viernes, 13 de mayo de 2022

Honorabilidad o la lección de la encina

 

Hubo un tiempo en el que las encinas cubrían el 80% de la Península Ibérica por lo que el insigne burgalés Félix Rodríguez De la Fuente llegó a sugerir que en el escudo de España debiera figurar una encina -llamada quercus por los expertos-.  

En los últimos meses me he acostumbrado a rozar las encinas con manos y mochila y a cobijarme bajo su sombra para tomar el bocadillo. Digamos que acompañan el descubrimiento de viejos senderos y de bellas historias. La zona por la que me muevo es conocida como Las Merindades, un área que descubrí en la niñez.




En el entorno de Ojo Guareña (monumento natural y complejo kárstico) hay una encina sabia (en la fotografía) que durante décadas fue testigo de los tratos de los hombres. La encina -como árbol sagrado de los celtas- daba fe de los acuerdos verbales cuya firmeza se asumía con el mismo rigor que la ley. 

Encuentro enorme belleza en la escena: cada piedra era ocupada por un pasiego que representaba los intereses de su pueblo y hacía oír su voz con la templanza que otorgan la azada y el machete. Bajo el quercus el diálogo se prolongaba durante horas hasta alcanzar acuerdos, tratos o decisiones cuyo único aval era el respeto a la palabra dada (honorabilidad).

Visito hoy el entorno mágico de Sotoscueva donde se encuentra la encina sabia y me pregunto qué ha pasado con los hombres que en el 2022 son incapaces de solventar con armonía sus asuntos no ya bajo el quercus sino en los órganos de gobernanza que rigen los destinos de países, gobiernos y empresas...



Tomando el quercus como punto de referencia me siento en una de las piedras, justo encima de las cuevas de Ojo Guareña y justo debajo de la sombra de la encina. Allí permanezco acariciando la pregunta que no alcanzo a contestar: ¿qué ha pasado con los hombres que se muestran incapaces de solventar civilizadamente sus asuntos en ausencia de un notario, un juez, un abogado, un testaferro? Y -por lo que se refiere a mi ámbito laboral-: ¿qué ha pasado en los órganos de gobernanza de las empresas para olvidar el sagrado principio del honor, el respeto a la palabra dada y la negociación creativa de intereses (en la que genuinamente se busca que todos ganen)? Diríase que involucionamos... Me quedo con el tiempo de la encina. Tiempo bello. Tiempo lento.


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