueble y mi progenitor muestran grandes diferencias y pequeñas similitudes. Entre las semejanzas destaco cuatro: la mirada contemplativa, la capacidad de reflexión que derivó en una inclinación profunda hacia la filosofía, su conexión a la naturaleza y su fragilidad corporal. 

Mi padre murió con tan solo 54 años: un infarto le arrancó la vida en media hora. Byung Chul Han -propietario de la casa berlinesa- vende su vivienda por razones de salud. Aunque no ha trascendido la dolencia, su fragilidad no le permite plantar nuevas semillas en el fértil barro del jardín. Por fortuna para quienes le admiramos, el filósofo y ensayista surcoreano seguirá sembrando rebeldía en sus publicaciones y abonando mentes en la Universidad de las Artes de Berlin donde imparte clases de filosofía desde hace una década.


Venta de la casa de Byung Chul Han, El País, noviembre 2024.

Un jardín para redimir al hombre digital, El País, marzo del 2019.

La sociedad del cansancio, libro publicado en castellano en 2022.

Loa a la tierra, Artículo de Byung Chul Han que sintetiza el libro que rinde homenaje a la jardinería, 2019.