Mi hija vive en Londres. Anoche hablé con ella por teléfono. Sus tosecitas evidenciaban un resfriado. Sin embargo, mantuvimos una conversación animada sobre la vida profesional de ambas que -aún siendo distinta- coincide en muchas cosas. Me dormí serenamente y esta mañana me he despertado tosiendo. -Creo que cuando las personas se aman realmente sintonizan en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza ¡e incluso al otro lado del teléfono!-.
Cierto malestar (y una agenda gestionable) me han permitido una mañana ociosa que he dedicado a repasar La felicidad de la pobreza noble, libro escrito por Koji Nakano en 1992 cuya tercera lectura me ha resultado deliciosa.
Frugalidad y modestia facilitan una vida armoniosa
según el budismo japonés.
Pintura de Ike no Taiga (período Edo). Japón.
El libro propone vivir con elegancia de espíritu o -por utilizar la expresión del volumen- "refinadamente" volcados en nuestro oficio y con mínimas pretensiones materiales como el ermitaño y poeta Kamo no Chomei que vivió en una choza de tres metros. El volumen también reitera las bondades de la frugalidad para liberar a los humanos del consumismo (esclavitud del siglo XXI).
En la cultura tradicional japonesa vivir con refinamiento significa "alejado de la atmósfera de la plaza del mercado" donde todo se compra y se vende y abundan los placeres fugitivos.
No estoy segura de que este libro sane mi cuerpo, pero no tengo la menor duda de que está curando mi alma con su persistente propuesta de vivir con modestia y pensar con grandeza.
Antes de tomar la tercera infusión medicinal -y de cerrar este escrito-, copio dos poemas de Akemi (poeta japones del siglo XIX): "... Felicidad es cuando si llega un visitante descubres -¡qué alegría!- que tienes saque en la calabaza y se lo sirves... Felicidad es cuando miras tranquilamente mientras caminas entre montañas y arroyos que armonizan con tu espíritu...".
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