La categoría moral e intelectual de una persona se puede medir por cuánta verdad es capaz de soportar, afirma el filósofo Santiago Beruete. Con esta inspiradora afirmación abordo el segundo post del mes con cierto síndrome de abstinencia ya que llevo doce días sin acercarme al teclado de la bitácora -y tocando otras partituras-.
El asunto de la "categoría moral e intelectual de las personas" me importa, por lo que en cada proyecto en el que trabajo planteo prácticas que nos confrontan con la verdad y ahí emerge el feedback tan manoseado como desconocido en su capacidad de transformar profesionales, equipos y organizaciones.
La más certera explicación del feedback y su práctica la descubrí hace más de una década en el libro Remando Juntos de Germán de Nicolás (páginas 77 a 90 de la edición 2006).
El feedback es una práctica que aporta áreas de mejora basadas en datos, observaciones y comportamientos. Se realiza sin juicio ni maldad. Y busca alimentar (feed) al otro en la creencia de que todos tenemos ángulos ciegos que limitan nuestro desempeño.
Junto a Germán de Nicolás he aprendido mucho de Brené Brown (Universidad de Houston, Estados Unidos) y de Chris Baréz Brown quien considera que la práctica del feedback con esmero y profesionalidad ofrece frutos impagables a las personas, los equipos y las organizaciones.
En su dimensión práctica el feedback se realiza en una proporción de dos a uno, es decir: dos elogios concretos, honestos, basados en hechos y resultados... por cada área de mejora expresada de un modo neutro, cuidadoso y detallado. Si la situación transita un momento de tensión, todos los autores recomiendan incrementar la dosis: tres elogios por cada área de mejora. Pero quizá lo más estimulante sea lo que he aprendido de la práctica directa del feedback a cientos de profesionales en los últimos veinte años. ¿Para qué sirve el feedback?
El feedback sirve para conocerse mejor ya que los demás te ofrecen el regalo de su visión externa sobre tu desempeño. También para mejorar como profesional en áreas concretas de tu trabajo. El feedback modula el ego que siempre se considera perfecto. Aplicado a equipos propicia una mejora permanente (Kaizen) al mismo tiempo que ahuyenta la complacencia y sus peligrosas derivadas. El feedback es una herramienta valiosa para decirle al rey que va desnudo, algo que todos ven y nadie confiesa en las organizaciones productivas. Además entrena la capacidad de observación y -en ese sentido- incrementa la consciencia. Finalmente la ausencia de feedback descorazona porque deja a las personas a la deriva mar abierto sin saber si están haciendo bien o mal su trabajo haciéndoles sentir insignificantes e inexistentes para sus responsables directos. Como me dijo la semana pasado un profesional cuando salía de la empresa: "... preferiría que mi jefe me echase una bronca a no saber lo que piensa de mi trabajo...".
Animo encarecidamente a la práctica habitual del feedback: mejora los resultados, el desarrollo de los profesionales y la cohesión de los equipos comprometidos con la verdad.
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