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miércoles, 18 de octubre de 2017

Otro mundo ¡es posible! depende de nosotros



Cuando me invitaron a participar como ponente en el congreso anual de seguridad vial (Dirección General de Tráfico) les dije que ¡muchas gracias! pero que soy temeraria incluso en carreteras secundarias. 

Una vez asimilaron la broma, persistieron en el intento explicando que mi intervención formaría parte del bloque temático vinculado al "factor humano" Hum... ¡el factor humano! eso me sonaba más cercano. Pero cuando realmente me convencieron fue al citar a Aitor Aritzeta a quien admiro por ser co-autor de varios libros de cabecera del mundo de los equipos junto con mi mentor, el franciscano Sabino Ayestarán. El doctor Aritzeta sería el moderador de las tres ponencias vinculadas al "factor humano" y en el tiempo adjudicado a mi intervención yo podría desarrollar cualquier hipótesis vinculada a mi trabajo con profesionales, equipos y empresas.

Como siempre, el señuelo de la libertad atrapó mi interés y orientó mi caleidoscopio mental en busca de aportaciones en el marco de una sala abarrotada de técnicos nacionales y expertos internacionales en seguridad vial. 

Hechas las sumas y las restas de cuarenta años de vida laboral vinculadas a las personas, comparto algunas observaciones -quizá temerarias como mi propia conducción en carreteras comarcales-.




Primera observación: constato mucho dolor en despachos y fábricas de empresas de todos los sectores y tamaños. Como piojos en costura, las organizaciones están infectadas de un sufrimiento innecesario que enferma a las personas, los equipos y al propio tejido empresarial. Fíjense que mientras el sobre-esfuerzo, la globalización de los mercados, la salvaje competitividad, o las dificultades inherentes a la falta de financiación no resultan mortales, las relaciones interpersonales tóxicas -carentes de alma- acaban por destrozar la belleza de cualquier proyecto.




Segunda observación: existen tres venenos mortales para los equipos de trabajo. ¿Cuáles son? El ego, los grupúsculos y la falta de honestidad, y los tres provocan sufrimiento innecesario. El ego prioriza el interés individual en detrimento del colectivo. El "yo" por encima del "nosotros". Los grupúsculos son reinos de taifas en los que estás conmigo o contra mí, una posición excluyente que destruye los cimientos de la totalidad. Finalmente, la falta de honestidad es el cajón de sastre de la traición, la mentira, la manipulación y la ausencia de coherencia entre el "siento, pienso, digo y hago". La ausencia de honestidad hace añicos la credibilidad de los líderes y el juego limpio en los equipos y enferma a las organizaciones por: desmotivación, rotación en los puestos de trabajo, absentismo,  fuga de talento... y -como consecuencia de todo ello- merma de la cuenta de resultados.

El factor humano tiene la grandeza de los dioses y la miseria de los demonios. Nosotros elegimos cada jornada -en cada decisión y comportamiento- de qué lado inclinamos la balanza.

Sería fabuloso poner al servicio del mundo lo mejor de nosotros mismos ¡esa parte de grandeza que compartimos con los dioses! Sobre la posibilidad de crear un mundo mejor trabajan algunos investigadores relevantes que -aun perteneciendo a distintas generaciones y contextos- apuntan en una misma dirección. Enunciemos sus propuestas:

En Estados Unidos emerge la Teoría U -desarrollada en el MIT por Otto Scharmer y su equipo (Peter Senge, Arawana Hayashi)- cuya aplicación en varias empresas e instituciones vascas (como el ayuntamiento de Vitoria) está siendo una bella experiencia-. En Austria surge La Economía del Bien Común  diseñada por Christian Felber quien ha estado varias veces en el País Vasco y lidera una red colaborativa internacional. Finalmente sigo muy de cerca la propuesta de Reinventar las Organizaciones lanzada por el belga Frederic Laloux en su libro homólogo donde propone empresas teal-evolutivas en las que el respeto al medio ambiente, la ética y el buen gobierno sean compatibles con la sostenibilidad de los negocios, el desarrollo de los profesionales y la satisfacción de los stakeholders.

Todo el tiempo el factor humano decide priorizar el ego o el bien común; la honestidad o el fraude; la solidaridad o la codicia. La decisión nos pertenece a usted, a mí... ¡a todos! 

Es una evidencia que la humanidad avanza imparable en tecnología y en creación de productos y servicios, pero no crecemos con la misma celeridad en grandeza porque olvidamos que un médico no es alguien que "corta y cose", sino un profesional que salva vidas; y porque un albañil no es alguien que pone ladrillos sino un profesional que crea espacios donde rezan los hombres; y porque un policía no es alguien que hace controles de alcoholemia, sino una persona que nos protege de accidentes propios y ajenos. 

Lo que hacemos cotidianamente ha de tener un propósito y quien tiene un para qué encuentra un como al servicio de lo trascendente que nos diferencia de los robots y los drones.

Como un ADN portamos el "factor humano" cuajado de grandeza para surcar el firmamento y hacer de este planeta un lugar mejor cuando nos hayamos ido. Y, por favor, ¡no pierdan de vista a esos tres impostores: el ego, los grupúsculos y la falta de honestidad!



lunes, 11 de septiembre de 2017

Reinventar las organizaciones



La Dirección General de Tráfico, DGT, organiza en Bilbao una jornada bajo el claim Responsabilidad Compartida, en la que me han invitado a participar.

Aunque les he dicho que incluso en carreteras comarcales son una conductora temeraria, insisten en que participe, y me piden un avance-resumen de mi ponencia para incluirla en los papers que distribuirán entre las decenas de asistentes al evento que se celebrará en Archivo Histórico del País Vasco con sede en la capital vizcaína. Comparto el abstract y las "ideas fuerza" que imprimirán en el entregable.




ABSTRACT:   
Con una larga experiencia de entrenamiento a líderes y equipos empresariales, la ponente observa mucho “sufrimiento innecesario” en las organizaciones provocado por la escasa talla moral o ética de las personas, más que por dificultades inherentes a la complejidad productiva, la globalización o la competitividad.


Reconociendo que la relación causa-efecto no es una ecuación simple, Azucena Vega Amuchástegui aplica la “teoría de los sistemas” al análisis y búsqueda de soluciones a los dilemas humanos en las empresas, y propone una reinvención de las organizaciones basada en: asumir el trabajo con espíritu vocacional al servicio del bien común; incrementar el nivel de consciencia desde el que operan los profesionales; empequeñecer el ego; practicar la  honestidad y -finalmente- vivir las empresas como “prototipos” de la evolución humana.


IDEAS FUERZA:
·         Sufrimiento innecesario en las organizaciones productivas.
·         Necesidad de un cambio de paradigma.
·         El bien común como horizonte.
·         La consciencia como clave del liderazgo.
       Las empresas como prototipos de la evolución humana.