No he hallado el momento de tomar una foto al cuenco tibetano que utiliza Fernando Rodriguez Bornaetxea para indicar el comienzo de la meditación (con tres golpecitos) y el cierre de la misma (con uno). No he hallado el momento de hacerlo sin incomodar, razón por la que ilustro el post con una foto googeliana.
Hubiera podido "forzar" la situación e imponerme al ritmo pausado de la enseñanza compartida de este doctor en Psicología de la UPV, pero ya no soy la reportera más dicharachera de Barrio Sésamo. Hoy estaba de soldado raso y de paisano, con el yo desnudo delaprendiz, un papel que disfruto cada vez con mayor intensidad en el teatrillo del vivir.
A través de la red social LinlkedIn me enteré de la jornada mindfullness (atención plena) en Bilbao y -aunque iba un poco a contrapié familiar- sondee con honesta mirada la receptividad a mi propuesta dado que que me paso la vida trabajando fuera de casa y lejos de mi ciudad. La mirada recibió apoyo incondicional por lo que ahí estaba yo (sábado 16, a las 10.00 de la mañana) en la sala de meditación mientras en el exterior un Bilbao radiante, soleado y festivo tentaba los sentidos.
Tras un re-encuadre teórico de mínimos, hemos practicado tandas de meditación sentada, en movimiento (caminar lento) y de pie. Cada uno de los participantes hemos profundizado en la singularidad de nuestro momento, estado, carácter, energía, emociones, concentración o dispersión. Y si no hay dos seres humanos iguales, tampoco dos estados meditativos similares. Personalmente he disfrutado mucho al volver a conectar con prácticas que fueron habituales en mi vida durante décadas y últimamente había abandonado. Mi cuerpo ha recuperado una memoria casi celular de la relajación, del vacío, del bienestar, del movimiento casi flotante. Ha sido gozoso "darme cuenta" (re-descubrir) que todo está dentro de mí esperando ser actualizado sin perder un gramo de frescura. Diríase que el caudal sereno está siempre disponible en cualquier momento, lugar o circunstancia... esperándonos.
Cuando la jornada de meditación ha terminado, he salido a la calle y -aunque llovía- me he dado un paseo por la pérgola del parque donde he tomado una foto a la belleza de lo simple: una flor. Horas más tarde se ha desatado la "madeja del pensamiento" en busca de información sobre la meditación vipassana, sobre Fernando y su libro... En realidad son conceptos que conozco: no son nuevos para mí. ¿Entonces? Una vez más soy testigo de la magia que sólo se produce cuando pasamos del Know How (saber hacer) al Do How (hacer). El néctar está siempre del lado de la práctica.
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