Resulta un tanto heroico cambiar la manera de cambiar en las organizaciones. Imaginada la resistencia de los más conservadores del lugar; conocida la llamada "zona de confort"; intuida la fuerza de los grupos de poder de cualquier empresa, sorprende que los promotores oficiales del cambio se revuelvan en sus asientos cuando perciben que "va en serio" el abordaje de cambios intencionales.
Paradojas que me fríen el alma y congelan el corazón. ¿Ingénua? eso dicen quienes me conocen. Ingenua y a mucha honra porque el día que deje de dolerme el cinismo ¡se acabo! Entiendo por cinismo la incoherencia entre el pienso-siento-digo-hago y me acuerdo de una frase que siendo niña escuchaba a mi madre (refiriéndose a los clérigos): ¡haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago!
Brutal. Me resulta indigesto comprobar en diversos foros que las personas cuanto más dicen amar el cambio ¡más lo temen! y cuanto más afirman comprender la necesidad de cambiar ¡más se aferran a la manera habitual de funcionar con argumentos peregrinos!
Pánico. Creo que sienten pánico. Desconcierto. Pienso que necesitan un guión previo sin el cual se sienten desvalidos. Pero... cambiar la forma de cambiar es internarse en la incertidumbre, fértil y hostil territorio que exige movilicemos lo mejor de nosotros mismos y el miedo... ¡el miedo no cabe en la balsa que atraviesa el océano de lo desconocido y alcanza la orilla del porvenir!
Es amargo chocar contra muros de inmovilismo en las organizaciones, las empresas, las aulas, los comités, las asociaciones no gubernamentales, las fundaciones, los colegios, sirios y troyanos por igual. Y duele aun más cuando las personas se han afiliado al cambio, dicen apostar por la transformación y afirman comprender la necesidad de crear nuevos espacios, escenarios y contenedores de sentido (propósito).
¡Devolvamos a las palabras su fuerza original! Dejemos de utilizar conceptos como conffetis en una fiesta de cumpleaños. Tornemos a lo esencial: la coherencia entre el pensar-sentir-decir-hacer. Si apostamos por el cambio ¡coraje para asumir lo que exija de nosotros! Y si optamos por el inmovilismo ¡aguante para asumir lastres!
Por más resistencia que pongamos el cambio es lo único permanente (Heráclito). Y nunca puedes bañarte dos veces en el mismo río. ¿A qué vienen tantos aspavientos con la más pequeña modificación en los procesos, métodos, protocolos, espacios, retribuciones, ascensos, descensos...? Quien no se arriesga ¡no cruza la mar! y tampoco aprende-crece-se desarrolla.
Cansada hoy de comprobar que queremos el niño sin la gestación ni el parto y el músculo sin el entrenamiento y la delgadez sin la dieta y el gol sin sudar y la flor sin sembrar y mejores resultados haciendo más de lo mismo... qué aburrimiento ¡así no es posible! y alguien lo tiene que decir alto y claro. Si queremos una realidad mejor hemos de construirla entre todos, abordando ¡ya mismo! cambios intencionales ¡cambiando la manera de cambiar!
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