jueves, 7 de diciembre de 2017

¡Ama el trabajo que haces!



Algunas jornadas comienzan al volante camino de una fábrica. Me encuentro con imponderables como el granizo, la nieve y las retenciones por desprendimientos que obligan a los conductores a reducir la velocidad ocupando un solo carril de la calzada. Tic tac tic tac tic tac... El crono avanza mientras la posibilidad de llegar a mi destino con tiempo para serenarme, preparar la sala de trabajo y tomar un café de máquina se desvanece.




Es invierno, tiempo de nieve, granizo, lluvia, desprendimientos y retenciones. Solo cabe elegir la actitud con la que me tomo las circunstancias que están fuera de mi margen de maniobra. Como decía Epícteto, uno de los más populares filósofos griegos: "... Algunas cosas dependen de nosotros y otras no...".

¡Para qué desesperarme! Repaso mentalmente el guión de la jornada y los desafíos del equipo donde un puñado de profesionales navega entre el escepticismo de confiar en los demás y el anhelo de recuperar la inocencia...




La pelota que estruja Víctor ha pasado por muchas manos en los últimos quince años ya que forma parte del atrezo con el que entreno a equipos empresariales con la pretensión de romper la pétrea rigidez que a veces se produce, o para conectar a dos personas con la invisible trazabilidad aérea del esférico. Es un hombre gigantesco al que resulta fácil imaginar cazando en los bosques cercanos donde su paso firme y reflexivo y su silencioso rumiar interior no asustarían a las aves. En la fotografía estudia los paneles colocados en el suelo donde busca resonancia con lo que más le importa: el trabajo bien hecho, aunque se lleve por delante todo su tiempo y energía. Aunque el equipo está compuesto por nueve personas, es Víctor quien me trae un cortado sin azúcar cuando se da cuenta de que acabo de llegar a contrapié directamente de la carretera. ¡Grande, Víctor!

Algunas jornadas comienzan temprano al frente del volante camino de una escuela de negocios. Me encuentro con imponderables como el granizo, la nieve y retenciones... El crono avanza mientras la posibilidad de llegar a mi destino con tiempo para serenarme, preparar la sala de trabajo y tomar un café de máquina se desvanece. 

Cuando llego, Xabier está sereno, centrado, con las tareas preparadas, la sonrisa de bienvenida, las preguntas en espera, la escucha afinada (generativa), la atención plena, el conocimiento profundo de su oficio, la resiliencia de un samurai y el interés por gestionar bien a su equipo con lo mejor de la tradición industrial vasca y lo mejor de la innovación industrial cosmopolita. Sus calcetines le hacen honor como director de I +D, mientras sus impolutas botas reflejan disciplina, orden y ¡método! 




Xabier también se enfrenta a imponderables en una empresa familiar donde el patriarca impone maneras y criterios del medievo. Nuestro héroe respeta a sus mayores, aguanta, no tira la toalla y -como Epícteto- constata que hay cosas que se pueden cambiar y otras no. Se pone manos a la obra y cambia todo lo que puede ser cambiado mientras espera el momento propicio para modificar el resto. ¡Grande Xabier!



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