domingo, 21 de abril de 2024

Se malea a los profesionales junior

 

Cada profesional fue un niño. Y -aunque hay excepciones- fue un niño querido y proyectado por sus padres hacia un futuro prometedor. La familia alimentó al pequeño que creció en talla y tamaño, cuidó su salud, apostó por la mejor educación y le acompañó a las extraescolares... En una palabra: le impulsó lo más alto y lo más lejos que pudo.

Ya adultos estudiamos una carrera, buscamos trabajo y aceptamos con entusiasmo un primer empleo. En ese momento de nuestra particular historia tenemos poco más que veinte años y ninguna experiencia, así que -de alguna manera- esperamos que sigan cuidándonos en el entorno laboral. Nuestros padres aún confían en que todos los esfuerzos realizados darán su fruto, y que alcanzaremos cimas más altas que ellos imaginan felices. 

Pero... con frecuencia la historia se tuerce en un recodo del camino y el primer empleo resulta agotador: muchas horas, poca flexibilidad, ambiente tóxico, escaso aprendizaje y un salario a ras bajo de convenio. No es lo que los padres imaginaron para aquel niño...




Si recordásemos que cada profesional junior que trabaja bajo nuestra tutela fue un niño, si tuviéramos en cuenta cuánto amor y esperanza pusieron sus padres y si considerásemos que llega pleno de ilusiones, debiéramos crear un entorno acogedor donde siga creciendo y desarrollándose... Con frecuencia la narrativa es otra y transcurridos dos años (el tiempo que necesitan para aprender -aunque sea un poquito- y para que no les penalice en el currículum) se marchan por la puerta trasera de la empresa. Algunos le llaman "pérdida de talento" otros anotan en la estadística de rotación (en España alta y creciendo). A mi me parece sencillamente un estropicio. Los jovenes salen quemados del primer empleo y quemados llegan al segundo y tercero mientras se incrementa el zumbido de la desconfianza detrás de su oreja.




Cada profesional fue un niño que merece ser tratado con honestidad, pagado según su aportación de valor y promocionado si cumple las exigencias de una jefatura. Porque -fíjense- hay un efecto macabro: cuando un empresario senior explota a profesionales junior está rompiendo el corazón de un ser humano y de una familia y -si observamos con perspectiva el cuadro- veremos que otro empresario, en otra empresa, romperá el corazón de su propio hijo y descubrirá con amargura que en este juego perverso ¡todos perdemos!


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cada empresario también fue un niño !!!

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Estimado anónimo... sin duda... cada empresario también fue un niño... y tuvo sus luces y sombras... Hemos de aprender del pasado para no reproducir comportamientos inadecuados o dañinos ¿no le parece?

Eli Artola dijo...

Hemos de aprender del pasado,de acuerdo..
Pero todos.
Cada empresario pequeño hoy en día es un héroe.
Muxu