viernes, 2 de octubre de 2020

Buenismo Empresarial: Peligro-Peligro

 

Seamos claros: hay ideas populares e impopulares, también en la empresa. Pongamos un ejemplo sencillo: montar una cocina con microondas, nevera y cafetera es una propuesta popular ¿quién va a rechazar la idea? Sin embargo, cuestionar el teletrabajo es una idea sobre la que todas las personas tienen algo que decir, la mayoría entiende como un derecho y se defiende como la joya de la corona. 



Lanzar propuestas impopulares, mantener comportamientos impopulares y encarnar ideas impopulares exige coraje. No todos los profesionales están dispuestos a semejante desgaste: mejor rodar con la mayoría aunque sea cuesta abajo... y este es el problema: a veces la empresa rueda colectivamente cuesta abajo.




El debate se endurece si cuando planteamos indicadores de productividad, monitorizamos el rendimiento y mantenemos conversaciones para el desempeño encontramos comportamientos disfuncionales que obligan a sancionar, amonestar o despedir a un empleado. Ser impopular en este terreno cuesta un poco más y -sin embargo- algunas consideraciones están en juego.

En entornos adversos como los que transitamos (inciertos, volátiles, complejos y ambiguos) la práctica del "buenismo" (todo vale) puede poner en peligro la supervivencia de la organización por complacencia, ausencia de rigor, criterio y resultados. 

La solución no consiste en volverse un tirano, ni en auditar hasta el crecimiento de los cactus, sino en establecer un límite claro entre la gestión humanista y el "buenismo" (no incomodar a cualquier precio). ¿Dónde radica la línea roja? Cuando los comportamientos, las actitudes y el desempeño profesional erosionan a la compañía... cuando los comportamientos, las actitudes y el desempeño de uno perjudica a todos... se trata del clásico dilema que han tratado de dilucidar todas las teorías del management y desde luego el conocimiento experto del mundo de los equipos. Si en el mar hay que salvar a las mujeres y los niños primero, en la empresa hay que salvar lo colectivo primero. El humanismo bien entendido siempre saldrá al rescate del bien común.


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