He estado varios días sin conexión. Sin conexión wifi a esa parte de mí que reflexiona y escribe en el blog porque la intensidad (y velocidad) de los proyectos profesionales han sido de tal envergadura que se lo han llevado casi todo por delante hasta hoy que he recuperado (un poco) la calma, la conexión a esa parte de mi que reflexiona, escribe y comparte con ustedes.
Con motivo de la publicación de su autobiografía titulada Volar en círculos, el prestigioso escritor John le Carré alerta sobre los riesgos del ciberespacio a los que estamos sometidos y afirma: "... Una nota manuscrita o un microfilm deslizado en un buzón clandestino son mucho más seguros que el ordenador mejor encriptado...".
Mi propia experiencia confirma la sensación de que el big data lo invade todo con sus largos y sofisticados tentáculos que se inmiscuyen en los pliegues íntimos de la almohada: cinco minutos después de comprar unos zapatos Camper el ordenador del despacho recibía el agradecimiento de la marca por la confianza depositada. Diez minutos más tarde L´Óccitane me bombardeaba con ofertas de crema de manos por haber comprado un after shave para mi pareja. En la misma semana he sentido el frío de un alien soplando sobre mi nuca a cada acción, paso, compra o gesto realizado.
Creo que está pendiente una quinta revolución social en la que los ciudadanos del mundo -conscientes del hiper-control al que estamos sometidos- nos revelemos contra el uso permanente de tarjetas de crédito y móviles.
Quienes piensen que exagero quizá desconozcan que el gobierno de Xi Jinping usará datos personales privados para catalogar a los habitantes chinos como parte de un plan que se anuncia como supervisión del comportamiento ciudadano. El gobierno chino preve que el sistema esté implantado para 2018 y -entre otras cosas- permitirá excluir de las escuelas privadas a los hijos de los ciudadanos considerados "deshonestos" por las huellas que dejen en la nube sus operativos móviles. La "medición" se extenderá también a las empresas en una especie de "caza de brujas" que parecía superada hace décadas... En fin, un buzón clandestino ¡mucho más seguro!
La quinta revolución social que propongo consiste en renunciar al uso permanente de tarjetas de crédito, móviles, tablets y otros artilugios sin los que probablemente estaríamos más equilibrados al mismo tiempo que morirían de hambre las fauces de los perversos sistemas de control. Se crea o no, yo no uso móvil y no tengo la mínima dificultad para encontrarme con clientes en cualquier lugar del planeta, realizar on time proyectos complejos, coger trenes y aviones, sobrevivir como emprendedora-bonsái y -en general- acompasarme a las necesidades propias y ajenas pero... al gobierno de Xi Jinping le costará "supervisar mi comportamiento" porque tras la experiencia en Camper y L´Occitane he decidido radicalizarme un poco más y pagar siempre ¡en metálico!
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