jueves, 25 de agosto de 2016

Por favor, sea breve


Huyo de los dogmas como el gato del agua, así que desconozco si es cierto que "la brevedad es la madre del ingenio" como dicen los clásicos. Sin embargo doy fe de lo mucho que he disfrutado en el taller Del relato al microrrelato facilitado por María Asun Landa y Virginia Imaz en el marco de los XXXV Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco.

Disfrutado, aprendido, reído y escrito, una droga dura cuyo enganche va en aumento con el trasiego de los años junto con el enamoramiento de mujeres sabias que encuentro en rincones insospechados del planeta. Emergen y se esconden como elfos de variadas apariencias: filósofas, antropólogas, analistas junguianas, empresarias, directivas o escritoras, como Clara Obligado (en la fotografía) pionera de los talleres de escritura en España desde los años setenta. 





En una época de inflación de palabras huecas resulta liberador re-descubrir un género que hace bandera de la brevedad (acaso de la verdad) y apunta a la esencia del asunto al que añade una vuelta de tuerca incitando al lector a completar el salto temporal, geográfico o contextual de una elipsis que deja espacio al imaginario y amplitud a la mirada creativa.

Durante diez horas una treintena de alumnos hemos acudido puntuales a la cita con nosotros mismos y con el genio colectivo que se propaga con la facilidad del cólera pero sin sus devastadores consecuencias. Bien al contrario, cada hora se ha ido elevando la temperatura creativa de la sala hasta alcanzar los treinta y dos grados a la sombra que registraba el termómetro al cierre del encuentro.





Greguerías de Gómez de la Serna han corrido por el aula junto a barbarismos de Andrés Neuman, microrrelatos de Monterroso, Borges y Lagmanovich quién escribió: "Crees ser mi poema favorito pero solo eres ¡una errata!".

Como en tantas cuestiones de la vida, no hay consenso sobre la definición de microrrelato y sin ese corsé es posible divertirse mucho escribiendo poco con la dificultad añadida del título y el cierre con gracejo. Merece la pena orillar la verborrea, economizar palabras y sujetar el ego que con frecuencia pretende ocupar el centro de la escena. Por favor, Sres. ¡sean breves!



Mariasun Landa, profesora titular del curso de la UPV. 2016.



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