lunes, 4 de agosto de 2014

El empeño de ser feliz a los 56


Llevo unos días ociosa. Tengo ganas de reír. Estoy leyendo mucha y buena literatura y concediéndome todos los caprichos a mi alcance. Lo advierto: en estas condiciones soy peligrosa o incongruente o incongruentemente peligrosa o acaso solo insustancial. Durante todo el año arrastro un mochilón de transcendencia, de responsabilidad y de  co-co-co (colaborar, cooperar, co-crear)... Pesa tanta densidad moral-intelectual-conceptual. ¡Mucho ruido y poca nuez!  Nuez moscada hoy en la comida que pretendía ser especial y ha resultado chapucera aunque regada con un Vega Vieja, crianza 2010 de la Ribera del Duero.

Apariencias. Casi nada es lo que parece. Vean la primera ilustración y pregúntense en qué contexto se puede imaginar semejante mural de unos... seis por cuatro metros. ¡Enorme! No se trata de un salón de belleza especializado en maquillaje ocular. Tampoco de una tienda de cosmética o sombreros. Ni es un establecimiento de moda, ni una estación  del metro neoyorkino, ni una obra contemporánea del Artium. No. Se trata de la pared central de la Kutxabank de la calle Matía (San Sebastián, Guipúzcoa) donde he acudido esta mañana a firmar un depósito con mi asesora personal, Vanessa. Aunque había cogido cita previa -como en el ambulatorio, je je- he tenido que esperar más de veinte minutos así que me ha dado tiempo a husmear los nombres de los despachos vip de la sucursal. Curioso descubrimiento: Haizea, Ekaitz, Egoitz... por supuesto que son nombres vascos, pero de "ultima generación" (nacieron a mediados de los ochenta). Lo que tiene de peculiar es que mientras los clientes superamos los cincuenta, nuestros interlocutores al otro lado de la mesa no alcanzan los treinta. ¡Así se entiende el diseño del mural!




Antes de visitar a Vanessa, Haizea, Ekaitz, Egoitz y sus secuaces ya habíamos celebrado en casa el contento del vivir, del pervivir a los 55 que ya quedan atrás para no volver, como las oscuras golondrinas. En nuestra familia tenemos la mania de los detalles que -por ínfimos que sean- colman nuestra existencia y nos empujan a lo que jocosamente nosotros llamamos el nirvana y más allá...  Un desayuno con King Hsuan Oolong Tea, mantequilla, mermelada casera de melocotón ¡que por fin he conseguido me quede sólida! un panecillo y un croissant.


La mañana se ha torcido un poco con la lectura de la prensa donde las obscenidades campan a sus anchas. 

Obscenidades sí ¡a ver de que otra manera se puede llamar a una noticia cuyo titular es "El sueldo de los directivos españoles se dispara"



Mientras parte de la población española (y nos solo española) se desangra viendo peligrar su salario, su casa, su poder adquisitivo, la educación de sus hijos y hasta el arreglo de la suela de los zapatos... otras personas ganan (de media) 117 millones de euros en el primer semestre del 2014. Repetiré para mi madre que a veces me lee "... cuando Google está de buen humor..." (según dice ella): Algunos consejeros de empresas españolas cotizadas han ganado entre enero y junio de 2014 una media de 117 millones de euros (cada uno). Pura obscenidad. Yo al menos así lo siento.

Pero... terca como soy... he persistido en el empeño de ser feliz ¡como una lombriz-perdiz o lo que ustedes quieran! paseando por mi ciudad de siempre que sin embargo es otra al contemplarla sin la agenda opresora. 

Con estos ojos nuevos les presento mi ciudad desde la balconada por la que -cuando estoy en San Sebastián- paseo al ir y venir de casa al despacho y viceversa. Reconozco que es un lujo del que quiero más. Así que les dejo ahora porque me llaman los peces del Cantábrico y a las 17.00 horas la marea estará completamente baja ¡momento óptimo para bucear!




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