viernes, 22 de mayo de 2015

Imbatible ¡al desánimo!


No sé si Dios juega con nosotros a los dados. Tengo sin embargo la consciencia de que el impacto humano en las organizaciones tiende a ser pequeño, minúsculo, ¡casi ridículo! aunque el ego se interponga reclamando su protagonismo.




Los profesionales en general y los consultores en particular tendemos a pensar que podemos modificar el status quo, el stablishment. Si además los profesionales poseen el honesto anhelo de contribuir a la mejora del planeta el riesgo se agiganta. Riesgo de pensar que con nuestro conocimiento, lucidez, fuerza e intención podremos mejorar las estructuras, esas moles de intereses contrapuestos, sudor, sangre e innecesarias lágrimas.

Loable y heroica actitud la del profesional que lucha contra molinos, la del David que se enfrenta al Goliat, actitud que sin embargo topa con la realidad de que existen tantos factores fuera de nuestro control (e influencia) que resulta casi suicida soñar con que existe relación entre nuestros esfuerzos por mejorar las cosas y el resultado que finalmente cristaliza.




No es solo que el hombre propone y Dios dispone, sino que entre la flecha que sale del arco de la intención y la diana soplan muchos vientos. Vientos que no son de cambio y que  incluso lo temen.

Ayer un brillante profesional senior (veinte años de ejercicio profesional + grandes éxitos a sus espaldas) se vino abajo en mi despacho porque tras analizar el impacto de sus intervenciones en las empresas reconoce un resultado por debajo de previsiones e incluso de lo que honestamente considera posible y deseable; y esta evidencia le entristece.

Siendo poca cosa para transformar la realidad -apenas una mota de polvo en el infinito- hemos de luchar con toda la fiereza que disponemos "como si" sirviese de algo. Espejismo. Dilema: "como si" fuera posible impactar en las inertes, grises y frías estructuras que atrapan a los seres humanos como celdas de castigo. Es un juego esquizofrénico: aceptar que apenas podemos modificar el aleteo de una mariposa, al mismo tiempo que luchar con valentía por cambiar las estructuras desapegándonos del resultado que -contemplado con realismo y humildad- ¡no nos pertenece!




Aun cuando nada pudiera ser cambiado
hemos de intentarlo con desapego del resultado.
Acaso en eso consista la esperanza.
¿No les parece?


2 comentarios:

Eugenio Moliní dijo...

Esto es bueno. Muy bueno. Me gusta mucho Azucena. Felicidades.

Azucena Vega Amuchástegui dijo...

Un inmerecido halago, de un gran maestro. Gracias Eugenio, de corazón. Un abrazo desde la bahía.