Hoy he estado en un centro de lujo dedicado a la salud, en realidad un gimnasio de élite al que prefieren llamar Achmea Helth Center (Centro de Salud Achmea). Se respira un aire sereno a pesar de los trepidantes ritmos del step, body building, pilates... Hay flores flescas en cada rincón, toda la prensa en varios idiomas, revistas, humeante té, café y zumos naturales servidos por un maitre amable que habla un inglés exquisito -ya que es nativo de la isla emigrado a Holanda hace más de una década- según me ha contado mientras me servía un regular cofee con galletita dietética incluida. Puro glamour situado en el puerto de Rotterdam.
Puesto que es un club privado, me han dejado entrar gratuitamente con invitación preferencial de un socio lo que me ha permitido gozar de una mañana increíble en una piscina a casi treinta grados desde la que -entre largo y largo- veía entrar y salir buques de mercancías, taxis acuáticos y waterbus- los tradicionales autobuses turísticos de los Paises Bajos-.
Tras media hora de natación escuchando mis propias brazadas y con tan solo dos personas más en el recinto, me he regalado una sauna en la que he estado rodeada de mujeres desnudas, de todas las edades, nacionalidades, tallas y cuerpos con biografía propia: cicatrices de cesáreas, operaciones de pecho, celulitis, senos gigantescos o diminutos como aceitunas rellenas. Cada una respetuosa consigo misma y con los otros, aplicando aceites sobre décadas de piel: madres, hijas, abuelas, blancas, negras, asiáticas. Tolerancia extrema de la diferencia en otra modalidad que la creativa. Creo que es precisamente la tolerancia lo que hace de Holanda un país con encanto y lo que, de paso, permite una convivencia pacífica en la calle. Como diría Cubeiro: fluir para confluir e influir... Fluir con uno mismo, para confluir con los demás, e influir en el entorno. Sigamos juntos, tolerancia hasta el punto en el que no peligre nuestra propia identidad o capacidad de supervivencia...
Tras la piscina y la sauna, dando un paseo por un bosque cercano, he descubierto dos árboles textualmente devorados por hiedras (ver foto). Si bien los jardineros acaban de arrancar la base, las trepadoras se han adherido al tronco y a las ramas hasta una altura de más de cuarenta metros y me han parecido una metáfora de las personas cuando las conozco en el despacho. Estos hombres y mujeres son fuertes, hermosos, creativos, llenos de recursos (como los árboles) y -sin embargo- se sienten confusos, bloqueados o lentos: tienen hiedra trepando por sus muslos y brazos, enredaderas que han crecido a su costa a base de ideas limitantes, desesperanza, falta de lucidez...
En ocasiones la hiedra proviene de nuestros ancestros (sus valores y creencias) o de la cultura del entorno... Kilómetros de raíces. Tolerancia para fluir, confluir e influir civilizadamente sacudiéndonos cada rama de hiedra que frene nuestro avance hacia el infinito. Observe, por favor... ¿qué ideas/ actitudes/ personas/ situaciones o creencias se enroscan en sus piernas frenando su avance y crecimiento? Hiedra.