Nombrar otorga rango de realidad a los pensamientos, emociones y sensaciones que los humanos transitamos y -al igual que en una empresa el trabajo de transformación comienza con un diagnostico-, las personas haremos bien en elegir con precisión las palabras que representan cómo nos encontramos.
Trabajo con personas y el muestreo aleatorio de seres humanos con los que interacciono en una semana, un mes o un año es alto: ¡tengo mi particular encuesta de clima existencial!
En el último año incluso los profesionales más resilientes dan extrañas señales que tratamos de nombrar ya que una vez que emerjan a la consciencia atisbaremos el sendero que conduzca hacia la solución.
Las personas se han visto despojadas de algunos alicientes a los que otorgan relevancia: viajes, eventos sociales y deportivos, celebraciones de empresa, cines, ópera y teatro... La sensación de pérdida va calando en el ánimo con el transcurso de los meses y la incierta perspectiva de recuperar pronto aquella normalidad. Otros factores se añaden: pérdida de seres queridos, de empleo, y miedo a enfermar -acaso a morir-.
Siendo todo ello una obviedad, en mi opinión no es suficiente para entender el estado de vacío por el que transitan algunos profesionales. El pueblo vasco se caracteriza por su capacidad de lucha y trabajo y así es como se muestran durante años los empresarios y directivos con los que colaboro: gladiadores capaces de remontar olas grandes (competencia asiática feroz, dificultades de suministro, internacionalización, desafío digital, economía en recesión...).
La covid19 y sus secuelas económico financieras, el virus y sus secuelas sanitarias, el patógeno y su impacto limitante en actividad y movimiento, no son suficiente para desequilibrar a estos profesionales recios ¡hay algo más!
No hay comentarios:
Publicar un comentario