Hoy me he concedido el máximo lujo: tiempo. Por eso a las 19.07 me encuentro ya en casa tras un largo paseo por el mar cuya temperatura -por increíble que parezca- es deliciosa. Además he descubierto en la playa un garito municipal donde de 10.00 a 17.00 puedes dejar tus cosas en una taquilla, ducharte, y compartir con otras personas la experiencia del mar en invierno.
Desde el monte, algunos turistas miraban con perplejidad y prismáticos nuestra incursión en el agua -lo que pudiera parecer una osadía- sin percatarse de la maravilla circundante: prímulas silvestres pálidas y amarillas, y árboles de mimosas en alocado esplendor.
En medio de este edén del viernes tarde he descubierto el orujo de hierbas en vaso diminuto.
Semejante manjar a media tarde no podía estar acompañado de una lectura cualquiera. He mirado en el bolso como el médico busca en su maletín la pócima adecuada para el paciente: con minuciosidad atenta, afinando el instinto. Lo que he encontrado es una reflexión de Lynda Gratton, profesora de la London School of Economics, y autora del libro Prepárate: el futuro del trabajo ya está aquí.
Hace tiempo que sigo a esta analista de tendencias galardonada reiteradamente por The Times y The Financial Times, miembro de la National Academy of Human Resources, esposa y madre. El mensaje de Lynda Gratton habla del cierre de una época en la que el consumo podía asegurar cierta auto-realización (?), y la apertura de una etapa en la que la búsqueda, hallazgo (o creación) de un trabajo que nos satisfaga será la clave de futuro. Hemos de reinvertarnos, acaso especialmente los treinteañeros quienes -según los últimos acuerdos de Davos- "si quieren un trabajo deberán inventarlo". En el último párrafo reflexivo, Gratton afirma que el mundo precisa más filósofos, más conversación, y más sentido en lo que hacemos: ya no se trata -dice la profesora- de mantenerse con un trabajo, sino de colmar la identidad, de "ser".
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