sábado, 30 de marzo de 2024

Muchas vidas, muchos maestros

 

Hoy he participado en el funeral de un vecino. Hacía mucho tiempo que no asistía a un ritual de despedida: desde que murió mi padre hace treinta y cuatro años.



La persona fallecida tenía buen talante, así que era apreciado en la comunidad. Muchas personas han acudido al sepelio, arropado a la familia, y formulado su pésame. La viuda es una mujer dulce como la miel, austera como un benedictino, y fuerte al punto de haber sostenido treinta años de enfermedad del fallecido. Aun cuando esté agotada o tenga prisa, siempre tiene una palabra amable entre los labios...

La ceremonia me ha sorprendido en fondo y forma y la he contemplado como si fuera una obra teatral: con cierto desapego. He aprovechado el tiempo para meditar y -a mi manera- desearle lo mejor al fallecido. También me he acordado de las personas de mi familia que ya no están.


Petroglíficos en Gargamala (Galicia)


La muerte me parece un temazo por diversas razones entre las que adquieren relevancia el fallecimiento de algunos amigos, la avanzada edad de mi madre y mi propia biología. No soy gafe ni morbosa, simplemente la muerte me parece un temazo, así que investigo, estudio, reflexiono y analizo todo lo que encuentro. Si profundizamos en la bibliografía podemos descubrir que los ángulos desde los que se enfoca la muerte son diversos, pero alcanzan dos grandes categorías: creyentes y ateos. La mayoría de las personas que hoy han acudido al sepelio creen en la vida eterna. Algunos bebemos de un cóctel más explosivo cuyo ingrediente primario fue el cristianismo pero que después se ha mezclado con la espiritualidad de trazo grueso (diversas tradiciones, épocas, lugares y maestros). Entre los libros a los que vuelvo se encuentran tres: La muerte, un amanecer, de Elisabeth Kübler Ross (psiquiatra), La prueba del cielo, del doctor Eben Alexander (neurocirujano) y Muchas vidas, muchos maestros, de Brian Weiss (médico y psiquiatra). Película relacionada con el tema Más allá de la vida, de Clint Eastwood (Neflix).


4 comentarios:

P.R. dijo...

Un temazo…suena a éxito de los 40 principales. La muerte, evitarla, es la principal razón para vivir. Como contaba Woody Allen en Annie Hall la vida es como ese hotel de vacaciones en el que la comida es mala y escasa, pero del que nadie quiere marcharse.
Yo fui consciente de mi propia muerte cuando, hace muchos años siendo mis hijas muy pequeñas, tenía tal sensación de felicidad con mi familia que noté un dolor terrible al pensar que un día eso se acabaría. El dolor se repite periódicamente y el consuelo es siempre el mismo: quiere decir que sigo siendo feliz,
El propio Woody Allen lo explicó muy bien cuando le preguntaron que sentía sobre la muerte: “soy totalmente contrario*.

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Querido Paco, muchas gracias por asomarte a mi blog y a sus modestos contenidos. Un lujo, un honor ¡gracias! También por citar a uno de nuestros admirados cineastas... Únicamente... seamos o no contrarios a la muerte, es un final inevitable y -lo que quizá sea relevante- la consciencia de esa finitud aporta mucho a la manera de vivir y trabajar... al menos a mi. Un abrazo. ¡Gracias!

Anónimo dijo...

Comparto contigo Azucena querida amiga mía, que tomar conciencia de la muerte a mi me invita (cuando puedo) a vivir la vida de otra manera quizá más consciente de esa impermanencia. Las cosas terminan implacablemente.
He disfrutado de un maravilloso fin de semana en las montañas de la Vall de Aran rodeada de naturaleza, de afecto y de risas, y ya se acabó porque ya estoy en otro lugar. Ahora hay recuerdos pero no están aquí ni las montañas, ni las risas, ni el inagotable cariño compartido estos días. Estoy en otro momento, en otro lugar , con otras personas.
Todo es impermanente miremos cómo lo miremos. Ver esto, es para mí ahora lo realmente desafiante y en momentos difícil, y en otros liberador muy liberador. Gracias por compartir este temazo sobre la muerte! Soy Eli FISAS. ( es q pone publicar como anónimo … y no)

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Muchas gracias, Eli... siempre... por tu sabiduría, profundidad y cercanía del alma. Un fortísimo abrazo. ¡Gracias!