No sé leer sin un bolígrafo en la mano, una excentricidad como otra cualquiera y una herencia de mi etapa como periodista. Así que todos mis libros están tatuados con marcas, subrayados y notas a pie de página. -Quien los herede no podrá donarlos a una biblioteca pública-. Pero... en las últimas semanas se han producido dos notables excepciones con libros de pequeño formato. ¿Por qué no he dejado mi impronta en esos ejemplares?
En primer lugar por la belleza de su maquetación: siento reverencia por lo bello y por el trabajo bien hecho y en ambos casos los diseñadores se han esmerado con primor. En segundo lugar por la fuerza de su mensaje.
En mi caso la excepcionalidad de no marcar un libro implica la renuncia a extraer de ellos algo "práctico" para abandonarme al puro gozo de leer, sentir y disfrutar. Quizá sea la razón por la que los he leído de un tirón.
El arte importa esparce sus imágenes y palabras por debajo del centenar de páginas. Conversaciones sobre la escritura (Ursula K. Le Guin en diálogo con David Naimon) traducida por Nuria Moles Galarza y publicada por la Editorial Alpha Decay S.A. termina justo en la página 101.
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