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viernes, 1 de agosto de 2025

La IA mata el pensamiento crítico

 

No corro y no compito. Un poderoso empresario quiso integrar mis cursos de liderazgo y equipos en sus programas formativos. Había asistido a varios de mis talleres y estaba fascinado con la metodología, las dinámicas en aula, el cóctel de enfoques que aportaba, el análisis de casos reales y la satisfacción de los alumnos. Así que quiso capturarme. 




No éramos amigos, pero quedábamos de vez en cuando para tomar un aperitivo en alguna de las cafeterías de Madrid en las que era conocido como cliente vip. Tuvimos varias conversaciones en las que me proponía integrarme en la oferta de cursos de su empresa. Yo le escuchaba y por una vez fui cauta: exploraba las condiciones que ponía sobre la mesa y volteaba los aspectos inaceptables. Por ejemplo, las condiciones contractuales y económicas. Durante algunos encuentros bailamos sin pisarnos los pies: él estaba acostumbrado a negociar y su perfil comercial le permitía ajustar el paso al vals y la jota. La realidad es que no avanzábamos y él tenía prisa. 

En un momento dado perdió la paciencia, se enfadó y me habló de las paupérrimas condiciones económicas en las que trabajaban algunos de mis colegas -a los que llamaba competidores-. Yo le mire con cariño (en el fondo me caía bien) y con enorme tranquilidad le dije: "... yo no corro y no compito...", lo que le sacó de quicio y no cerramos ningún acuerdo.
 
El empresario y yo seguimos tomando café de vez en cuando y hoy me ha confesado que muchos de los cursos que imparten sus formadores están diseñado íntegramente con Inteligencia Artificial: puro recorta, pega y colorea. Ha visto mi cara de reproche y -al igual que antaño- me ha hablado de mis "competidores",  a lo que he reiterado mi contestación: "... no corro y no compito...". Nos hemos reído los dos.

No compito con la IA, aunque ella y su algoritmo compitan conmigo. Por una cuestión de principios y coherencia (comportamiento al que otorgo importancia) las formaciones que imparto seguirán siendo la condensación de los cientos de lecturas, decenas de formaciones recibidas y miles de horas de trabajo directo con líderes y equipos. Y, desde luego, seguirán siendo artesanales: esa es su autenticidad  y acaso su valor.

Finalmente me resultan interesantes las conclusiones de una investigación reciente publicada en la Harvard Business Review según la cual el uso habitual de IA deteriora la capacidad de aprendizaje, debilita la memoria y dificulta la configuración de ideas complejas y la creatividad. Además erosiona el pensamiento crítico. Puro veneno intelectual.


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sábado, 26 de julio de 2025

El desorbitado precio del silencio directivo

 

La escena es esta: el Comité de Dirección empieza a la hora prevista y se abordan los temas del orden del día. Cada departamento presenta las modificaciones que se han producido desde el encuentro anterior. La informacion entra por las orejas de los directivos y alcanza el cerebro donde pasa un primer corte: qué capturar y qué obviar... A lo que interesa la mente aplica un segundo corte ¿hablar o callar? A la velocidad de la luz el cerebro calibra si merece la pena intervenir. La mayoría de las veces la respuesta es negativa y los silencios en los comités de direccion son pura expresión de la actitud "nadar y guardar la ropa".




Los directivos creen asegurar su puesto en la medida en que no incomodan, es decir, aseguran su puesto en la medida en que no ejercen el pensamiento crítico aún cuando sean los expertos en un tema o se trate de un riesgo para la empresa. El "yo" se impone al "nosotros" y conservar la privilegiada posición de directivo (a corto plazo) prevalece sobre los intereses de la organización (a medio plazo). Callan, luego otorgan, en un ejercicio donde guardar la ropa es una regla tácita que todos respetan. El coste de esta práctica habitual en los Comités de Dirección es alto para las empresas pero a nadie parece importarle.

No rebatir datos inexactos o falsos, no alertar de peligros y no aportar argumentos que propicien debates y enriquezcan la toma de decisiones son comportamientos ajenos a mi concepto de ejercer como directiv@ de una compañía. Interpreto los silencios generalizados como síntomas de complicidad con la inexactitud, cortedad de análisis, ausencia de criterio y -sobre todo- cobardía.

Si el plenario calla, se produce una falsa sensación de armonía (todos estamos de acuerdo), los temas pasan de un comité al siguiente (parece que avanzamos), pero la realidad es que las disonancias y errores se acumulan debajo de la alfombra hasta que estallan en pérdidas millonarias, cierre de plantas productivas o ERES masivos. 

El silencio sostenido durante la etapa de guardar la ropa -en la que hubiera sido posible cambiar la evolución de los acontecimientos- se torna ruido infernal cuando las cosas se precipitan al vacío y ya es tarde para modificar el rumbo de los hechos. La cobardía de los directivos pasa factura: guardan la ropa y pierden el norte. Es un espectáculo dantesco.