Hasta finales del siglo XVIII morían el cincuenta por ciento de las mujeres que daban a luz en el hospital Hotel Dieu (Paris), en el hospital Westminster de Londres, y en otros centros sanitarios de Europa. Semejante sangría cesó en 1774 gracias a la asepsia médica de Ignác Semmelweis.
¿Qué hizo el insigne doctor? Observar las conductas de los médicos cuando atendían a las parturientas tras haber realizado prácticas de anatomía con cadáveres sin haberse lavado previamente las manos. Simple ¿no les parece?
No conviene subestimar el poder de la observación que precede a la consciencia y por lo tanto atisba un diagnóstico que a su vez propicia la corrección de una disfunción, en este caso la alta mortandad de mujeres que daban a luz en centros hospitalarios de las capitales europeas. La magia de la asepsia consiste en observar las consecuencias de nuestros actos, palabras, gestos, comportamientos, conductas, silencios y actitudes. Observar. Observar lo que provocamos en los demás.
La semana pasada facilité dos jornadas de trabajo reforzando las competencias de profesionales técnicamente muy cualificados que necesitan hacer frente (en 2019) a una demanda exponencial de encargos, es decir, a una monumental carga de trabajo. Saben que sus competencias técnicas seguirán siendo necesarias pero no suficientes para el desafío al que se enfrentan y de ahí la conveniencia de vivir jornadas de reflexión para la acción. Durante los entrenamientos emergieron las pequeñas grandes miserias de los humanos: algunas conversaciones pendientes, un cierto déficit de confianza, polaridades tensionales basadas en conflictos interpersonales, necesidad de mayor reconocimiento y finalmente el anhelo de poder reflexionar más y mejor juntos. Una vez más la realidad confirma la teoría del management contemporáneo:
Los equipos padecen un déficit de confianza, un mediador afectivo de los equipos de trabajo. La gestión de proyectos son conversaciones, el liderazgo de la propia carrera son conversaciones, la disolución de incipientes conflictos son conversaciones y hasta la promoción profesional depende (en parte) de la calidad de nuestras conversaciones. Por otro lado, el reconocimiento verbal a subordinados hace maravillas en la motivación de los profesionales siempre que sea honesto, generoso, concreto y pegado a los hechos... ¿Y la asepsia? La asepsia u observación de lo que provocamos en los demás -consciente o inconscientemente- es importante porque en el trabajo la buena intención no basta. Asepsia, observación y responsabilidad de lo que causamos en los demás. En este sentido quizá convenga recordar que la principal obligación de un jefe es ¡no desmotivar!
Artículo relacionado con la asepsia pinchando aquí.
Vídeo (veinte minutos) relacionado con las conversaciones que transforman pinchando aquí.
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