A pesar de mi potente ADSL, no tengo línea directa con Dios y -por lo tanto- me resulta imposible preguntarle qué quiso decir -exactamente- al transmitirnos la idea de que "... El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros... ". Si hay teólogos entre ustedes quizá puedan aportar ?!
La palabra es un rudimento sonoro, punta de iceberg del inmenso y sofisticado océano que somos. Y -aunque la manejamos con frivolidad- crea el mundo. Todo comienza en un concepto que etiquetamos con una palabra, que (a su vez) provoca una emoción, que impulsa un comportamiento que se transforman en un hábito y forja -finalmente- un destino. Su destino, mi destino. Un ingeniero naval con el que trabajo describe el proceso en un plis plas: de gaseoso (concepto), a líquido (palabra) y a sólido (realidad).
Consciente o inconscientemente, cada una de nuestras palabras evidencia nuestra visión de la vida y los negocios, de los valores y las creencias, de las relaciones y sus entresijos. Escuchada con precisión, la palabra evoca ecos profundos del plancton marino de quien habla, revelándonos la unicidad de ese ser humano sagrado y especial.
Porque... no somos iguales. Afortunadamente somos diferentes: no mejores, no peores, no iguales. Únicos, insisto. Por eso esta mañana adquiere sentido (y se dimensiona en mi) la filosofía que me enseñaron en Cambridge según la cual la armonía -acaso el equilibrio- y tal vez la felicidad, consiste en situar a las personas adecuadas en los lugares adecuados. Hoy me permito añadir por mi cuenta: personas adecuadas, en lugares adecuados y en los momentos adecuados. Pura sincronicidad (Carl Jung) y quizá... algo más.
Cuando Mr. Meredith (Universidades de Henley y Cambridge) profundizó en la investigación de las claves que aseguran el máximo rendimiento en las organizaciones académicas o productivas, el mundo giraba a velocidad de peonza y las personas adecuadas en los lugares adecuados podían asegurar óptimos resultados. Hoy el mundo gira a la velocidad de la luz y lo que ayer blindaba el éxito hoy puede estrangularlo. Hace un par de días coincidí en un paseo de bosque con Koldo Saratxaga -propulsor del boom Irizar (Grupo Mondragón)- quien reconocía sotto voce que las claves de un éxito sonoro no siempre se pueden reproducir una década después.
Las personas adecuadas, en los lugares adecuados, y en el momento adecuado es una propuesta de equilibrio organizacional que conlleva ¡ay qué peregrino! un ajuste de cuentas con lo que es: un honesto reconocimiento del talento, de la experiencia, de la iniciativa, del conocimiento... Principio de orden -diría Hellinger-. Principio de justicia... ¿quizá?