La tercera ciudad más importante de Suiza es Locarno (en la fotografía), un lugar estupendo para morir. Para empezar el escenario es propio de una película con abultado presupuesto: los Alpes y el Lago Mayor rodean el pueblo y los alrededores del cantón cuyos habitantes hablan en su mayoría italiano en vez de francés o alemán (idioma que utiliza el 60% de la población suiza).
Locarno es el lugar en el que murió la novelista Patricia Highsmith, poco aficionada al esquí o al senderismo y tan austera que compraba menos comida para ella que para el gato.
El rotativo El País publica un artículo escrito por Elena Gosálvez Blanco, última asistente de la novelista. De interés para los seguidores de la gran dama de la intriga, el relato de Gosálvez -colaboradora de la Universidad de Yale- revela anécdotas curiosas para los aficionados a la escritura.

¿De dónde sacan las ideas los escritores? La respuesta es tan variopinta como los estilos narrativos o el carácter de los artistas. A Patricia Highsmith le inspiraban el arte, la psicología clínica y el reino animal, pero muchos de los argumentos de sus novelas provenían de un programa de crímenes que emitía la
BBC. Con el rigor propio de quien asiste a un ritual sagrado, la escritora veía cada semana la emisión de la British Broadcasting Corporation y anotaba los datos que más tarde transformaría en historias de terror. Los detalles de los crímenes reales dotaban de credibilidad los relatos de la novelista cuya popularidad y ventas se dispararon con
Extraños en un tren o
El talento de Mr Ripley.

El secreto conocido por los biógrafos de la novelista se completa con otro que contrapesa la fama de tacaña de la autora. Aunque en la vida cotidiana Patricia Hightsmith no se concedía lujos, poseía una fortuna. Hubo que esperar hasta su muerte para descubrir que su "frugalidad" tenía un propósito: contribuir a que otros artistas se desarrollasen en un entorno amable. El testamento reveló que todo el dinero de la escritora fue a parar a
Yaddo, una colonia neoyorkina que apadrina a escritores, pintores y artistas en general. Seguro que la novelista guardaba más secretos y que -como en todo buen triller- la realidad supera la ficción.
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