Tomando como cierta la afirmación de que "donde no hay belleza no hay conciencia", desde que tenemos una casa en la montaña vivimos sumergidos en la belleza vegetal y animal lo que -de alguna manera- incrementa nuestra conciencia existencial.
Sabido es que el cambio es lo único permanente (Heráclito) así que un mismo sendero jamás ofrece idéntica tonalidad, ni el río pasa dos veces por el mismo sitio ni es igual el trino de las aves ni los animales salvajes (o domésticos sueltos en los prados) permanecen estáticos.
Todo es cambio y movimiento: incluso el trigo se alza milímetro a milímetro hacia la vertical del cielo y en mayo alcanza los veinticinco centímetros (en Castilla y León).
El hecho de caminar en silencio por senderos alejados de los pueblos es un placer inmenso. Hace años mi resistencia física apenas me permitía caminar cuatro-seis kilómetros con gran esfuerzo, ahora, sin embargo, alcanzo con facilidad los diez-doce kilómetros lo que me permite disfrutar de los placeres que emergen inesperadamente en cualquier recodo del camino.
Por la noche, ya en casa, retomo la lectura del Tao Te Ching, libro que recoge los principios del Taoismo -una de las escuelas de filosofía más antiguas de oriente-. El texto de Lao Tse afirma que los humanos hemos nacido para cultivarnos... Interesante. ¿No les parece? Profundizaré en ello y compartiré con ustedes.
Artículo relacionado en el que el arquitecto danés Jan Gehl afirma que "caminar debiera ser considerado un derecho humano".
Concepto relacionado: baños de bosque, en japonés Shinrin Yoku
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