Escuché a un pescador de Guetaria (País Vasco) que en la mar "... ningún viento es favorable para quien no sabe a qué puerto se dirige...".
El afable marinero se mostró aquella tarde como un sabio sin pretensiones y la frase me acompaña desde entonces como un fondo marino que me anima a poner rumbo hacia mis objetivos.
Otra manera de llevar la atención a la inercia de nuestra vida es preguntarse: ¿nado o floto? Sabido es que antes de sumergirte en el mar has calibrado cuánto tiempo nadarás, en qué dirección (para ver peces, pulpos, erizos, algas y quisquillas) y si la marea te favorecerá o perjudicará para llegar al destino que te propones. El "cambio intencional" del que nada hacia sus objetivos le coloca en una posición aventajada respecto a quienes tan solo flotan dejándose llevar por la inercia de la marea que -en el mejor de los casos- le llevará a la tranquila playa de Guetaria.
Nadar es poner rumbo a nuestros sueños eligiendo cómo, cuándo y con quién nadaremos incrementando sustancialmente las posibilidades de alcanzar la meta. Activamos un "cambio intencional" movilizando todo nuestro potencial en la dirección que anhelamos.
Flotar es dejarse llevar por las tendencias, el qué dirán y las "ideas limitantes" con las que nos programaron, lo que propicia que alcancemos metas no deseadas que nos obligan a poner en marcha "cambios adaptativos" para amortiguar la desagradable situación. La buena noticia es que todos podemos elegir nadar o flotar en el río de la vida sin esperar a que las cosas se pongan feas porque entonces ya será tarde y no estaremos en condiciones óptimas para navegar.
Quienes deseen profundizar en el tema pueden asomarse a El pequeño libro para pensar en grande de Richard Newton y a mi post titulado Atravesar la incertidumbre.
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