domingo, 25 de julio de 2010

Un punto de apoyo

Alcanzar el nirvana ¡es posible! aquí, ahora y sin dinero. Me explico: llegué a San Sebastián en 2002 y descubrí que los lugareños se bañan todo el año en el Cantábrico como una práctica de salud que conlleva voluntad, deteminación y fortaleza. Cada cada día les veo sumergirse en las aguas cristalinas: entran y salen del Atlético, de la Perla... instalaciones deportivas cercanas a la playa. Siempre que veo lo que sin duda es un espectáculo inusual, despiertan en mí una envidia sana por varias razones. La primera, es que rompen el tabú de acudir a la playa y bañarse sólo cuando es verano. La segunda, que en ocasiones practican la natación mar adentro con el termómetro por debajo de los diez grados centígrados ¡qué coraje!, la tercera y última -no por ello menos interesante- que el compromiso con su salud es más fuerte que cualquier impedimento o excusa. Siento admiración por esas personas que en su mayoría sobrepasan los cuarenta años y vienen realizando el ritual del baño diario durante décadas.

Hoy he alcanzado el nirvana al sumergirme en el Cantábrico en una jornada en la que si bien es verano el termómetro alcanza apenas los 16 grados y cae una fina lluvia que en el norte llamamos chirimiri y en el resto del país calabobos porque es tan fina que apenas la sientes y al cabo de una hora estás realmente mojado. Tras un enérgico paseo de una hora hora con el agua lamiendo mis tobillos y el anorak con gorro abotonado, me he acercado a las rocas del "Pico del Loro" (separación natural entre las playas de La Concha y Ondarreta) donde he dejado mis cosas y me he dirigido al mar. En ese momento no había nadie dentro del agua en al menos quinientos metros a cada lado de mi posición. La sensación de estar sola ante el Cantábrico ha sido hermosísima: al fondo la isla, a la derecha el monte Urgull, a la izquierda Igueldo y por todos lados numerosos yates y veleros. No había olas y la "tazita de plata" estaba tan serena como bella con un fondo de mar verdoso y limpio acompañado de pececillos de tres centímetros casi transparentes. He nadado un buen rato escuchando el plas plas de mis brazadas en conexión total con el cielo, el mar, el silencio, la temperatura fresquita y agradable del agua y me he sentido lujosa, relajada, plena. Al salir del agua tenía sensación de heroína: ocho años para colmar un sueño ¡lo he logrado! ¿Saben? esta diminuta proeza hace que me sienta con ganas de acometer otras acaso menos sencillas y abordables... Dame un punto de apoyo, para mover mi universo. ¡¡Allá voy!!

2 comentarios:

Ricardo J. SANCHEZ CANO dijo...

Amiga Azucena, La Concha, la tazita o como la has llamado es el mismo mar en el que yo me siento "como pez en el agua" ... pero en otra playa. La mia es Ondarraitz, la sensación de libertad y de plenitud, la misma. Comparto. Ahora, quizás, sepas porque algunos... "lugareños y lugareñas, fornidos y osadas, mean el territorio (marino). Todo el año. En un acto de posesión atávico. Y sin toldo.

Maite Bazán dijo...

Para muchos podría e incluso puede resultar extraño ver semejantes paseando por la orilla del mar. Se dicen extrañados "no hay tiendas, ni donde poder seguir gastando a destajo nuestros euros". Sin embargo, para quienes siempre hemos vivido junto a el, no verlo es un delito, no sentirlo es un pecado, puesto que él, siempre está disponible para nosotros, para nuestros pensamientos y nuestros diversos estados de ánimo.Él los siente también, a veces está contento y nos sorprende con un estado plano, calmado y sosegado, y otras en cambio, nos muestra su faceta más violenta pero al mismo tiempo bella, las olas de gran magnitud que van mojando el Puente del Kursaal y a algún viandante que no se ha enterado todavía que la acera derecha puede ser .... como una ducha inesperada.
Yo por mi parte te invito un día a Ondarraitz para que a lo largo de sus 3 kilémtros puedas ver un paraje impresionante: las gemelas que cuenta la tradición que son brujas a las que Mari convirtió en rocas para que dejasen de pelearse y estuvieran siempre juntas, Larun que se levanta como un volcán mostrando ser de la Bahía, Peñas de Aia que son sus tres montañitas nos invita a pasear y subir a verle y Jaizkibel que se presenta solemne limitando el paso del sol a partir de una cierta hora. Y para terminar..... nada mejor que pasar por Talarma y a parte de los churros nos llevaremos a casa un chupachups. Porque todos llevamos un niño dentro no?