viernes, 11 de octubre de 2024

La escucha es la antesala de la escritura


Las yemas de los dedos buscan a tientas el teclado: rebosan emoción y quieren encauzarla a través de la palabra, herramienta arcaica del hombre desde hace cinco mil años.

Mis Camper gore-tex se adentran en la húmeda campiña. Tras la noche cargada de viento, el campo es un cementerio de árboles quebrados y ramas rotas. En el río también flotan trozos de madera, vestigios del naufragio otoñal.

Los dedos buscan el teclado para descargar los pensamientos de igual manera que las nubes recorren kilómetros hasta encontrar el lugar preciso en el que soltar su carga de oxígeno e hidrógeno.

Aunque mi mente consciente desconoce el verbo y el predicado de lo que escribiré, mi inconsciente necesita un cauce para el deshielo de emociones encarceladas en la mazmorra que se encuentra al fondo del castillo. Los gruesos muros defensivos aíslan todo aquello que el dolor impide digerir: necesidades no cubiertas, desengaños, miedos, dolores y -en general- jirones de vida que -sepultados bajo un manto de normalidad- ansían salir a la superficie.

En el tortuoso verano del 2024, el duende de la intuición dejó en mi oído un mensaje con el sello lacrado de los pensamientos que contienen una verdad que llega desde un lugar de luz que te alcanza. El duende elige el momento en el que se aproxima a tu oído para depositar un mensaje que resbala por el tobogán de la trompa de Eustaquio e impacta en tu consciencia donde te ves obligada a decidir si le harás caso.




Decidí escuchar la sugerencia del duende convencida de que me llevará donde tenga que ir, aunque yo no lo sepa, de igual manera que hace dos décadas me impulsó a formarme como facilitadora de procesos de cambio, y esa actividad ha sido una exitosa experiencia profesional.

Mantenerse a la escucha de los primeros pensamientos -que emergen de manera espontánea sin invitarles a la fiesta- forma parte del proceso de escribir. La escucha es la antesala de la escritura y hay que hacerle sitio en el atiborrado desván de la experiencia donde el polvo y los trastos devoran hasta el último centímetro del parquet. 

Mi amiga Itziar -que practica meditación desde hace treinta años- no se cansa de repetir que hemos de permanecer a la escucha de los mensajes que llegan a nosotros desde la eternidad.  Decidí hacerle caso al duende y poner en marcha un Taller de Escritura Creativa donde una docena de escritores nos reunimos en una sala gigantesca y desangelada de la Casa de Cultura de mi pueblo. Nosotros pondremos calor en ella y les iré contando.


No hay comentarios: