viernes, 20 de junio de 2014

El liderazgo ¡se entrena!


Acabo de tomarme un rueda, así que no respondo de la coherencia del contenido del post. Los dedos acarician ágiles el teclado tras unos días de mutismo en el blog. Claro que han estado trabajando duramente pero... ¡en proyectos laborales del despacho! Me explico: he estado cocinando borradores y propuestas para el último cuatrimestre del 2014 y para el 2015. También gestionando emociones, enfoques, miedos y desafíos. Miedos, sí. A pesar de las canas y la experiencia, de los alentadores feedbacks de los clientes y de la trayectoria. Dicen que el mejor antídoto contra el miedo es el amor.

Amor... es lo que siento por los lectores del blog y cuando no escribo -porque el tiempo literalmente no me alcanza- noto una sensación de abandono que me entristece. En fin ¡aquí estoy! a pie de obra con mi rueda incorporado y algo más de media hora para transmitir dos ideas.

Sobre la mesa el caos de mis lecturas, la calculadora, los rotuladores permanent marker, el reloj (que me quito mientras trabajo), la manzana, la grapadora, el tipp ex nuevo y el cuaderno de espiral. A mi izquierda la ventana abierta al jardincillo zen del despacho, y los pájaros que se acercan cada vez más al quicio de la puerta animándome a escribir, a contar vivencias, emociones y agradecimiento. Sobre todo agradecimiento. Decía en el siglo XVII Jean de la Bruyére que solo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud.  




Uno de los libros que he recomendado en las últimas semanas a algunos clientes es el titulado Manual de supervivencia para la empresa familiar de Ferrán Fisas, co-propietario de una empresa bicentenaria cuya plantilla supera los trescientos trabajadores. En la página 105 profundiza en un tema que me trae de cabeza cuando entreno a directivos de empresas familiares: la cuestión de la potestas y la auctoritas. 

La potestas de un directivo representa el poder que tiene para premiar o castigar a los miembros de su equipo y se obtiene con el cargo que aparece en su tarjeta. Sin embargo, la auctoritas es el reconocimiento de los subordinados a un directivo como consecuencia de la calidad de su liderazgo. Es justo ahí donde entra en juego mi oficio de entrenar en la mejora de competencias que propicien que aquellos que ya son jefes (por nombramiento u organigrama) se conviertan líderes a los que se respete, apoye y obedezca ¡desde el convencimiento! No diré que es fácil, pero sí que es mejorable. Sustancialmente mejorable con entrenamiento.


La potestas te la otorgan
la auctoritas ¡te la ganas! como lider.


Para terminar una noticia de hoy publicada por la prestigiosa consultora Mckinsey & Company: más de cincuenta por ciento de los directivos reconocen su incompetencia como líderes lo que repercute negativa y sustancialmente en los resultados de su empresa. Mucho margen de mejora. Margen para el optimismo planetario. ¡¡Sigamos pedaleando... hacia la playa de Zarautz (Guipúzcoa) que ya casi es verano!!




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