domingo, 25 de marzo de 2012

Binomio resilencia-éxito

En el planeta azul (ahora rojo por el calentamiento global) dieciocho corbatas entorno  a una mesa oval acudieron a la llamada del rey Juan Carlos: tres granates, una verde, una amarilla y el resto en diversos tonos de azul. De la totalidad de participantes en el Consejo Empresarial para la Competitividad siete llevaban gafas. Todos bebieron Solan de Cabras (en botella individual de medio litro) y todos contestaron a la pregunta del monarca: ¿qué opinión le merece la situación económica actual? Ninguna mujer. Cero comentarios. Observación en estado puro. Afortunadamente, en la misma jornada se hizo público el nombramiento de Mónica de Oriol como presidenta del Círculo de Empresarios. Por primera vez una mujer se alza con el cargo en ¡treinta y cinco años de existencia del lobby empresarial! Cero comentarios. Observación en estado puro. No quiero hablar de corbatas. Tampoco de la feminización de las cúpulas empresariales.

En el planeta rojo, Susan Sontag afirma que nacemos con dos pasaportes y que la mayoría del tiempo somos ciudadanos del país de la salud aunque más pronto que tarde terminamos perteneciendo al país de la enfermedad hasta que nos arrebata lo único que tenemos: la vida. Susan ya no está para seguir construyendo universos intelectuales pero los pasaportes nos acompañan con la imbricada fidelidad de las parejas sol-sombra, hombre-mujer y esfuerzo-logro. Hoy no quiero hablar de literatura sino del binomio resilencia-éxito para lo que me apoyo en la fotografía tomada con un móvil en el camerino de la Salle Gaueau, en el número 45 de rue La Boétie (Paris) donde la Orquesta de Cámara de Tolousse ensaya el concierto que ofrecerá  el 27 de marzo 2012.      


Extenuada por el concierto del día anterior,  por el vuelo a última hora de la tarde y el largo ensayo de nuevas piezas con veloces solos de violín, la joven reposa treinta minutos en el interior de una funda de contrabajo. Nos preguntamos si consigue conciliar el sueño, si en verdad se estiran sus clavículas, si puede sosegar el hormigueo de los pentagramas imposibles. Esfuerzo sostenido hasta alcanzar el sueño de ser concertino en una orquesta profesional. Voluntad, disciplina ¿sufrimiento? Después llega la gloria de los aplausos, la vocación colmada, los viajes a Canada y Japón, los compañeros, el director... No es lo mismo fijarse en esta fotografía (exhausta) que en la que aparece con su traje de gala y sus tacones en el álbum Picasa (tomada en la Concertgewau de Amsterdam). Sin embargo, la realidad es la misma: luces y sombras,  resilencia y éxito. No hay atajo o al menos no lo conozco: hemos de creer para crear el sueño que anhelamos, y estar dispuestos a dejarnos la piel en ello, aunque sea dentro de la funda de un contrabajo. 

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