sábado, 14 de marzo de 2009

Veinte mujeres y una brocheta

Veinte mujeres y una brocheta de marisco y rape juntas anoche en la bahía de San Sebastián, muy cerca de las esculturas de Eduardo Chillida (Peine de los Vientos). ¡Cuánta vitalidad desplegada sobre manteles de lino! ¡Qué complicidad desde el aperitivo a los postres!

Veinte personas, una exquisita brocheta de marisco y dos periodistas cubriendo el encuentro de una veintena de pequeñas y medianas empresarias de Guipúzcoa (pertenecientes a Aspegi) practicando activamente dos conceptos de moda: el branding o la proyección de marca personal y el networking o el establecimiento de vigorosas redes sociales. Hubo intercambio de tarjetas (yo coseché siete y repartí otras tantas) con diferentes logos, estilos y poderío. Resultó estupendo aun cuando lo mejor fueron las mil anécdotas de sus tiendas, viajes, despachos, hobbies y fases de ruina-enriquecimiento... Algunas simulaban el vuelo del ave fénix que renace de sus cenizas una y otra vez remontando divorcios, derrotas, fraudes, fracasos, enfermedades... ¡Cuánto humor-aprendizaje-sabiduría-generosidad-lucha-persistencia!

Una ortodencista me explicó las desventajas del Invisalign... un aparatito dental caro y transparente muy de moda en algunos países de la zona euro y que -según esta veterana profesional- se puede sustituir (en la mayoría de los casos) por métodos más económicos y sencillos aunque menos fashion. Sin conocernos, una gerente del metal compartió conmigo su orgullo por haber pronunciado la primera conferencia de su vida sobre Responsabilidad Social Corporativa, algo que practican en su empresa como contribución al mundo contemporáneo.

Una propietaria de tiendas de moda -que se presenta a si misma como "tendera"- nos dio una lección magistral de ingenio explicando sus viajes a la capital francesa donde compra calidad a precios económicos en ghetos apartados del centro de la city para montar después (en sus tiendas de la capital guipuzcoana) auténticos bazares de estilo. A la salida de la cena nos enseñó el fular que guardaba en el maletero del coche como regalo de cumpleaños para un amigo: gris perla, lana fría -explicó- traído de París donde un hombre riquísimo con peluca polvorienta vende miles de esas prendas al mundo entero a precios ridículos.

La propietaria de una franquicia de viajes nos adelantó el folleto vacacional más flipante que puedan imaginar recién salido de la imprenta, casi caliente, antes de aparecer en los estantes de sus agencias. Primicia total. Dos profesionales de la arquitectura se comprometieron a enseñarnos a jugar al mus y a competir con las parejas de hombres a los que con frecuencia ganan en los concursos nacionales e internacionales. Contaron que cuando la cosa se pone fea... se abren el botón del escote. Bromas aparte nos reímos mucho con las mil anécdotas que compartieron sobre la práctica de un hobby tradicionalmente masculino.

En los congresos, las estadísticas universitarias y las escuelas de negocios dicen que las mujeres no cuidamos los contactos con fines lucrativos (de negocio). Sin duda las mujeres construimos y cuidamos las redes sociales: nos ocupamos de nuestros familiares y amigos, apoyamos sus proyectos y prestamos alas a sus sueños. Lo que quizá no tengamos tan claro sea transformar esos contactos en algo útil para nuestros negocios. Anoche -sin embargo- se conjugaron varios verbos a la vez: compartir, mostrar, apoyar, sonreír, intercambiar, comer, disfrutar, beber, emocionar y despedir algunos taxis blancos -a la una de madrugada- con luna menguante reflejada en la serena marea baja de la playa de Ondarreta. Una gran jornada. Veinte mujeres, una brocheta de marisco para cada una, vino blanco, algunas cubiteras y la promesa de seguir construyendo redes de complicidad...

1 comentario:

Isabel Sales dijo...

Hay qué pena que estemos tan lejos!!! Me hubiese encantado compartir esa brocheta contigo y tus compañeras ;-)
Un abrazo,
Isabel