He conseguido disolver el nudo que apretaba mi ánimo desde hace semanas. No estoy segura de poder explicar de una manera clara mi dilema. Escribirlo en esta plataforma quizá me ayude a descubrir los laberintos que he transitado hasta agotarme.
En el 2017 uno de mis clientes-empresa me llamó para un encargo y una vez alcanzado el objetivo prolongó la colaboración hasta hoy. La permanencia, diversidad de encargos, amplitud de profesionales con los que he interactuado, horas dedicadas y mi propia reflexión llevaron este encargo a ser un proyecto-estrella. Pero... transcurridos tres años la cultura organizacional comenzó a engullirme y los principales directivos de la compañía me sugerían ¿pedían? ¿exigían? que actuara como ellos, es decir, que me convirtiera en parte del problema: ocultismo, falta de transparencia y coraje así como connivencia con el statu quo. Al principio pensé que veía fantasmas donde no había y que no era para tanto. Orillé la controversia y puse a salvo mis principios hasta mediados del 2020 momento en el que la presión subió al máximo y se me pidió que compartiera con la propiedad un diagnóstico edulcorado que omitiera aspectos que pudieran incomodar. Excuso decir que la censura aludía a aspectos clave para la transformación empresarial.
Consulté el desafío moral con mis mentores y -tras haber escuchado sus consejos- la zozobra permanecía conmigo incluso en las montañas...
Entiendo la esencia de mi trabajo como la observación de evidencias y el análisis de datos a partir de los cuales emergen áreas de mejora para los profesionales, equipos y empresas. Digamos que gran parte de mi oficio consiste en propiciar la "conciencia crítica" en las organizaciones, así que ante la petición de censurar el diagnóstico de la compañía me sentí tan desorientada que contemplé la renuncia al encargo...
Una semana antes del encuentro con la propiedad tuve una conversación reveladora con un directivo de primer nivel cuya escucha y preguntas poderosas me llevaron a una visión ampliada del puzzle empresarial.
Les ahorraré el proceso discursivo que me llevó a disolver el dilema, pero compartiré con ustedes mis aprendizajes: he aceptado la humildad de mi "posición observador"; he entendido que he de aportar a la empresa al máximo sabiendo que el resultado de las decisiones no me corresponde; he digerido algo que ya sabía: que cada organización aborda-resuelve en cada momento lo que puede... y lo mejor: he renunciado a mi espíritu heroico. Estos aprendizajes (que enunciados parecen nada) me han liberado de un gran peso interior y propiciado enorme contento mientras prosigo monte arriba...
Artículo relacionado. Las no tendencias del 2021, por Xavier Marcet.
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