Estoy trabajando en Granada. Hoy -que es mi segunda jornada en el reino nazarí- he podido "liberar" dos horas para "jugar" por la ciudad ligera de equipaje: con apenas mi bolsito de tela cruzado en el pecho y mis playeras fashion.
Nada más salir del hotel me he dirigido a la catedral, porque tengo un asunto pendiente con el más allá que -como siempre- es del más acá. Vamos, que me alcanza de lleno en las entretelas de mi vulnerabilidad. El caso es que quería conocer el interior de la catedral y depositar mis ósculos -como dice el crucigrama autodefinido de El País- pero no ha podido ser ya que cierran a las siete, y a esa hora todavía me encontraba dilucidando la mejor manera de contribuir sin intervenir en la empresa-cliente que me ha contratado, de aportar sin dirigir, porque quienes realmente saben de su organización son ¡los profesionales de la casa!
Me he dado un paseo por el entorno de mi modesto pero céntrico hotel sin privarme de hacer todas las "trastadas" que se me han ocurrido como entrar y salir por la puerta pequeña de Imaginarium y revolver casi todos los objetos de Hosten. Más tarde he pasado junto a una tienda de LÒccitane a la que me han invitado a entrar porque presentaban un nuevo producto que te aplicaban gratuitamente con un masaje en cara y cuello. Me he dicho a mí misma ¿por qué no, Azucena? y han sido diez minutos deliciosos en los que me he sentido cuidada y mimada por los dioses de la catedral a los que visitaré mañana ¡antes de las siete de la tarde! He agradecido el masaje y me he despedido de las dependientas con mi mejor sonrisa por su contribución a mi bienestar.
De regreso al hotel he visitado la exposición de Soledad Sevilla, en el Centro José Guerrero, con tres plantas de cuadros e instalaciones de la artista basadas en la geometría como pretexto para explorar la realidad en la que la pintora ha volcado su vida entera con una intensidad y una pasión casi obsesiva que me ha animado a seguir poniendo la totalidad de mi entusiasmo y energía en mi vocación como impulsora del "cambio intencional" en empresas-cliente como la que me ha traído a Granada, un lugar hermoso del que escribió Washington Irving, y cuya luz es tan bella que te la comerías a bocados, como los helados italianos de la calle Gran Vía donde he descubierto el cassata, producto artesano que elaboran desde el año 1936.
Me ha inspirado mucho contemplar el vídeo en el que la artista explica la integración del paisaje, las lecturas, las personas, los lugares, los olores... ¡la vida entera! en el proceso de crear.
Crear nuevas realidades ¡de eso va la innovación en el vivir y trabajar! Crear nuevos horizontes para un mundo que agoniza. Trazar un arcoiris de esperanza donde los humanos languidecen de aburrimiento con adherencias de maldad. Humanos. Todos. Humanos que se obsesionan con la perfección de su oficio y lo persiguen hasta rozar la cima con la yema de los dedos. Humanos que se encierran en silos, cajas, burbujas... Miedo. Elecciones y decisiones que están en nuestra mano y palpitan ante la puerta grande o pequeña del universo que a todos nos contiene y aguarda... aguarda revelar su grandeza. Granada. La Alhambra ¡qué fascinación!
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