En mi infancia, el jueves era "día globos" en la zapatería de la calle Correo (Bilbao) que aún existe, aunque ya no reparten globos con la firma de La Palma estampada en el inflable. Era bonito hacer coincidir la compra de unos zapatos nuevos con la ilusión del globo de colores que unido a una cuerdita hacías volar después desde el balcón de casa. En 2011 paso mis jueves en el Parque Tecnológico de Miramón (San Sebastián) -desde donde escribo ahora en el break de la comida-.
Les cuento. Estoy rodeada de emprendedores porque en el Parque Tecnológico de Miramón además de numerosos negocios hay un vivero de empresas, algo que me fascina tanto o más que un semillero de plantas en flor. Al calor de este recinto cuidado en medio de la naturaleza, entreno a empresarios, gerentes, investigadores, directivos y profesionales con inquietud permanente de mejora. Es curioso que con frecuencia sean los más capaces, mejor dotados y más exitosos los que sigan proponiéndose mejorar mientras otros -acaso más mediocres- ni se lo plantean. Paradojas.
En tanto me traen el flan casero y el cortado, observo a algunos de los comensales del restaurante wi-fi de catorce euros más iva el menú entre semana: camisas de marca, zapatos de ante y poderosos móviles, tanto... que emiten la señal de ¡hummm! cada vez que tomo una cucharada de flan con nata. En fin...
Un pequeño apunte emocional de hoy, una reflexión a pie de obra: cuando un emprendedor te explica el sentido del logo de su empresa en verdad se está desnudando el alma. El alma que le llevó a ser padre de una criatura CIF (Código de Identificación Fiscal) con sede social y nómina para quince personas, por ejemplo. Te muestra la tarjeta de la empresa y hasta el más diminuto píxel adquiere un sentido trascendente cuando recuerda el impulso que le llevó a dar vida a ese proyecto. Los emprendedores aman a sus hijos CIF casi tanto como a los biológicos. Parece una salvajada y sin embargo es una realidad. Aman sus empresas desde el embarazo embrionario hasta las contracciones del parto y los tormentos de la crianza. Tengo el honor de acompañar un rato la dura travesía de dimensionar sus empresas, de crear equipos, de liderar vidas y proyectos. ¡No se hacen una idea de lo afortunada que me siento! Ser testigo de la evolución y engrandecimiento (empowerment) de estas personas al frente de sus empresas-ilusiones-píxeles es emocionante, un lujo infinito.
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