Escribo para mi amiga Marta. Acabo de cortarme las uñas -que habitualmente llevo bastante largas- y es un placer rozar el teclado con las yemas de los dedos que recuperan sensibilidad.-Sé que es algo que sólo entenderán las damas de uñas prominentes, je je; en cualquier caso es una gozada-.
Marta tiene una empresa familiar en segunda generación con casi 70 empleados en plantilla a cuyos entresijos estoy habituada desde hace cuatro años. El otro día vino al despacho para regalarme un cóleo (sabe de mi pasión por la flora y quiso contribuir al jardincillo del despacho que se está convirtiendo en una mini-selva). Después de un rato de cháchara de temas diversos salimos a tomar una cerveza en un bar en el que a ella le conocen. Bueno, en realidad quizá no haya muchos lugares en los que no sea popular ya que con anterioridad me presento en plena calle a otra persona y saludamos a una tercera.
Ya en el bar hablamos del mono-tema: la plantilla de su empresa y los entresijos de la complejidad humana. Sabe que a mi me encanta. Sé que a ella le ayuda airear sus preocupaciones. Así que ahí estábamos las dos -cerveza en mano, fresquita, espumosa- cuando le hablé del funcionamiento de los sistemas, algo aprendido gracias a Guillermo Echegaray. Según desarrollaba mi recién incorporada teoría, Marta abría los ojos como platos igual que si le estuviera revelando la piedra filosofal. En un momento de respiro pegué un trago largo y entonces ella aprovechó para decirme: -Oye, todo esto lo quiero por escrito. Lo necesito para incorporarlo a la reunión del equipo directivo. Me parece clarísimo para manejar la situación de... (una persona que ahora mismo les trae por la calle de la amargura)-. -Vale- le dije con la complacencia que me caracteriza y aquí estoy: escribiendo para Marta sobre los sistemas.
Simplificando al máximo -un post da de sí justito para presentar la idea- diremos que un sistema se rige por tres principios: el de pertenencia, el de poder u orden, y el de dar-recibir. Cuando estos tres principios están equilibrados el sistema está sano (funcional), y cuando se subvierten, el sistema está enfermo (disfuncional) y hay que trabajarlo. Ya se darán ustedes cuenta de que un sistema es casi todo: una familia, un departamento, una empresa, un sindicato, un gobierno...
Pertenencia a grupo es, por cierto, una de las necesidades básicas del ser humano. La persona conflictiva de la empresa de Marta no se siente en absoluto parte de la plantilla a pesar de que es fija y lleva una década en la misma. Reniega. No se identifica con el grupo. Plof, tenemos un pinchazo en la rueda de pertenencia a sistema.
Poder es el respeto a la autoridad tanto jerárquica como moral. La trabajadora de la que hablamos no acata normas ni acuerdos colectivos y no obedece órdenes ni de su jefe directo ni de los propietarios de la empresa. Plof, tenemos un segundo pinchazo en la rueda del principio de Orden-Poder.
Dar y recibir. ¡¡Qué difícil saber cuándo una persona da más de lo que recibe o al contrario!! Sobre todo cuando solo tengo una versión. Tendría que hablar con la mujer para saber cómo lo vive ella. Dejémoslo en stand by, por ahora. Acaso me acerque a la empresa de Marta -en calidad de coach externo- y pueda hacer algo, si la díscola accede... ¿y si no?
Los sistemas funcionan de una manera simple y eficaz. Piensen un poco en ello. Quizá puedan mirar a su entorno más cercano y preguntarse cómo andan de salud los tres principios de pertenencia, orden (poder), dar-recibir y sacar sus propias conclusiones (si quieren compartirlas serán super-bienvenidas).
He cumplido, Marta. ¡Brindo por ti! ¡Salud! Otra cervecita, esta en la terraza del puerto de Orio.
Marta tiene una empresa familiar en segunda generación con casi 70 empleados en plantilla a cuyos entresijos estoy habituada desde hace cuatro años. El otro día vino al despacho para regalarme un cóleo (sabe de mi pasión por la flora y quiso contribuir al jardincillo del despacho que se está convirtiendo en una mini-selva). Después de un rato de cháchara de temas diversos salimos a tomar una cerveza en un bar en el que a ella le conocen. Bueno, en realidad quizá no haya muchos lugares en los que no sea popular ya que con anterioridad me presento en plena calle a otra persona y saludamos a una tercera.
Ya en el bar hablamos del mono-tema: la plantilla de su empresa y los entresijos de la complejidad humana. Sabe que a mi me encanta. Sé que a ella le ayuda airear sus preocupaciones. Así que ahí estábamos las dos -cerveza en mano, fresquita, espumosa- cuando le hablé del funcionamiento de los sistemas, algo aprendido gracias a Guillermo Echegaray. Según desarrollaba mi recién incorporada teoría, Marta abría los ojos como platos igual que si le estuviera revelando la piedra filosofal. En un momento de respiro pegué un trago largo y entonces ella aprovechó para decirme: -Oye, todo esto lo quiero por escrito. Lo necesito para incorporarlo a la reunión del equipo directivo. Me parece clarísimo para manejar la situación de... (una persona que ahora mismo les trae por la calle de la amargura)-. -Vale- le dije con la complacencia que me caracteriza y aquí estoy: escribiendo para Marta sobre los sistemas.
Simplificando al máximo -un post da de sí justito para presentar la idea- diremos que un sistema se rige por tres principios: el de pertenencia, el de poder u orden, y el de dar-recibir. Cuando estos tres principios están equilibrados el sistema está sano (funcional), y cuando se subvierten, el sistema está enfermo (disfuncional) y hay que trabajarlo. Ya se darán ustedes cuenta de que un sistema es casi todo: una familia, un departamento, una empresa, un sindicato, un gobierno...
Pertenencia a grupo es, por cierto, una de las necesidades básicas del ser humano. La persona conflictiva de la empresa de Marta no se siente en absoluto parte de la plantilla a pesar de que es fija y lleva una década en la misma. Reniega. No se identifica con el grupo. Plof, tenemos un pinchazo en la rueda de pertenencia a sistema.
Poder es el respeto a la autoridad tanto jerárquica como moral. La trabajadora de la que hablamos no acata normas ni acuerdos colectivos y no obedece órdenes ni de su jefe directo ni de los propietarios de la empresa. Plof, tenemos un segundo pinchazo en la rueda del principio de Orden-Poder.
Dar y recibir. ¡¡Qué difícil saber cuándo una persona da más de lo que recibe o al contrario!! Sobre todo cuando solo tengo una versión. Tendría que hablar con la mujer para saber cómo lo vive ella. Dejémoslo en stand by, por ahora. Acaso me acerque a la empresa de Marta -en calidad de coach externo- y pueda hacer algo, si la díscola accede... ¿y si no?
Los sistemas funcionan de una manera simple y eficaz. Piensen un poco en ello. Quizá puedan mirar a su entorno más cercano y preguntarse cómo andan de salud los tres principios de pertenencia, orden (poder), dar-recibir y sacar sus propias conclusiones (si quieren compartirlas serán super-bienvenidas).
He cumplido, Marta. ¡Brindo por ti! ¡Salud! Otra cervecita, esta en la terraza del puerto de Orio.
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