domingo, 15 de mayo de 2022

Letrados en los Comités de Dirección. Tendencia

 

Durante una década tuve dos mentores: uno era franciscano y el otro un profesional que ejercía lo que ahora se denomina interim management en varias empresas guipuzcoanas. Curiosamente eran amigos desde la infancia y de vez en cuando comíamos juntos los tres hasta que el etílico alcanzaba el nivel que impedía conducir y entonces yo me retiraba.

Los dos sabían mucho de empresa y era una gozada debatir cualquier tema entre manteles si bien yo dirigía mis preguntas filosófico-éticas al franciscano y las económico-financieras al otro. Llegamos a tener tal grado de complicidad que un día terminaron por decirme que cambiásemos el rol porque yo sabía más que ellos. Por supuesto era un efecto secundario del alcohol, pero desde aquel día lo repitieron tanto que parecían pensarlo de verdad.





Uno de los temas que más me perturbó fue cuando en una ocasión le pregunté al franciscano cuáles eran los alcances de la ética en el marco empresarial (daba clases de psicología social y del trabajo y se había especializado en la investigación de los equipos en las organizaciones productivas). Me perturbó su respuesta carente de matices cuando me dijo que los dilemas éticos en la empresa se limitan a la legalidad. Tras un debate que duró más de dos horas en la cafetería del Hotel de Londres (San Sebastián) mientras el mar agitaba espuma en la bahía, me sentí frustrada y comencé a pensar que quizá había llegado el momento de cambiar de mentores.

Veinte años después -según avanzo en experiencia profesional- adquiere aún mayor sentido aquella vieja pregunta que le hice al franciscano: ¿cuáles son los alcances de la ética en el marco empresarial? Al igual que antaño entiendo que la legalidad es un enfoque minimalista que ha de estar en la base de los comportamientos, las negociaciones y los contratos, pero que la ética es de índole superior porque algo puede ser legal y no ser justo; puede ser legal e inhumano; legal e inapropiado e incluso legal y ruinoso... 



En los últimos años los comités de dirección se están llenando de abogados -diríase que es una tendencia- especialmente si la empresa realiza proyectos internacionales. Puedo entender la complejidad de los contratos desde la fase de oferta, la diversidad de normas tributarias para los expatriados, la variedad de penalizaciones que establecen los clientes y un largo etc. que hace necesaria la presencia de los letrados en todas las salsas. Ahora bien, el peso de las opiniones de los abogados en temas de negocio es tan relevante que en ocasiones me parece que estamos "judicializando" la vida (y las empresas) en detrimento de otros enfoques que yo vinculo a la ética y que (acaso) tengan que ver con el buen funcionamiento de   las organizaciones...  Finalmente, cuando observo en acción a los abogados empresariales me acuerdo del obrero del chiste que poseyendo un martillo solo veía clavos... clavos por todas partes... Textos relacionados, de reciente publicación:  Artículo  +  Artículo


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